escrita por la duquesa de Croydon para llevar el coche.
Peter se encogio de hombros.
– Supongo, entonces, que todo esta bien. -Era extrano, sin embargo, pensar que Ogilvie utilizara el coche de los Croydon; y aun mas extrano, que existiera alguna clase de vinculo entre los duques y el rustico detective del hotel. Era evidente que Flora habia pensado lo mismo.
– ?Ha vuelto el coche? -pregunto Peter.
– No sabia si hablar a la duquesa de Croydon -informo Flora-, pero luego decidi preguntarselo a usted, primero.
– Me alegro. -Peter suponia que seria bastante facil preguntar a los Croydon si sabian el destino de Ogilvie. Puesto que este tenia su coche, parecia probable que lo supieran. Sin embargo, dudaba. Despues de su escaramuza con la duquesa el lunes por la noche, Peter no queria correr el riesgo de otro mal entendido, sobre todo cuando cualquier clase de indagacion podria ser rechazada como una intromision. Tambien habria que admitir la embarazosa situacion de que el hotel ignoraba el paradero de su detective jefe.
– Por el momento, dejelo asi.
Tambien habia otro asunto sin terminar: el de Herbie Chandler. Esta manana habia tenido intencion de informar a Warren Trent de las declaraciones hechas ayer por Dixon, Dumaire y los otros dos, implicando al jefe de botones en los hechos que llevaron al intento de violacion de la noche del lunes. Sin embargo, la obvia preocupacion del propietario del hotel, lo decidio a no hacerlo. Ahora, Peter suponia que era mejor que viera a Chandler, personalmente.
– Averigue si Herbie Chandler esta de turno esta tarde -instruyo a Flora-. Si esta, digale que me gustaria verlo a las seis en punto. Si no, manana por la manana.
Dejando la
– ?Peter! Estoy aqui.
Volviendo la cabeza, vio a Marsha saludandolo con la mano desde el asiento de su convertible. El coche se coloco en la fila de los taxis que esperaban. Un portero alerta se adelanto con rapidez a Peter y abrio la portezuela del coche. Mientras Peter se deslizaba en el asiento al lado de Marsha, vio a un trio de conductores de taxi sonreir, y uno de ellos emitio un largo silbido de lobo.
– ?Vaya! Si usted no hubiera venido, habria tenido que coger un pasajero -comento Marsha.
Con un ligero traje de verano estaba mas deliciosa que nunca, pero a pesar del saludo despreocupado, Peter sentia cierta timidez, tal vez a causa de lo que habia pasado entre ellos la noche anterior. Impulsivamente, el le tomo la mano y se la oprimio.
– Me gusta eso, aunque le prometi a mi padre utilizar las dos manos para conducir.
Con la ayuda de los conductores de taxi, que se movieron hacia delante y hacia atras para facilitarle la maniobra, saco el convertible al transito.
Pareceria, reflexiono Peter mientras esperaban la luz verde en Canal Street, que siempre lo estuvieran llevando de un lado a otro de Nueva Orleans, mujeres atractivas. Solo hacia tres dias que habia ido con Christine en el «Volkswagen» a su apartamento. Fue la misma noche que conocio a Marsha. Parecia que habian pasado mas de tres dias, quiza porque entretanto recibio una proposicion de casamiento de esta. Se preguntaba si a la cruda luz del dia, la muchacha tendria pensamientos mas razonables, aunque de cualquier manera, decidio no decir nada, salvo que ella lo mencionara.
De todos modos experimentaba una excitacion al estar juntos, en especial al recordar los momentos antes de partir la noche anterior… El beso, tierno; luego, con una pasion cada vez mas intensa, a medida que se disolvia la contencion; el momento crucial cuando habia pensado en Marsha, no como una nina sino como mujer; cuando la habia tenido en sus brazos, fuerte, sintiendo la urgente promesa de su cuerpo. Ahora, la observaba con disimulo: su ansiosa juventud, los movimientos flexibles de sus piernas, la levedad de su figura debajo del fino vestido. Si intentaba…
Se controlo, aunque a desgana. En el mismo impulso casto, recordo que en toda su vida adulta, hasta ahora, la proximidad de las mujeres habia ensombrecido su propio juicio, precipitandolo a indiscreciones.
Marsha lo miraba, distrayendo su propia atencion del transito que tenia delante.
– ?En que estaba usted pensando?
– En historia -mintio-. ?Por donde empezamos?
– Por el antiguo cementerio de St. Louis. ?Ha estado alli?
– Nunca pongo los cementerios en la lista de los lugares por visitar.
– En Nueva Orleans deberia hacerlo.
Era corto el camino hasta Basin Street. Marsha estaciono bien en el lado sur y cruzaron el bulevar hasta el cementerio rodeado por un muro, el de St. Louis, el principal, con su antigua entrada depilares.
– Mucha historia comienza aqui -explico Marsha, tomando del brazo a Peter-. A principios del 1700, cuando Nueva Orleans fue fundada por los franceses, la tierra era, en su mayor parte, un pantano. Aun seria un pantano si no fuera porque los diques interceptaron el rio.
– Ya se que es una ciudad humeda en sus cimientos. En el subsuelo del hotel, bombeamos las veinticuatro horas del dia. Bombeamos nuestras aguas para que vayan a las cloacas de la ciudad.
– Solia ser mucho mas humeda. Hasta en los lugares secos, el agua estaba a solo un metro bajo el nivel del suelo, de manera que cuando se cavaba una tumba, se inundaba antes de que nadie pudiera poner el feretro dentro. Hay relatos de que los sepultureros solian subirse sobre los feretros para que descendieran. Algunas veces agujereaban la madera para que se inundaran. La gente solia decir que si no estaban realmente muertos, se ahogarian.
– Parece una pelicula de horror.
– Algunos libros cuentan que el olor de los cuerpos muertos saturaba el agua potable. -Hizo un gesto de disgusto.- De cualquier manera, luego se dicto una ley estableciendo que los enterramientos tenian que hacerse sobre la superficie de la tierra.
Comenzaron a caminar entre hileras de tumbas edificadas. El cementerio era distinto de todos los otros que habia visto Peter. Marsha hizo un ademan, abarcandolas.
– Esto fue lo que sucedio despues de aprobarse la ley. En Nueva Orleans llamamos a este lugar, la ciudad de los muertos.
– Comprendo bien el porque.
Era como una ciudad, penso. Las calles irregulares, con tumbas al estilo de casas en miniatura, ladrillo y estuco, algunas con balcones de hierro y aceras angostas. Las casas tenian varios pisos o niveles. La ausencia de ventanas era el unico distintivo, pero en su lugar habia innumerables puertas pequenas.
– Son como entradas de apartamentos -comento.
– Son apartamentos, en realidad. Y la mayor parte arrendados a corto plazo.
El la miro con curiosidad.
– Las tumbas se dividen en secciones. Las de una familia comun tienen de dos a seis secciones; las mas grandes, mas. Cada seccion tiene su propia pequena puerta. Cuando hay un entierro, antes de la hora fijada, se abre una puerta. El feretro que ya estaba dentro se vacia, y los restos se empujan hacia el fondo, cayendo por una ranura a la tierra. El cajon vacio se quema y se pone el nuevo. Se deja por otro ano, y luego se hace lo mismo.
– ?Nada mas que un ano?
Una voz, desde atras, intervino.
– Es lo que necesita. A veces, estan mas tiempo… si el proximo no tiene prisa. Las cucarachas tambien ayudan.
Se volvieron. Un anciano, bajo y grueso, vistiendo un mono manchado, los miraba con expresion alegre. Quitandose su viejo sombrero de paja, se enjugo la calva con un panuelo de seda roja.
– Hace calor, ?no es cierto? Ahi dentro se esta mucho mas fresco. -Golpeo con la mano sobre una tumba, con aire familiar.
– Si es lo mismo para usted, prefiero el calor -exclamo Peter.
– A todos nos llega el fin -rio el otro-. ?Como esta, miss Preyscott?
– ?Hola, mister Collodi! Este es mister McDermott.
El sepulturero saludo amablemente.
– ?Echando un vistazo a la boveda de la familia?