Ademas, te tengo buenas noticias.

– ?Nos vamos antes?

– Te conciernen mas a ti que a mi. El hecho es, querida mia, que te han asignado un papel en una pelicula. Desde hace tiempo me he estado ocupando de ello. Hoy me han llamado. Todo esta arreglado.

Tenia conciencia de que los ojos azules de Dodo lo estaban mirando.

– Estoy seguro de que es un papel importante; en verdad, insisti en que lo fuera. Si las cosas andan bien, como espero que suceda, podria ser el comienzo de algo muy importante para ti. -Curtis O'Keefe se interrumpio advirtiendo lo vacio de sus palabras.

– Supongo que eso significa… que tengo que marcharme -comento Dodo con lentitud.

– Desgraciadamente, querida, asi es.

– ?Pronto?

– Temo… que tendra que ser manana por la manana. Tomaras el avion de Los Angeles. Hank Lemnitzer te recibira.

Dodo movio la cabeza despacio, como asintiendo. Los dedos largos de su mano, en forma ausente, se dirigieron a su rostro para echar hacia atras una guedeja de pelo rubio ceniza. Fue un movimiento simple y, sin embargo, como muchos de los de Dodo, profundamente sensual. En forma absurda, O'Keefe sintio celos ante la idea de que Hank Lemnitzer estuviera con Dodo. Lemnitzer, que habia hecho el trabajo de fondo para la mayoria de las liaisons de su jefe en el pasado, no se atreveria a tener ninguna actitud dudosa, de antemano, con la favorita elegida. Pero despues…, despues ya era distinto. Aparto el pensamiento.

– Quiero que sepas, querida, que perderte es un golpe para mi. Pero debemos pensar en tu futuro.

– Curtie, esta bien. -Los ojos de Dodo seguian fijos en los de el. A pesar de su inocencia, Curtis tenia la absurda idea de que habia penetrado la verdad.- Esta bien. No tienes de que preocuparte -insistio ella.

– Esperaba que, con respecto al papel en la pelicula, estarias mas contenta.

– ?Lo estoy, Curtie! ?De veras, lo estoy! ?Haces las cosas mas lindas de una manera tan delicada!

– Es, en verdad, una esplendida oportunidad. -Ante la reaccion de ella, sintio reforzada su propia confianza.- Estoy seguro de que lo haras bien, y por supuesto, seguire de cerca tu carrera. -Resolvio concentrar sus pensamientos en Jenny LaMarsh.

– Supongo… -habia un dejo como de llanto en la voz de Dodo-, supongo que te iras esta noche. Antes que yo.

– No -dijo, tomando una decision inmediata-, cancelare mi pasaje y partire manana por la manana. Esta noche sera algo especial para los dos.

Mientras Dodo lo miraba con agradecimiento, sono el telefono. Con una sensacion de alivio al tener otra cosa que hacer, Curtis lo atendio.

– ?Mister O'Keefe? -pregunto una voz agradable.

– Si.

– Soy Christine Francis… ayudante de mister Warren Trent. Mister Trent pregunta si puede recibirlo ahora.

O'Keefe miro su reloj. Faltaban unos minutos para las doce.

– Si. Vere a mister Trent. Digale que venga.

Poniendo el telefono en su lugar, sonrio a Dodo.

– Parece, querida, que ambos tenemos algo que celebrar… Tu, un brillante futuro, y yo, un nuevo hotel.

8

Una hora antes Warren Trent, pensativo, estaba sentado tras las cerradas puertas dobles de su despacho, en la suite de los ejecutivos. Esa manana, varias veces, habia llegado hasta el telefono con la intencion de llamar a Curtis O'Keefe, aceptando los terminos de este ultimo para hacerse cargo del hotel. Parecia que ya no habia por que demorarlo. El Sindicato de Jornaleros habia sido la ultima esperanza de una refinanciacion. El brusco rechazo proveniente de esa fuente, derrumbo la postrera resistencia de Warren Trent a la absorcion por el monstruo O'Keefe.

Sin embargo, en cada ocasion, despues del movimiento inicial de su mano, Warren Trent se echo atras. Era como un prisionero condenado a morir a una hora determinada, pero con la posibilidad de suicidarse antes.

Acepto lo inevitable. Comprendia que pondria fin a su propia posesion, porque no habia otra alternativa. Sin embargo, la naturaleza humana le urgia a mantenerse hasta el ultimo instante del plazo en que todo terminaria.

Habia estado proximo a capitular, cuando la llegada de Peter McDermott lo detuvo. McDermott le informo de la decision del Congreso de Dentistas Americanos de continuar la convencion, hecho que no lo sorprendio porque lo habia predicho el dia anterior. Pero ahora todo eso parecia remoto y sin importancia. Se alegro cuando McDermott se marcho.

Despues, durante un momento, cayo en una de esas ensonaciones, recordando los triunfos pasados y las satisfacciones que trajeron consigo. Ese habia sido el momento, no hacia mucho, en realidad, cuando su hotel era el preferido de los grandes y casi-grandes: presidentes, testas coronadas, nobleza, damas resplandecientes y hombres distinguidos, los nababs del poder y del dinero, famosos e infames (todos con una caracteristica: exigian atencion, y la recibian). Y adonde iba esa elite, otros la seguian, hasta que el «St. Gregory» se convirtio en una Meca y en una maquina para hacer dinero.

Cuando los recuerdos es lo unico que se tiene (o asi lo parecia), es mejor saborearlos. Warren Trent deseaba que durante la hora, mas o menos, que le quedaba para seguir siendo propietario, nadie lo molestara.

El deseo no se realizo.

Christine Francis entro tranquilamente, captando, como siempre, su estado de animo.

– Mister Emile Dumaire quiere hablar con usted. Yo no le hubiera incomodado, pero insiste en que es urgente.

Seguro que se trataba de algo de O'Keefe, gruno. Los buitres se estaban reuniendo. Sin duda, pensandolo bien, el simil no era justo. Una buena cantidad del dinero del «Industrial Merchants Bank», del que era presidente Emile Dumaire, estaba comprometida en el «St. Gregory Hotel». Tambien era el «Industrial Merchants Bank» el que algunos meses antes se habia negado a prorrogar el credito, como asi tambien el prestamo mayor para una refinanciacion. Bien, Dumaire y sus colegas directores no tenian por que preocuparse ahora. Con el inminente arreglo, su dinero estaba asegurado. Warren Trent supuso que debia tranquilizarlo.

Estiro la mano para tomar el telefono.

– No. Mister Dumaire esta aqui, esperando fuera.

Warren Trent se detuvo sorprendido. Era poco usual que Emile Dumaire dejara la fortaleza de su Banco para visitar a alguien.

Un momento despues, Christine hizo entrar al visitante, cerrando la puerta al marcharse.

Emile Dumaire, bajo, majestuoso, con una orla de cabello cano y rizado, tenia una linea directa de antepasados criollos. Sin embargo, se le veia petulante, como si saliera de una de las paginas de Pickwick Papers. Sus maneras eran de una pomposidad que hacia juego.

– Le pido disculpas, Warren, por esta sorprendente visita sin haberla concertado antes. Sin embargo, la naturaleza de mi mision no me ha dejado mucho tiempo para etiquetas.

Se estrecharon las manos sin mucha cordialidad. El propietario del hotel, con un ademan, indico una silla al visitante.

– ?Que mision?

– Si no se opone, prefiero seguir un orden. Primero, permitame decirle cuanto lamente que no fuera posible acceder a su solicitud de renovacion del prestamo. Por desgracia, la suma y los terminos estaban mucho mas alla de nuestros recursos o de la politica establecida.

Warren Trent asintio con indiferencia. No le gustaba mucho el banquero, aunque nunca habia cometido el error de subestimarlo. Debajo de las ostentosas apariencias (que enganaban a muchos) habia una mente astuta y capaz.

– Sin embargo, estoy aqui -prosiguio Dumaire-, con un objeto que espero disipe algunos de los poco afortunados aspectos de aquella primera ocasion.

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