inmediata por ambas partes. Una correspondencia inusitada, quizas, en el sentido de que ella era una pueblerina de algun lugar remoto del Maine central de origenes mas que modestos cuyo padre trabajaba de encargado en una ferreteria, y el un neoyorquino de toda la vida procedente de una familia relativamente acomodada; y sin embargo ahi estaban los dos, lanzandose miraditas a traves de la mesa en un pequeno bar junto a Sheridan Square, el con sus dos titulos universitarios y ella con un diploma de bachillerato mas unos cursos en la Academia Norteamericana de Arte Dramatico, camarera cuando no tenia un papel, una persona a quien no interesaban los libros mientras que publicarlos era para el la razon de su vida, pero ?quien puede penetrar los misterios del deseo, se pregunto su padre, quien puede explicar los pensamientos espontaneos que pasan impetuosamente por la cabeza de un hombre? Pregunto a su hijo si lo entendia. El muchacho asintio con la cabeza, pero en realidad no comprendia nada.

Le deslumbro su talento, prosiguio su padre. Alguien que pudiera interpretar como ella aquel papel exigente y delicado debia poseer una hondura y amplitud de sentimientos mayor que cualquier otra mujer que hubiera conocido antes. Pero fingir que se es una persona y el hecho de serlo son dos cosas distintas, ?no es cierto? La boda se celebro el 12 de marzo de 1979, menos de cinco meses despues de su primer encuentro. Al cabo de cinco meses, ya habia problemas en el matrimonio. Su padre no queria aburrirlo recitandole una letania de sus disputas e incompatibilidades, pero todo se resumia en lo siguiente: se querian pero no se llevaban bien. ?Tenia eso sentido para el?

No, no le encontraba sentido alguno. El muchacho ya estaba enteramente confuso para entonces, pero le daba panico reconocerlo ante su padre, que hacia esfuerzos por tratarlo como a un adulto; aquel dia no se sentia a la altura, el mundo de los adultos era insondable para el en aquel momento de su vida y se mostraba incapaz de comprender la paradoja de amor y desacuerdo que coexistian en igual medida. Tenia que ser una cosa u otra, amor o no amor, pero no su existencia e inexistencia al mismo tiempo. Hizo una breve pausa para ordenar sus pensamientos y luego formulo la unica pregunta que parecia venir al caso, la unica que tenia un significado pertinente. Si se llevaban tan mal, ?por que tuvieron un hijo?

Esa iba a ser su salvacion, contesto su padre. Ese era el plan, en cualquier caso: tener un hijo juntos y esperar luego a que el amor que inevitablemente sentirian por el detuviera el desencanto que iba creciendo entre ellos. Ella parecia feliz al principio, le confio su padre, los dos estaban contentos, pero despues… Se interrumpio con brusquedad a media frase, desvio un momento la vista mientras consideraba las circunstancias y, al final, concluyo: No estaba preparada para ser madre. Era demasiado joven. No deberia haberla empujado a eso.

El chico entendio que su padre trataba de no herir sus sentimientos. No podia soltarle que su madre no habia querido tenerlo, ?verdad? Eso habria sido demasiado, un golpe que nadie habria sido capaz de asimilar plenamente, y sin embargo el silencio de su padre y la compasiva omision de los burdos detalles equivalian a una admision de esa misma realidad: su madre no lo habia querido, su nacimiento fue un error, no existia razon justificable alguna para que estuviera en el mundo.

?Cuando habia empezado todo?, se pregunto. ?En que momento se torno la felicidad de su madre en duda, antipatia, horror? Quiza cuando su cuerpo empezo a cambiar, penso, cuando su presencia dentro de ella empezo a mostrarse al mundo y ya era demasiado tarde para no hacer caso de la abultada turgencia que ahora la definia, por no hablar de la alarma causada por el grosor de sus tobillos y el ensanchamiento de su trasero, todo el peso anadido que distorsionaba su persona, en otro tiempo esbelta y deslumbrante. ?A eso se debia todo, a un acceso de vanidad? ?O era temor a quedarse atras por tener que pasar un tiempo alejada del escenario justo cuando le estaban ofreciendo papeles mejores, mas interesantes; miedo a interrumpir el avance de su carrera en el peor momento posible con el riesgo de no volver a encarrilarse? Tres meses despues de haberlo dado a luz (2 de julio de 1980), hizo una prueba para protagonizar una pelicula que iba a dirigir Douglas Flaherty, El sonador inocente. Consiguio el papel y tres meses despues se fue a Vancouver, en la Columbia Britanica, dejando en Nueva York a su hijo pequeno con su padre y una ninera interna, Edna Smythe, una jamaicana de cuarenta y seis anos y cien kilos de peso que se ocupo de el (y mas adelante de Bobby tambien) durante los siete anos siguientes. En cuanto a su madre, aquel papel catapulto su carrera en el cine. Tambien le aporto otro marido (Flaherty, el director) y una nueva vida en Los Angeles. No, contesto su padre cuando el muchacho le planteo la pregunta, no litigo por su custodia. Estaba «destrozada», explico su padre, que cito las palabras que ella le dijo en su momento, «renunciar a Miles era la decision mas dificil y horrorosa que habia tomado nunca», pero dadas las circunstancias, «no parecia que pudiera hacer otra cosa». En otras palabras, le dijo su padre aquella tarde en Abingdon Square, nos abandono. A los dos, a ti y a mi, chaval. Nos dejo tirados y sanseacabo.

Pero nada de lamentos, se apresuro a anadir. Nada de dudas ni morbosas exhumaciones del pasado. Su matrimonio con Mary-Lee no habia salido bien, pero eso no significaba que hubiera sido un fracaso. El tiempo habia demostrado que el verdadero objetivo de los dos anos que habia pasado con ella no era el de construir un matrimonio sostenible sino el de crear un hijo, y como ese hijo era la criatura mas importante del mundo para el, todas las decepciones que habia sufrido con ella habian valido la pena; no, mas que valer la pena, habian sido absolutamente necesarias. ?Quedaba eso claro? Si. En ese momento, el muchacho no cuestiono lo que le estaban diciendo. Su padre sonrio, le paso un brazo por el hombro, lo atrajo hacia su pecho y lo beso en lo alto de la frente. Eres mi ojito derecho, le dijo. Nunca lo olvides.

Fue la unica vez que hablaron asi de su madre. Tanto antes como despues de aquella conversacion de catorce anos atras, todo se limito en buena parte a cuestiones practicas: planear llamadas de telefono, sacar billetes de avion para California, recordarle que enviara tarjetas de cumpleanos, ver como coordinar sus vacaciones escolares con el trabajo de su madre en el cine. Podia ser que ella hubiera desaparecido de la vida de su padre, pero a pesar de las interrupciones e incoherencias, continuo estando presente en la suya. Desde el principio mismo, pues, habia sido un chico con dos madres. La verdadera, Willa, que no lo habia dado a luz, y la biologica, Mary-Lee, que desempenaba el papel de extrana desconocida. De los primeros anos ya no queda rastro, pero si se remonta a cuando tenia cinco o seis recuerda haber cruzado el pais en avion para verla; el nino que viajaba solo mimado por azafatas y pilotos, sentado en la cabina de mando antes del despegue, tomando refrescos dulces que rara vez le permitian beber en casa, y la enorme mansion en las colinas sobre Los Angeles con colibries en el jardin, flores rojas y moradas, enebros y mimosas, el frescor de las noches tras jornadas calurosas, inundadas de luz. Su madre era entonces guapisima, una elegante y encantadora rubia a quien a veces se referian como la reencarnacion de Carroll Baker o Tuesday Weld, pero con mas talento que ellas, mas inteligente a la hora de elegir papeles, y ahora que el estaba creciendo, ahora que para ella era evidente que no iba a tener mas hijos, lo llamaba su principito, su angel precioso, y el mismo chico que era el ojito derecho de su padre fue consagrado como el tierno corazoncito de su madre.

Sin embargo, nunca supo muy bien lo que hacer con el. Habia considerables cantidades de buena voluntad, suponia el, pero no mucho conocimiento, no la clase de comprension que Willa poseia, y en consecuencia rara vez sintio que pisara terreno firme en su presencia. De un dia para otro, en cualquier momento, ella podia pasar de la efervescencia a la distraccion, de las afables bromas a un silencio retraido, irritable. Aprendio a estar en guardia con ella, a prepararse para esos cambios imprevisibles, a saborear los buenos ratos mientras duraban, sin esperar que se prolongaran mucho. Iba a verla siempre que ella no tenia trabajo, lo que podria haber aumentado la inquietud que parecia invadir la casa. El telefono empezaba a sonar por la manana temprano y ya estaba hablando con su agente, un productor, un director, un companero de reparto o, si no, aceptando o rechazando alguna entrevista o sesion fotografica, una aparicion en television, la presentacion de este o aquel premio, o decidiendo donde cenar aquella noche, a que fiesta acudir la semana siguiente, aparte de enterarse de quien decia que sobre quien. Siempre habia mas tranquilidad cuando Flaherty estaba en casa. Su marido ayudaba a limar asperezas y a mantener bajo control su dosis nocturna de copas (tenia tendencia a que se le trabara la lengua cuando el estaba fuera de casa trabajando en algun sitio), y como el tenia una hija de un matrimonio anterior, percibia mejor que su madre lo que al chico le pasaba por la cabeza. Su hija se llamaba Margie, o Maggie, ya no se acuerda bien, una chica con pecas y rodillas gordezuelas, y a veces retozaban por el jardin, se echaban agua mutuamente con la manguera o jugaban a las meriendas representando diversas partes del episodio del Sombrerero Loco de Alicia en el pais de las maravillas. ?Cuantos anos tenia el entonces? ?Seis? ?Siete? Cuando tenia ocho o nueve, a Flaherty, ingles trasplantado a quien no interesaba el beisbol, se le ocurrio llevarlos una noche a Chavez Ravine a ver jugar a los Dodgers contra los Mets, el equipo de su ciudad natal, el club al que habia apoyado tanto en las buenas temporadas como en las malas. Era un individuo afectuoso, el bueno de Flaherty, un tipo bastante

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