bordes.- Bien, ?donde queda el Salon Dauphine?
– Aqui.
– Ya le adverti a Ellis que habia una reunion, senor -interrumpio Chandler-, y que usted queria observar lo que ocurria, sin ser visto.
– ?Que hay en las paredes y cielos rasos? -pregunto el hombre del
– Las paredes son macizas. Hay un espacio entre el cielo raso y el piso de arriba, pero si piensa estar alli, no lo haga. Caeria a traves del yeso.
– Compruebelo -dijo Quaratone, que habia estado pensando, precisamente, eso. Senalo el plano con un dedo-. ?Que son estas lineas?
– Salidas del aire caliente que viene desde la cocina. En cualquier lugar proximo a eso, se asara.
– ?Y esto otro?
Ellis se inclino, estudiando el plano. Consulto una segunda hoja.
– Conductos de aire frio. Corre a traves del cielo raso del Salon Dauphine.
– ?Hay salidas de aire frio hacia ese salon?
– Tres. En el centro y en cada uno de los extremos. Ahi estan marcadas.
– ?De que tamano es el conducto?
– Poco mas o menos un tercio de metro cuadrado -estimo el hombre del mantenimiento.
– Me gustaria introducirme en ese conducto, y arrastrarme por el, para oir y ver lo que sucede abajo.
Necesitaron menos tiempo del que habian previsto. Ellis (al principio muy reticente), fue convencido por Chandler para que obtuviera otro traje de mecanico y un equipo de herramientas. El hombre del
El paso a traves de la cocina (ostensiblemente, de dos operarios del mantenimiento) no llamo la atencion. Ellis habia retirado de antemano una rejilla de metal colocada arriba, en la pared del anexo. Una escalera alta estaba frente a la abertura que habia estado cubierta por la rejilla. Sin hablar, Quaratone subio por la escalera y se introdujo en el hueco. Descubrio que habia espacio para arrastrarse, utilizando los codos, pero era muy justo. La oscuridad, exceptuando los fugaces reflejos provenientes de la cocina, era completa. Sintio una rafaga de aire fresco en la cara; la presion del aire aumentaba a medida que su cuerpo obstruia mas el conducto de metal.
– Cuente cuatro salidas de aire -le susurro Ellis desde atras-. La cuarta, quinta y sexta son las del Salon Dauphine. Trate de no hacer ruido, senor, porque lo oiran. Volvere dentro de media hora; si no ha terminado, insistire media hora despues. -Quaratone trato de volver la cabeza, pero no pudo. Eso le sugirio que salir seria mas dificil que entrar. Para animarse, se dijo en voz baja: «?Adelante, Roger!», y comenzo a arrastrarse.
La superficie metalica era dura para rodillas y codos. Tenia tambien unos rebordes afilados que lastimaban. Quaratone retrocedio cuando un tornillo le rasgo el pantalon, penetrandole dolorosamente en la pierna. Desengancho la tela y volvio a avanzar.
Los conductos de aire eran faciles de localizar por la luz que se filtraba desde abajo. Paso por encima de tres salidas de aire, deseando que las rejillas y conductos estuvieran bien firmes. Al acercarse a la cuarta, oyo voces. Parecia que la reunion habia comenzado. Para alegria de Quaratone, las voces llegaban con claridad, y extendiendo el cuello podia ver una parte de la habitacion de abajo. La vista, penso, probablemente fuera mejor desde la siguiente rejilla. Asi era. Ahora podia ver mas de la mitad de la concurrida asamblea, donde el presidente de los dentistas, el doctor Ingram, estaba hablando. El hombre del
– …les pido -estaba diciendo el doctor Ingram-, que tomen la actitud mas dura -se callo un momento, y prosiguio-: Los profesionales como nosotros, por naturaleza, estamos situados en un termino medio, pero hemos perdido demasiado tiempo hablando de los derechos humanos. Entre nosotros, no discriminamos, por lo menos, la mayor parte del tiempo, y hemos considerado que ya ha habido bastante de eso en el pasado. En general, hemos desoido los sucesos y las presiones externas a nuestras propias filas. Nuestro razonamiento ha sido que somos profesionales, hombres de la medicina, con poco tiempo para otras cosas. Bien, puede ser que eso sea verdad, aunque comodo. Pero aqui y ahora… nos guste o no,
El pequeno doctor se detuvo, escrutando con los ojos los rostros de su auditorio.
– Ustedes ya estan informados de la intolerable ofensa hecha por este hotel a nuestro distinguido colega, el doctor Nicholas; una ofensa en abierto desafio a la ley de los derechos civiles. En represalia, como presidente, tengo que recomendar una accion extrema: debemos cancelar nuestra convencion, y retirarnos del hotel, en masa.
Se produjo un movimiento de sorpresa en los distintos sectores del salon. El doctor Ingram continuo:
– La mayor parte de ustedes estaban enterados de esa proposicion. Para otros, para los que han llegado esta manana, es una cosa nueva. Permitanme anadir, para conocimiento de ambos grupos, que el paso que acabo de proponer significa inconvenientes y frustracion, tanto para mi como para ustedes, y una perdida profesional asi como de interes publico. Pero hay situaciones que implican planteos de conciencia demasiado serios, en los que solo caben definiciones categoricas. Creo que esta es una de ellas. Tambien es la unica forma en que podemos demostrar la fuerza de nuestros sentimientos y con la que probaremos, sin lugar a dudas, que en materia de derechos humanos esta profesion no sera burlada otra vez.
Desde algunos puntos llegaron exclamaciones de: «?Bien! ?Bien!» pero tambien otras de disentimiento.
Cerca del centro del salon, una figura corpulenta se puso de pie. Quaratone, inclinandose hacia delante, desde su ventajosa situacion tuvo una impresion de mandibulas, una sonrisa en unos labios gruesos, y anteojos de pesada armazon. El hombre anuncio:
– Soy de Kansas City.
Hubo un aplauso calido que fue retribuido con un ademan.
– Solo tengo una pregunta que hacer al doctor. ?Sera el quien le explique a mi mujercita (que ha estado contando con este viaje, como muchas otras esposas, supongo)
– ?No se trata de eso! -protesto una voz indignada, que fue ahogada por comentarios y risas ironicas de otros asistentes.
– Si, senor -dijo el hombre corpulento-, me gustaria que fuera el quien se lo dijera a mi esposa -y complacido consigo mismo, volvio a sentarse.
– Senores, este es un asunto urgente, serio. -El doctor Ingram estaba de pie, con la cara roja, indignado.- Hemos postergado una resolucion por veinticuatro horas lo que, en mi opinion, significa que ya hemos perdido medio dia.
Hubo aplausos, pero breves y esparcidos. Muchas otras voces hablaron a la vez. Al lado del doctor Ingram, el presidente de la reunion golpeo la mesa con un mazo.
Otros hablaron, deplorando la expulsion del doctor Nicholas, pero dejando la cuestion de la represalia sin respuesta. Entonces, como por consenso general, la atencion se centralizo en una figura delgada, apuesta, que se habia puesto de pie, con una sugestion de autoridad, proxima al frente del salon. Quaratone no pudo escuchar el nombre que anuncio el presidente, pero oyo:
– …segundo vicepresidente y miembro de nuestra junta ejecutiva.
El nuevo orador tenia una voz seca y autoritaria.
– Fue a mi requerimiento, apoyado por algunos de nuestros miembros ejecutivos, por lo que esta reunion se celebra
– ?De que tiene miedo…? ?De comprometerse? -interrumpio desde la plataforma el doctor Ingram.
– Siento como nadie un desagrado personal por la discriminacion -continuo el hombre apuesto, desoyendo la pregunta de Ingram-. Algunos de mis mejores… -dudo- de mis mas apreciados asociados son de otros credos y razas. Ademas, deploro, con el doctor Ingram, el incidente de ayer. En lo que discrepamos en este momento, es simplemente en una cuestion de procedimiento. El doctor Ingram (si se me permite emular su inclinacion a las metaforas), propugna la «extraccion». Mi punto de vista es tratar con mas mesura una «infeccion» desagradable,