Por supuesto que nadie admitia la existencia de una lista negra. Pero en una gran cantidad de hoteles, la mayoria afiliados a la misma cadena, las solicitudes de empleo de Peter McDermott fueron rechazadas en forma definitiva. Solo en el «St. Gregory», un hotel independiente, pudo obtener trabajo con un salario que Warren Trent, con un encogimiento de hombros, condiciono a la propia desesperacion de Peter.

Por ello, cuando un momento antes habia dicho: «El hecho de permanecer aqui no es una respuesta a todo», habia presumido de una independencia que no existia. Sospechaba que Christine tambien lo sabia.

Peter la observaba mientras ella maniobraba con pericia su pequeno coche a traves del estrecho espacio de Burgundy Street, por los suburbios del French Quarter, corriendo paralelamente al Mississippi, un kilometro mas al Sur. Christine aminoro por un momento la marcha eludiendo un grupo de tambaleantes juerguistas que venian desde Bourbon Street, brillante y congestionada, dos manzanas mas adelante.

– Creo que hay algo que usted deberia saber. Curtis O'Keefe llega manana -anuncio entonces Christine.

Era el tipo de noticia que McDermott habia temido y esperado por igual.

Curtis O'Keefe era un hombre que le hacia temblar. Cabeza de la cadena mundial de «Hoteles O'Keefe», compraba hoteles como otros hombres compran corbatas o panuelos. Era obvio, hasta para el menos informado, que la aparicion de Curtis O'Keefe en el «St. Gregory» no podia tener mas que un significado: su interes en adquirir el hotel para la cadena O'Keefe, que se expandia continuamente.

– ?Viene para comprarlo? -pregunto Peter.

– Podria ser. -Christine mantuvo sus ojos en la calle poco iluminada.- W. T. no quiere vender. Pero puede suceder que no le quede alternativa. -Estaba por agregar que esto ultimo era una informacion confidencial, pero no lo hizo. Peter lo entenderia asi. Y en cuanto a la presencia de Curtis O'Keefe, esta novedad electrizante correria por el «St. Gregory» por la manana, a los pocos minutos de la llegada del importante personaje.

– Supongo que tenia que suceder. -Peter lo sabia, lo mismo que otros ejecutivos del hotel, que en los ultimos meses el «St. Gregory» habia sufrido grandes perdidas financieras.- A pesar de todo, creo que es una pena.

– Todavia no ha sucedido. Le dije que W. T. no quiere vender -le recordo.

Peter asintio con la cabeza, sin hablar.

Estaban dejando atras el French Quarter, girando a la izquierda por el bulevar bordeado de arboles de Esplanade Avenue, desierta ahora, salvo por las luces posteriores de alguno que otro coche que desaparecia con rapidez hacia Bayou St. John.

Luego Christine informo:

– Hay problemas para la refinanciacion. W. T. ha tratado de buscar nuevos capitales. Todavia espera lograrlos.

– Entonces, supongo que veremos bastante mas frecuentemente a mister Curtis O'Keefe.

– ?Y si no?

Y mucho menos a Peter McDermott, penso Peter. Se preguntaba si habia llegado el momento en que en una cadena de hoteles, tal como la «O'Keefe» pudiera considerarlo rehabilitado y digno de empleo. Lo dudaba. En algun momento podria suceder si su concepto seguia siendo bueno. Pero todavia no.

Parecia probable que pronto tendria que buscar otro empleo. Decidio no preocuparse hasta que sucediera.

– El «O'Keefe St. Gregory» -rumio Peter-. ?Cuando lo sabremos con seguridad?

– En cualquiera de los dos casos, a fin de semana.

– ?Tan pronto?

Christine sabia que habia razones apremiantes para que fuera tan pronto. Por el momento se las reservo.

Peter dijo con enfasis:

– El viejo no encontrara nuevo capitalista.

– ?Por que es tan categorico?

– Porque la gente que tiene esa cantidad de dinero quiere invertirla en cosas seguras. Seguridad significa buena administracion. Y el «St. Gregory» no la tiene. Podria tenerla, pero no la tiene.

Se dirigian al Norte, por Elysian Fields, con sus dos direcciones desiertas, cuando, de subito, una relampagueante luz blanca que se movia de un lado a otro aparecio delante. Christine freno, y cuando el coche se detuvo, se acerco un agente de transito uniformado. Dirigiendo su linterna sobre el «Volkswagen», dio una vuelta alrededor del coche, inspeccionandolo. Mientras lo hacia, pudieron ver que la seccion del camino que tenian enfrente estaba bloqueada por una valla. Mas alla de la misma habia otros hombres uniformados, y algunos vestidos de paisano, que estaban examinando la superficie del camino con ayuda de potentes luces.

Christine bajo el cristal de la ventanilla cuando el policia se acerco a su lado. Aparentemente satisfecho con la inspeccion, dijo:

– Tendran que hacer un desvio. Vayan despacio por la otra direccion, y el agente del otro extremo los volvera de nuevo a esta.

– ?Que pasa? -pregunto Peter-. ?Que ha sucedido?

– Uno que atropello a alguien y huyo. Sucedio esta noche, temprano.

– ?Hubo muertos? -pregunto Christine.

– Una ninita de siete anos. -Y en respuesta a sus expresiones de desagrado, el policia les refirio:- Iba caminando de la mano de su madre. Esta esta en el hospital. La nina murio instantaneamente. Los que iban en el coche tuvieron que darse cuenta, pero siguieron… -Y anadio en voz baja:- ?Miserables!

– ?Los encontraran?

– Los encontraremos -afirmo cenudo el policia, indicando la actividad que se desarrollaba detras de la barrera-. Los muchachos, por lo comun, los encuentran. Y esto los ha indignado. Hay vidrios en el camino, y el coche que las atropello debe de tener marcas. -Mas faros se estaban aproximando desde atras, y entonces les hizo continuar la marcha.

Permanecieron silenciosos, mientras Christine conducia despacio por el desvio, al final del cual le hicieron una senal para que tomara la direccion correspondiente. En algun lugar de la mente de Peter se habia alojado una impresion, un medio pensamiento errante, que no podia definir. Suponia que era el incidente mismo lo que lo estaba molestando, como siempre sucedia con las tragedias repentinas, pero una vaga inquietud lo mantuvo preocupado hasta que, con sorpresa, oyo que Christine le decia:

– Ya estamos cerca de casa.

Habia dejado atras Elysian Fields y tomado Prentiss Avenue. Un momento despues el pequeno coche giro a la derecha, luego a la izquierda, para detenerse en el parking de un edificio de apartamentos.

– Si todo lo demas falla -dijo alegremente Peter-, me hare barman. -Estaba preparando cocteles en la sala de Christine, de suaves tonos verde-musgo y azul, mientras ella cascaba huevos en la cocina.

– ?Ha sido barman alguna vez?

– Durante algun tiempo. -Calculo tres medidas de whisky de centeno, dividiendolo en dos partes, luego busco «angostura» y los amargos de Peychaud.- Alguna vez se lo contare. -Y pensandolo de nuevo, aumento la proporcion de whisky, utilizando un panuelo para enjugar algunas gotas que habian caido en la alfombra azul de Wedgewood.

Incorporandose, echo una mirada por la sala, con su agradable combinacion de muebles y colores; un sofa provenzal frances tapizado con un diseno de hojas en blanco, azul y verde; un par de sillas Hepplewhite proximas a una mesa de nogal con tapa de marmol, y un aparador de caoba con incrustaciones, en el que estaba preparando las bebidas. En las paredes habia algunos grabados de la Luisiana francesa, y un oleo de un impresionista moderno. El conjunto era acogedor, alegre, muy parecido a Christine, penso. Solo un pesado reloj de chimenea colocado sobre el mueble que tenia a su lado resultaba una nota incongruente. El reloj, que sonaba con suavidad, era, sin duda alguna, victoriano, con complicados adornos de bronce, anticuados y algo oxidados. Peter lo miro con curiosidad.

Cuando llevo las bebidas a la cocina, Christine estaba vertiendo los huevos batidos en el tazon a una sarten caliente.

– Tres minutos mas -dijo- y estara lista.

Le dio su bebida y chocaron los vasos.

– Preste atencion a mi omelette -dijo Christine-. Ya esta lista.

Resulto lo que prometia ser: liviana, jugosa y sazonada con hierbas.

– Tal como deben ser las omelettes -aseguro el-, pero rara vez las hacen asi.

– Tambien se hacer huevos pasados por agua.

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