pero «localizada» -hubo un rumor de risas. El orador sonrio-. No puedo creer que nuestro colega, el doctor Nicholas desgraciadamente ausente -prosiguio-, gane nada en absoluto con la cancelacion de nuestra convencion. Es seguro que, como profesion, perderiamos. Mas aun, y ya que estamos en sesion privada lo dire con franqueza, no creo que como organizacion, el amplio tema de las relaciones raciales, sea de nuestra incumbencia.
Una sola voz, cerca del fondo, protesto:
– ?Por supuesto que nos incumbe! ?Acaso, no le incumbe a todo el mundo? -Pero en casi todo el salon, solo hubo un atento silencio.
El orador movio la cabeza.
– Cualquiera que sea la postura que tomemos o dejemos de tomar, debe ser en forma individual. Desde luego, debemos apoyar a nuestra gente cuando sea necesario. Dentro de un momento seguire ciertos pasos para el caso del doctor Nicholas. Pero estoy de acuerdo con el doctor Ingram en que somos medicos profesionales con poco tiempo para otras cosas.
– ?Yo no he dicho eso! -barboto el doctor Ingram, poniendose de pie de un salto-. Senale que era un punto de vista que se habia sostenido en el pasado. Sucede que estoy en completo desacuerdo.
El hombre apuesto se encogio de hombros.
– Y sin embargo, esa fue su declaracion.
– Pero no con esa significacion. ?No permitire que tergiverse el sentido de mis palabras! -Los ojos del doctor Ingram brillaban colericos. Prosiguio con vehemencia, sin esperar autorizacion:
– Senor presidente: estamos aqui hablando ligeramente, usando palabras como «desgraciado» y «lamentable». ?No comprenden todos ustedes que es mas que eso? ?Que estamos considerando una cuestion de derechos humanos y de decoro? Si hubieran estado aqui ayer y hubieran presenciado, como yo, la indignidad y el agravio inferido a un colega, a un amigo, a un hombre bueno…
– ?Orden! ?Orden! -se oyeron algunas exclamaciones fuertes. Cuando el presidente de la reunion golpeo con el mazo, el doctor Ingram con sonrojo y disgusto, se dio por vencido.
– ?Puedo continuar? -inquino con cortesia el hombre apuesto.
El presidente asintio.
– Gracias, senores, formulare mis sugerencias en forma breve. Primera: propongo que en el futuro nuestras convenciones se lleven a cabo en locales, donde el doctor Nicholas y otros de su raza, sean aceptados sin preguntas ni inconvenientes. Hay muchos lugares que el resto de nosotros encontrara aceptables. En segundo lugar: propongo que levantemos un acta desaprobando la actitud de este hotel al rechazar al doctor Nicholas; despues de lo cual deberiamos continuar con nuestra convencion, como se proyecto.
En el estrado, el doctor Ingram sacudia la cabeza, sin poder creer lo que oia.
El orador consulto una hoja de papel que tenia en la mano.
– De acuerdo con otros miembros de la junta ejecutiva, he preparado una resolucion…
En su nido de ave de presa, Quaratone habia dejado de escuchar. Se podia presumir lo que diria; si era necesario, obtendria una copia mas tarde. Observaba, en cambio, los rostros del auditorio de alli abajo. Era un conjunto de rostros comunes, de hombres razonablemente educados. Traslucian alivio. Alivio, penso Quaratone, al no tener que afrontar el tipo de accion, poco comoda y desacostumbrada, que habia propuesto el doctor Ingram. El recurso de las palabras, exhibidas con cuidado en un estilo democratico, ofrecio una salida. Las conciencias se sentirian aliviadas, las conveniencias intactas. Habia habido una suave protesta, un solo orador que apoyo al doctor Ingram, pero de poco peso. Y la reunion parecia abocarse a una prolija discusion respecto a las palabras de la resolucion.
El hombre del
6
Peter McDermott se entero de la decision del Congreso de Odontologos de continuar la convencion, casi tan pronto como termino la reunion
Peter suponia que, en beneficio del hotel, debia sentirse complacido. En cambio tenia una sensacion de depresion. Se preguntaba que efecto habia producido en el doctor Ingram, cuya fuerte motivacion y rectitud habian sido repudiados.
Peter reflexiono, con desagrado, que, despues de todo, la cinica apreciacion de Warren Trent habia resultado acertada. Estimo que debia informar al propietario del hotel.
Cuando Peter entro en la
– ?Fue una reunion agradable? -pregunto Christine. Al ver que titubeaba, parecio divertida-. ?No lo has olvidado ya?
– Todo estuvo muy agradable. Sin embargo, te eche de menos… y todavia no me perdono la confusion de las invitaciones.
– Hemos envejecido veinticuatro horas. Ya puedes olvidarla.
– Si estas libre, tal vez pudieramos compensarlo esta noche.
– ?Estan lloviendo invitaciones! Esta noche voy a cenar con mister Wells.
– ?Se
– No lo bastante para salir del hotel, motivo por el que cenaremos aqui. Si trabajas hasta tarde, ?por que no te reunes con nosotros despues?
– Si puedo, lo hare -indico las puertas dobles, cerradas, del despacho del propietario del hotel-. ?Puedo ver a W. T.?
– Puedes entrar. Espero que no haya problemas. Parece estar
deprimido esta manana.
– Tengo noticias que le alegraran. Los dentistas acaban de votar contra la cancelacion del congreso -luego agrego con mas seriedad-: Supongo que ha visto los diarios de Nueva York.
– Si, y pienso que lo hemos merecido.
Peter hizo un gesto de asentimiento.
– Tambien vi los diarios locales – comento Christine-. No hay ninguna novedad respecto a aquel horrible accidente. No puedo olvidarlo.
– Yo tampoco. -Una vez mas la escena de tres noches atras: el camino atravesado con una cuerda; las linternas; la Policia buscando indicios… todo se presento a su recuerdo. Se pregunto si la investigacion de la Policia descubriria el coche y al conductor culpable. Quizas ambos estuvieran ya a salvo, aun cuando esperaba que no fuera asi. El recuerdo de un crimen le trajo el de otro delito. Tenia que acordarse de preguntar a Ogilvie si habia alguna novedad en la investigacion del robo perpetrado en el hotel. Se sorprendio, al pensar en ello, de no haber sabido ni una palabra del jefe de detectives hasta ahora.
Con una sonrisa a Christine, golpeo la puerta del despacho de Warren Trent, y entro.
La noticia que le traia Peter, parecio causarle poca impresion. El propietario del hotel asintio ausente, como molesto de tener que cambiar sus pensamientos, apartandolos del recuerdo intimo en que estaba sumergido.
Peter tuvo la sensacion de que iba a decirle algo… sobre otro asunto… luego, repentinamente, cambio de idea. Despues de una breve conversacion, Peter se marcho.
Albert Wells habia tenido razon, penso Christine, al predecir la invitacion de Peter McDermott para esa noche. Tuvo un momento de arrepentimiento por haber concertado deliberadamente una cita, para no estar disponible.