– Su Gracia, es uno de los diarios locales. Dicen que han tenido una noticia… (titubeo ante un termino poco familiar) un boletin relampago que parece referirse a usted.
Haciendo un esfuerzo, la duquesa recobro su dominio.
– Paseme la comunicacion. Cuelgue la conexion. -Levanto el telefono que tenia cerca. Solo un observador muy perspicaz habria advertido que las manos le temblaban.
Espero el leve ruido que indicaba el cierre de la extension, y luego anuncio:
– Habla la duquesa de Croydon.
La voz rapida de un hombre, respondio:
– Senora, le hablan desde la oficina central del
Por un momento, la duquesa cerro los ojos, dejando que oleadas de alivio la inundaran, purificandola al arrastrar las preocupaciones.
La voz en el telefono insistio:
– Senora, ?todavia esta ahi?
– Si -obligo a su mente a que funcionara.
– Con respecto a la declaracion, querriamos…
– Por ahora -interrumpio la duquesa-, mi marido no tiene nada que decir, ni lo tendra, hasta que la designacion se confirme oficialmente.
– En ese caso…
– Lo mismo digo de la fotografia.
– Por supuesto -la voz parecia defraudada-, daremos la noticia que tenemos en la primera edicion.
– Eso es cosa de ustedes.
– Entretanto, si hay algun anuncio oficial, nos gustaria estar en contacto.
– Si eso ocurriera, estoy segura de que mi marido estaria encantado de hablar con la Prensa.
– Entonces, ?podemos llamar por telefono otra vez?
– Si. Hagalo, por favor.
Despues de colgar el receptor, la duquesa de Croydon se sento erguida e inmovil. Por ultimo, con una sonrisa en los labios, dijo:
– ?Se ha producido… Geoffrey ha triunfado!
Su marido la miraba incredulo. Se humedecio los labios.
– ?Washington?
La duquesa repitio la sintesis del boletin de la «AP».
– La filtracion fue deliberada, con seguridad, para probar la reaccion. Es favorable.
– No hubiera creido que ni siquiera tu hermano…
– Su influencia ha ayudado. Sin duda, han mediado otras razones. El momento. Se necesitaba alguien con tus antecedentes. La politica adecuada. Tampoco olvides que sabiamos que existia la posibilidad. Por fortuna, todo coincidio.
– Ahora que ha sucedido… -guardo silencio, sin desear completar su pensamiento.
– Ahora que ha sucedido… ?que?
– Me pregunto… ?lo podre llevar a cabo?
– Puedes y lo haras.
El duque movia la cabeza dubitativo.
– Hubo un tiempo…
– Todavia es tiempo -la voz de la duquesa se agudizo con autoridad-. Mas tarde te veras obligado a recibir a la Prensa. Habra otras cosas. Sera necesario que estes coherente y que permanezcas asi.
– Hare lo mejor que pueda -asintiendo, levanto el vaso para beber.
– ?No! -la duquesa se levanto; quito el vaso de la mano de su marido y lo llevo al cuarto de bano. El duque oyo que el contenido se derramaba en el lavabo.
– No habra mas de eso -anuncio ella volviendo-. ?Comprendes? Ni una gota mas.
Parecia que el duque iba a protestar; luego se mostro de acuerdo.
– Supongo… que es la unica manera.
– Si quieres que retire las botellas, que derrame esta…
– Yo me las arreglare -con un evidente esfuerzo de voluntad, trato de concentrar sus pensamientos. Con esa misma cualidad de camaleon que habia exhibido el dia anterior, parecia haber mas determinacion en sus rasgos que un momento antes. Su voz era firme, cuando observo:
– Es una noticia muy buena.
– Si. Puede significar un nuevo comienzo.
Dio un medio paso hacia ella; luego cambio de parecer. Cualquiera que fuera el nuevo comienzo, sabia que no incluiria eso.
Su esposa ya estaba razonando en voz alta.
– Sera necesario cambiar nuestros planes respecto a Chicago. De ahora en adelante, todos tus movimientos seran objeto de mucha atencion. Si vamos juntos, sera informado en grandes titulares en la Prensa de Chicago. Podria provocar curiosidad que el coche se llevara para ser reparado.
– Uno de nosotros debe ir.
– Yo ire sola -afirmo la duquesa con decision-. Puedo cambiar un poco mi aspecto, usar anteojos. Si tengo cuidado, evitare llamar la atencion. -Sus ojos se dirigieron a una pequena cartera de mano que habia al lado del
– Das por sentado que ese hombre llegara a salvo a Chicago. Todavia no ha sucedido.
Los ojos de la duquesa se agrandaron como si recordara una pesadilla olvidada.
– ?Oh, Dios! ?Ahora… mas que nunca… debe llegar! ?Debe llegar!
12
Poco despues de almorzar, Peter McDermott consiguio salir del hotel y dirigirse a su apartamento, donde cambio su traje negro de trabajo que usaba la mayor parte del tiempo en el hotel, por unos pantalones de lino y una chaqueta liviana. Volvio luego por poco tiempo a la oficina, donde firmo unas cartas, y al salir las dejo en el escritorio de Flora-Volvere a ultima hora de la tarde -le anuncio. Luego, recordandolo, anadio-: ?Ha sabido algo sobre Ogilvie? -La secretaria nego con un gesto.
– En realidad, nada. Usted me dijo que preguntara si mister Ogilvie habia dicho a alguien adonde iba. Bien, no lo ha dicho.
– En verdad, no esperaba que lo hiciera.
– Pero hay una cosa… -Flora vacilo-. Probablemente no tenga importancia, pero parece un poco extrano.
– ?Que?
– El automovil que utilizo mister Ogilvie… ?dijo usted que era un «Jaguar»?
– Si.
– Pertenece al duque y la duquesa de Croydon.
– ?Esta segura de que nadie ha cometido un error?
– Yo tambien me lo pregunte, de manera que pedi que investigaran en el garaje. Me dijeron que hablara con un hombre llamado Kulgmer, que es el encargado nocturno.
– Si, lo conozco.
– Estaba de servicio anoche, de manera que lo llame a su casa. Dice que mister Ogilvie tenia una autorizacion