posponer lo que seguramente seria una sesion desagradable; en seguida penso que no ganaria nada con eludirla.
Vio que el detective y Chandler cambiaron una mirada.
– Buenas noches, capitan -saludo Peter, y sintio una maligna satisfaccion al observar una sombra de ansiedad en la cara de comadreja de Chandler. Cuando el policia se fue, Peter hizo entrar al jefe de botones a la oficina interior.
Abrio con llave un cajon de su escritorio y saco la carpeta que contenia las declaraciones hechas el dia anterior por Dixon, Dumaire y los otros dos jovenes. Se las tendio a Chandler.
– Creo que le interesaran. En caso de que imagine algo, le dire que son copias y que yo tengo los originales.
Chandler parecia afligido; luego comenzo a leer. A medida que daba vuelta a las paginas, sus labios se apretaban. Peter oyo que retenia el aliento. Un momento despues murmuro:
– ?Miserables!
– ?Dice eso porque lo indentificaron como rufian?
El jefe de botones se sonrojo; luego, dejo a un lado los papeles.
– ?Que piensa hacer? -pregunto a Peter.
– Lo que quisiera hacer es despedirlo en seguida. Pero como ha estado durante tanto tiempo aqui, pienso plantearle el asunto a mister Trent.
– Mister McDermott, ?podriamos hablar de esto un momento? -lloriqueo Chandler.
Como no hubo respuesta, comenzo:
– Mister McDermott, hay muchas cosas que suceden en un lugar como este…
– Si me va a hablar de las cosas de la vida… de las muchachas galantes y todos los otros negocios… dudo mucho que me pueda decir algo que ya no sepa. Pero hay algo mas que yo se y usted tambien. Hay ciertas cosas que la gerencia puede pasar por alto. Pero proporcionar mujeres a menores de edad, es muy diferente.
– Mister McDermott, ?no podria usted, por esta vez, evitar llevarle el asunto a mister Trent? ?No podria hacer que esto quedara entre usted y yo?
– No.
La mirada del jefe de botones iba de un lado a otro de la habitacion; luego, la volvio a Peter. Tenia una expresion calculadora.
– Mister McDermott, si alguna gente viviera y dejara vivir… -guardo silencio.
– ?Que?
– Bien, a veces vale la pena.
La curiosidad mantuvo silencioso a Peter.
Chandler vacilo; luego, con deliberacion, desabrocho el bolsillo. Saco un sobre doblado que puso sobre el escritorio.
– Dejeme ver eso -exclamo Peter.
Chandler le acerco el sobre. No estaba cerrado y contenia cinco billetes de cien dolares. Peter los inspecciono con curiosidad.
– ?Son buenos?
– Si -replico Chandler sonriendo.
– Tenia curiosidad por saber a cuanto creia usted que ascendia mi precio. -Peter le devolvio el dinero-. ?Lleveselo!
– ?Mister McDermott, si es cuestion de un poco mas…!
– ?Marchese! -la voz de Peter era baja. Se levanto a medias de su silla-. ?Marchese antes de que le rompa la cabeza!
Mientras recogia el dinero y se marchaba, el rostro de Herbie Chandler tenia la mascara del odio.
Cuando quedo solo, Peter McDermott se hundio en la silla, silencioso, detras del escritorio. Las entrevistas con el policia y con Chandler lo habian dejado exhausto y deprimido. De las dos, fue la ultima la que lo abatio mas, porque la tentativa de soborno le dio la sensacion de estar sucio.
?Seria asi? Se quedo cavilando: se sincero contigo mismo. Hubo un instante, con el dinero en las manos, en que estuvo tentado de tomarlo. Quinientos dolares era una suma interesante. Peter no se hacia ilusiones con respecto a lo que el ganaba, comparado con lo que recibia el jefe de botones que, de seguro, ascendia a bastante mas. Si hubiera sido cualquier otra persona, con seguridad hubiera sucumbido. ?Seria capaz de sucumbir? Desearia saberlo con certeza. De cualquier manera, no seria el primer gerente de hotel que aceptara dinero de su personal.
Lo ironico, por supuesto, era que a pesar de la insistencia de Peter en que pondria las evidencias contra Herbie Chandler en conocimiento de Warren Trent, no habia garantia de que asi ocurriera. Si el hotel cambiaba de dueno, como parecia probable, a Warren Trent ya no le importaria. Tal vez ni el mismo Peter quedaria en el hotel. Con el advenimiento de una nueva administracion, el historial del personal superior seria examinado, sin duda alguna, y en su propio caso, el viejo e insipido escandalo del «Waldorf», desenterrado. Todavia, se pregunto Peter, ?no habia acabado de pagar eso? Bien, era probable que pronto lo supiera.
Volvio su atencion a las cosas presentes.
Sobre su escritorio habia una hoja impresa que Flora le habia dejado, con las ultimas cuentas de la tarde. Por primera vez despues de llegar, estudio las cifras. Demostraban que el hotel estaba llenandose, y habia la certeza de tener el hotel completo, esta noche. Si el «St. Gregory» sucumbia vencido, por lo menos lo haria al son de las trompetas.
Entre las cuentas del hotel y mensajes telefonicos, habia una cantidad de cartas y memorandums; Peter les echo una mirada rapida y vio que no habia nada que no pudiera dejarse para manana. Debajo de los memorandums habia una carpeta de grueso papel manila, que abrio. Era el plan de abastecimiento propuesto por el
Mirando su reloj decidio continuar su lectura antes de efectuar el recorrido vespertino por el hotel. Se acomodo, con las paginas manuscritas y los graficos cuidadosamente trazados, extendidos ante el.
A medida que leia, crecia su admiracion por el joven
En verdad que habia algunas conclusiones que eran discutibles, y Peter no estaba de acuerdo con algunas ideas de Lemieux. A primera vista tambien, una cantidad de calculos sobre costos parecian optimistas. Pero esto era secundario. Lo importante era que una mente fresca, clara y competente hubiera pensado en las deficiencias actuales con respecto a la cuestion de las comidas y se presentara sugiriendo la forma de subsanarlas. Era igualmente obvio que, salvo que el «St. Gregory» hiciera mejor uso del considerable talento de Andre Lemieux, este lo ofreceria en otra parte.
Peter puso el plan y los graficos en su carpeta con una sensacion de satisfaccion de que alguien en el hotel poseyera un entusiasmo por su trabajo como el que habia demostrado Lemieux. Decidio que le agradaria transmitirle sus impresiones a pesar de que en la situacion actual del hotel, tan incierta, parecia que Peter no podia hacer nada mas.
Una llamada telefonica informo de que esa noche el
Andre Lemieux estaba esperandolo en la puerta que daba al comedor principal.
– ?Entre, monsieur! Sea usted bien venido. -Camino delante, entrando en la cocina ruidosa y humeante; el joven
En contraste con la relativa quietud de la tarde anterior, el ambiente en estas primeras horas de la noche, era un pandemonio. Con todo el personal de turno trabajando, los