«St. Gregory».

En cuanto al nombramiento como presidente de la junta, aunque solo podria ser un cargo simbolico, desprovisto de poder, por lo menos estaria dentro, como un espectador privilegiado de todo lo que pudiera suceder. Tampoco su prestigio se veria disminuido.

– Eso -concluyo Emile Dumaire-, es la suma y sustancia. En cuanto a la integridad de la persona que lo ofrece, le he dicho que esta garantizada por el Banco. Aun mas, estoy preparado para darle esta tarde, una carta legalizada, a esos efectos.

– ?Y si estoy de acuerdo, cuando se terminaria con todo?

Los labios del banquero se apretaron, mientras pensaba.

– No hay razon alguna para que los papeles no puedan prepararse rapidamente; ademas, el asunto de la inminencia del vencimiento de la hipoteca, le da cierta urgencia. Yo diria que todo puede estar terminado manana a esta hora.

– ?Y tambien a esa hora, no dudo, me informara de la identidad del comprador?

– Eso -concedio Dumaire-, es esencial para la transaccion.

– Si lo va a hacer manana, ?por que no ahora?

– Estoy obligado a cumplir mis instrucciones -respondio el banquero, negando con la cabeza.

Por un momento, el mal genio de Warren Trent se encendio. Estuvo tentado de insistir en la revelacion del nombre, como condicion para aceptar. Luego razono: ?que importaba, siempre que las estipulaciones fijadas se cumplieran? Ademas, la disputa significaria un esfuerzo para el que se sentia en inferioridad de condiciones. Una vez mas, el cansancio de unos momentos antes se apodero de el.

Suspiro, y exclamo simplemente:

– Acepto.

9

Incredulo y colerico, Curtis O'Keefe encaraba a Warren Trent.

– ?Tiene el descaro de quedarse ahi diciendome que ha vendido el hotel a otro!

Estaban en la sala de la suite de O'Keefe. Inmediatamente despues que Emile Dumaire se hubo marchado, Christine Francis habia telefoneado para concertar la entrevista que ahora se realizaba. Dodo, con expresion de incredulidad, permanecia detras de O'Keefe.

– Usted puede llamarlo descaro -replico Warren Trent-. En cuanto a mi concierne lo llamo informacion. Tambien puede estar interesado en saber que no he vendido del todo, sino que he retenido un interes sustancial en el hotel.

– ?Entonces, lo perdera! -El rostro de O'Keefe enrojecio de colera. Desde hacia muchos anos nada que hubiera querido comprar se le habia escapado. Aun ahora, obsesionado con la amargura y la frustracion, no podia creer que el rechazo fuera de verdad.

– ?Por Dios! Le juro que lo destrozare.

Dodo avanzo. Su mano toco la manga de O'Keefe.

– ?Curtie!

– ?Callate! -exclamo, liberando su brazo. Una vena pulsaba visiblemente en sus sienes. Tenia las manos apretadas.

– Estas excitado, Curtie. No deberias…

– ?Al diablo contigo! ?No intervengas en esto!

Los ojos de Dodo se dirigieron implorantes a Warren Trent. Tuvieron la virtud de aplacar la colera de Trent, que estaba para estallar.

– Haga lo que quiera. Pero permitame recordarle que no tiene el derecho divino de comprar. Ademas, vino aqui por cuenta suya, sin que yo lo invitara.

– ?Este dia le pesara! Usted y los otros, sean quienes sean. ?Yo construire otro! Arruinare este hotel, hasta sacarlo de la competencia. Todos mis planes estaran dirigidos a aplastar este hotel, y a usted con el.

– Si alguno de nosotros vive el tiempo suficiente… -Habiendose dominado, Warren Trent sentia que aumentaba su propio control a medida que disminuia el de O'Keefe.- Por supuesto que no lo veremos, porque lo que usted piensa hacer requiere tiempo. Ademas, puede ser que la nueva gente tenga tanto o mas dinero que usted. -Era una advertencia al azar, pero esperaba que diera buen resultado.

– ?Marchese! -espeto O'Keefe furioso.

– Todavia esta en mi casa. Mientras sea mi huesped, tiene ciertos privilegios en sus propias habitaciones. Pero le sugiero que no abuse usted demasiado de ellos.

Con una ligera y cortes inclinacion ante Dodo, Warren Trent se marcho.

– Curtie -murmuro Dodo.

O'Keefe parecio no oirla. Todavia estaba respirando con dificultad.

– Curtie, ?estas bien?

– ?Tienes que hacer preguntas estupidas? ?Por supuesto que estoy bien! -grito, caminando de un lado a otro de la habitacion.

– No es mas que un hotel, Curtie. Tienes tantos…

– ?Quiero este!

– Ese viejo… es el unico que tiene…

– Oh, si. Por supuesto que tenias que verlo de esa manera. ?Deslealmente! ?Estupidamente!

Gritaba en forma histerica. Dodo estaba asustada; nunca lo habia visto tan incontrolado.

– ?Por favor, Curtie!

– ?Estoy rodeado de tontos! ?Tontos, tontos, tontos! ?Tu eres una tonta! Por eso me deshago de ti. Te reemplazo por otra.

Lamento sus palabras en el instante en que salieron de su boca. Su impacto, aun sobre si mismo, fue como el de un golpe, aplacando su colera como se extingue una llama. Hubo un momento de silencio antes de que el murmurara:

– Lo lamento…, no debi decir eso.

Los ojos de Dodo estaban humedos. Se toco el pelo, abstraida, con el gesto que momentos antes viera O'Keefe.

– Lo sabia. No necesitabas decirmelo.

Se dirigio a la suite contigua y cerro la puerta tras de si.

10

Un inesperado incidente revivio el espiritu de Keycase Milne.

Durante la manana, Keycase habia devuelto sus estrategicas compras del dia anterior a la «Maison Blanche». No hubo dificultad alguna, y recibio su reembolso hecho con rapidez y cortesia. Esto, al mismo tiempo que lo liberaba de un estorbo, le lleno una hora que de otro modo hubiera estado vacia. Aun habia que esperar varias horas hasta que la llave especialmente hecha, encargada al cerrajero de Irish Channel, estuviera lista para ser recogida.

Estaba por abandonar la «Maison Blanche», cuando se le presento una afortunada oportunidad.

En un mostrador del piso principal, a una compradora bien vestida, buscando su carnet de compras, se le cayo un llavero. Al parecer ni ella ni nadie mas que Keycase observo la perdida. Keycase se entretuvo inspeccionando corbatas en el mostrador vecino hasta que la mujer se fue.

Camino a lo largo del otro mostrador, y luego, como si viera las llaves por primera vez, se detuvo y las recogio. Advirtio en seguida que junto con las llaves del automovil habia otras que parecian ser de puertas de calle. Aun mas importante era algo que sus ojos experimentados vieron al instante: una miniatura de chapa-matricula. Era similar a las de auto, que mandan por correo los veteranos tullidos a los propietarios de coches, prestando asi un servicio

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