asientos) en lugar de dos. Algunos expertos, conocidos por su rapidez de pies y manos, podrian atender a cuatro. Habria ligeras protestas aunque no muchas. Los camareros de la convencion eran, en general, personal independiente, llamado por cualquier hotel cuando se necesitaba. El trabajo producia dinero extra. Una paga de cuatro dolares por tres horas de trabajo en dos mesas; cada mesa extra importaria un cincuenta por ciento mas. Las propinas, que se agregaban a la cuenta de la convencion mediante arreglos previos, duplicaria toda la cantidad. Los hombres de pies ligeros volverian a su casa con dieciseis dolares; con suerte, tambien podrian haber ganado eso mismo a la hora del almuerzo o desayuno.

Una mesa rodante, con tres pavos recien cocinados, estaba ya saliendo de un ascensor de servicio. Los cocineros del recinto de preparacion cayeron sobre ellos. El ayudante del cocinero que los habia traido, volvio en busca de otros.

Quince porciones de cada pavo. Una diseccion rapida con la pericia de un cirujano. En cada plato la misma proporcion: carne blanca, carne negra, salsa. Veinte porciones en una bandeja de servir. Mandar la bandeja a un mostrador. Mesas rodantes con legumbres humeantes, como barcos.

El despacho de mensajes por el sub-chef habia concluido con el equipo de servicio. Andre Lemieux se presento en reemplazo de dos ausentes. El equipo recobro la velocidad; andaba mas ligero que antes, aun.

?Fuente… carne… legumbres primero… ahora salsa… hagan correr la fuente… taparla! Un hombre para cada movimiento: brazos, manos, cucharones, todo moviendose en conjunto. ?Una comida por segundo… aun mas rapido!. Frente a los mostradores de servir, la fila de camareros se hacia cada vez mas larga.

Del otro lado de la cocina, el chef repostero abria refrigeradores: inspeccionando, seleccionando, golpeando las puertas al cerrarlas. Los reposteros de la cocina principal habian acudido para ayudar. ?Saquen los postres de reserva! Envien mas desde los refrigeradores del subsuelo.

En medio de la agitacion, una anomalia.

El camarero informa al encargado, el encargado al maitre d'hotel y el maitre a Andre Lemieux.

– Chef, hay un caballero que dice que no le gusta el pavo. Que si se le podria servir roastbeef no muy cocido.

Una carcajada broto del grupo de sudorosos cocineros.

Pero el requerimiento habia observado el protocolo con correccion, como lo sabia Peter. Solo el chef principal podia autorizar cualquier alteracion en un menu fijo.

– Puede ser satisfecho -replico Andre Lemieux con una sonrisa-, pero sirvalo el ultimo en su mesa.

Eso tambien era una vieja practica en las cocinas. Como cuestion de relaciones publicas, la mayoria de los hoteles cambiarian un plato, si se pedia una alteracion del menu, aunque el sustituto fuera mas caro. Pero en forma invariable, como en este caso, el individualista deberia esperar hasta que todos sus companeros de mesa hubieran comenzado a comer. Una precaucion contra otros que pudieran sentirse inspirados en la misma idea.

Ahora la fila de camareros ante el mostrador de servicio, estaba disminuyendo. En el Gran Salon ya se habia servido el plato principal a la mayoria de los asistentes incluyendo a los ultimos en llegar. Los ayudantes comenzaban a regresar del comedor con los platos utilizados. Se tenia la sensacion de una crisis superada. Andre Lemieux abandono su lugar entre los servidores, y miro inquisitivamente al chef de los reposteros.

Este ultimo, delgado como un palillo, diriase que no probaba los productos que elaboraba. Hizo un circulo con los dedos pulgar e indice.

– Todo listo para ser servido, chef.

– Monsieur, parece que hemos dominado la situacion -comento Andre Lemieux, reuniendose a Peter.

– Diria que ha hecho usted mucho mas. Estoy impresionado.

– Lo que usted ha visto ha estado bien. Pero eso solo es una parte de la tarea -dijo el joven frances con un encogimiento de hombros-. En otras partes no parecemos tan eficientes. Excuseme, monsieur. -Se alejo.

El postre era Bombe aux marrons y Cherries flambees. Debia ser servido con cierto ceremonial: la iluminacion del salon disminuida y las fuentes llameantes llevadas en alto.

Ahora los camareros estaban alineados ante las puertas de servicio. El chef repostero y los ayudantes, controlando el arreglo de las bandejas. En el momento de abandonar la cocina, un pequeno plato central en cada bandeja seria encendido, a medida que dos cocineros a los lados les prendian fuego.

Andre Lemieux inspeccionaba la fila.

A la entrada del Gran Salon, el maitre principal, con un brazo levantado, observaba el rostro del sub-chef.

Cuando Andre Lemieux hizo un gesto afirmativo, el brazo del maitre bajo.

Los cocineros con las bujias, recorrieron las filas de bandejas, encendiendolas. Las dobles puertas de servicio abiertas y sujetadas. Fuera, un electricista disminuyo la iluminacion; la musica de una orquesta se fue apagando hasta callar por completo. Entre los asistentes del Salon, ceso el rumor de las conversaciones.

De improviso, un reflector, por encima de los concurrentes, se encendio, enmarcando e iluminando la puerta de la cocina. Se produjo un instante de silencio, y luego se escucho una fanfarria de trompetas. Cuando termino, la orquesta y un organo rompieron juntos, en un fortissimo, con los compases de The Saints. Al ritmo de la musica, la procesion de camareros con las bandejas llameantes, inicio la marcha.

Peter McDermott se dirigio al Gran Salon para ver mejor. Podia contemplar la inesperada y compacta cantidad de comensales, y todo el Gran Salon apretadamente concurrido.

Oh, when the Saints; Oh, when the Saints; Oh, when ?he Saints go marching in… Desde la cocina, un camarero tras otro, vestidos con sus pulcros uniformes azules, marchaban al mismo ritmo. Para este momento, hasta el ultimo de los hombres habia sido utilizado. Algunos, dentro de pocos instantes, volverian para cumplir sus tareas en el otro salon de banquetes. Ahora, en la semioscuridad, las llamas alumbraban como fanales… Oh when the Saints; Oh when the Saints; Oh when the Saints go marching in… Desde los comensales broto un aplauso espontaneo, cambiando a un batir de palmas al compas de la musica, mientras los camareros rodeaban el salon. El hotel habia cumplido su compromiso, tal como habia prometido. Nadie, fuera de la cocina, podia saber que unos minutos antes se habia producido una crisis y que habia sido superada… Lord, I want to be in that number, When the Saints go marching in… Mientras los camareros llegaban a las mesas correspondientes, las luces volvieron a encenderse mientras se renovaban los aplausos y felicitaciones.

Andre Lemieux habia venido, y se coloco al lado de Peter.

– Se acabo por esta noche, monsieur. Salvo que, quiza, desee tomar un conac. En la cocina tengo un poco.

– No, gracias -replico Peter sonriendo-. Ha sido un buen espectaculo. ?Le felicito!

– Buenas noches, monsieur -saludo el sub-chef, mientras Peter se volvia para alejarse-. Y no lo olvide.

– ?Olvidar que? -inquirio Peter, deteniendose, intrigado.

– Lo que ya le he dicho. El hotel de gran categoria que usted y yo podriamos hacer.

Entre divertido y caviloso, Peter se dirigio por entre las mesas del banquete hacia la puerta exterior del Gran Salon.

Habia recorrido casi todo el espacio, cuando advirtio algo fuera de lugar. Se detuvo mirando alrededor, sin saber a ciencia cierta de que se trataba. De pronto lo comprendio. El doctor Ingram, el bravo y pequeno presidente del Congreso de Odontologos, debia de haber estado presidiendo este acto, uno de los principales de la convencion. Pero el medico no se encontraba en el puesto que le correspondia, ni en ningun otro de la larga mesa de cabecera.

Varios delegados, por encima de las mesas, saludaban a sus amigos, que se encontraban en otros sectores del banquete. Un hombre, con un audifono auxiliar para su sordera, se detuvo al lado de Peter.

– Buena concurrencia, ?eh?

Вы читаете Hotel
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату