para arrastrarse hasta el cuarto de bano, donde se encerro con llave.
En el cuarto de bano habia pijamas, extendidos profusamente; Marsha se puso uno. Era de hombre, color azul oscuro y muy grande. Las mangas le cubrian las manos, y era muy dificil no pisar los pantalones, a pesar de que estos estaban doblados hacia arriba.
Salio del cuarto de bano y ella misma se metio en la cama. Acomodandose en las frescas sabanas, tuvo conciencia una vez mas de la tranquila y reconfortante voz de Peter McDermott. Era una voz que le placia, penso Marsha, y su dueno tambien.
– Royce y yo nos marchamos ahora, miss Preyscott. La puerta de esta habitacion queda con llave al cerrarse y la llave esta al lado de la cama. No la molestaran.
– Gracias. -Con la voz adormilada, pregunto:- ?De quien son los pijamas?
– Mios. Lamento que sean tan grandes.
Trato de mover la cabeza, pero estaba demasiado cansada.
– No importa… agradables… -Se alegraba de que los pijamas fueran de el. Tenia la consoladora sensacion de estar cobijada, despues de todo.- Agradables -repitio con suavidad. Fue el ultimo pensamiento mientras estuvo despierta.
8
Peter espero solo el ascensor en el quinto piso. Aloysius Royce ya habia tomado el ascensor de servicio para ir al decimoquinto, donde estaban sus habitaciones, adyacentes a la
Habia sido una noche llena de acontecimientos, penso Peter… con su parte de cosas desagradables… aun cuando no excepcionales tratandose de un gran hotel, que a menudo presentaba y exhibia pedazos de vida que los empleados de hoteles se habituaban a ver.
Cuando llego el ascensor, dijo al ascensorista:
– Al salon de entrada, por favor -recordando que Christine estaba esperando en el entresuelo principal, pero que su tarea en la planta baja solo le llevaria unos minutos.
Advirtio con impaciencia que, aunque las puertas del ascensor estaban cerradas, no habia comenzado a bajar. El ascensorista, uno de los hombres que hacian el servicio nocturno con regularidad, movia la manija de control de atras para adelante. Peter pregunto:
– ?Esta seguro que las puertas estan bien cerradas?
– Si, senor. No es eso; son las conexiones. Aqui o arriba. -El hombre movio la cabeza en direccion al techo, donde estaba la maquinaria, y agrego:- He tenido bastantes inconvenientes, ultimamente. El jefe de mecanicos estaba inspeccionandolo todo el otro dia -movio la manija con vigor. Con un brusco movimiento el mecanismo funciono y el ascensor comenzo a descender.
– ?Que ascensor es este?
– El numero cuatro.
Peter tomo nota mental, para preguntar al mecanico cual era el inconveniente.
Eran casi las doce y media de la noche en el reloj del salon de entrada, cuando salio del ascensor. Como siempre a esta hora, habia mermado la entrada y salida de gente, pero todavia se veian bastantes personas, y los acordes de la musica desde el «indigo Room» proximo, indicaba que la cena danzante estaba en su apogeo. Peter se volvio a la derecha, hacia la recepcion, pero solo habia dado unos pasos cuando vio una figura obesa que se le aproximaba. Era Ogilvie, el detective principal, a quien no, se le habia encontrado horas antes. El rostro de fuertes maxilares del expolicia (anos antes habia servido sin destacarse en la fuerza de Nueva Orleans) se mostraba inexpresivo, aunque sus pequenos ojos de cerdo se movian de un lado a otro, observando lo que ocurria alrededor. Como siempre, lo acompanaba un olor rancio a humo de tabaco, y una hilera de gruesos cigarros, como torpedos sin disparar, llenaba el bolsillo superior de su chaqueta.
– Me han dicho que andaba buscandome -dijo Ogilvie. Fue un comentario simple, despreocupado.
Peter sintio que la colera que habia experimentado antes recrudecia:
– Por supuesto que si. ?Donde demonios estaba usted?
Trabajando, mister McDermott. -Para ser un hombre grande, Ogilvie tenia una sorprendente voz de falsete.- Si quiere saberlo, estaba en el Departamento de Policia informando sobre algunos inconvenientes que hemos tenido aqui. Hoy robaron una maleta del cuarto de los equipajes.
– ?Departamento de Policia…! ?En que habitacion estuvieron jugando al poquer?
Los ojos de cerdo brillaron con resentimiento:
– Si lo toma usted de esa manera, sera mejor que haga una inspeccion… o que hable con mister Trent.
Peter asintio con resignacion. Seria una perdida de tiempo; lo sabia. La coartada, sin duda alguna, era buena; los amigos de Ogilvie en el Departamento de Policia, lo respaldarian. Ademas, Warren Trent jamas haria nada contra Ogilvie, que estaba en el «St. Gregory», tanto tiempo como el propietario mismo. Algunas personas decian que el grueso detective sabia donde estaban enterrados uno o dos cuerpos, y por eso tenia amarrado a Warren Trent. Pero, cualquiera que fuera la razon, la posicion de Ogilvie era inatacable.
– Bien, se ha perdido usted un par de emergencias -dijo Peter-. Ambas estan solucionadas.
Quiza, despues de todo, lo mismo daba que Ogilvie no hubiera estado presente. Sin duda el detective del hotel no habria respondido en el caso de Albert Wells con la misma eficiencia que Christine, ni hubiera manejado el asunto de Marsha Preyscott con tacto y comprension.
Resuelto a no pensar mas en Ogilvie, tras un ligero movimiento de cabeza, se dirigio a la recepcion.
El empleado nocturno a quien habia telefoneado con anterioridad estaba en su escritorio. Peter decidio intentar un acercamiento conciliatorio. Dijo en tono agradable:
– Gracias por ayudarme con el problema del piso decimocuarto. Hemos instalado a mister Wells comodamente en la habitacion 1410. El doctor Aarons se esta ocupando de la enfermera, y el mecanico proveyo el oxigeno.
El rostro del empleado del servicio de habitaciones se habia endurecido cuando Peter se le aproximo. Ahora aflojaba:
– No imagine que se tratara de algo tan serio.
– Fue una cosa de vida o muerte en un momento dado; por eso me interesaba tanto que se le trasladara a la otra habitacion.
El empleado asintio con gravedad.
– En ese caso hare investigaciones. Si, puede usted estar seguro.
– Tambien hemos tenido problemas en el piso undecimo. ?Quiere decirme a nombre de quien esta la
El empleado miro su lista; mostro una tarjeta:
– Mister Stanley Dixon.
– Dixon… -Era uno de los dos nombres que Aloysius Royce le habia dado en su breve conversacion despues de dejar a Marsha.
– Es el hijo del comerciante de automoviles. Mister Dixon, padre, esta con frecuencia en el hotel.
– Gracias. -Peter asintio con la cabeza.- Sera mejor que le ponga entre los que se marchan del hotel, y haga que el cajero envie la cuenta. -Se le ocurrio una idea.- No, ocupese de que me manden la cuenta a mi, manana, y yo escribire la carta. Habra un excedente por danos, despues de que hayamos calculado el importe.
– Muy bien, mister McDermott. -El cambio en la actitud del empleado era notoria.- Le dire al cajero que haga lo que usted solicita. Entiendo que la
– Si. -Peter decidio que no habia para que mencionar la presencia de Marsha en el 555, que quiza pudiera marcharse sin ser vista por la manana, temprano. Ese pensamiento le recordo su promesa de telefonear a la casa de los Preyscott. Tras un cordial «?buenas noches!» al empleado, cruzo el salon de entrada hasta un escritorio que no estaba ocupado, utilizado durante el dia por uno de los ayudantes de gerencia. Encontro en la guia a un Mark Preyscott, en Garden District, y marco el numero. El telefono continuo llamando durante un tiempo antes que una voz de mujer adormilada contestara. Identificandose, anuncio:
– Tengo un mensaje de Miss Preyscott para Anna.
La voz respondio, con un marcado acento sureno: