Peter parecio sorprenderse.
– ?Mister Wells? ?Por que no habria de quedarse?
– En algunos hoteles no lo dejarian. Usted sabe como son: nada que salga de lo cotidiano, y ademas no puede molestarse a nadie. Lo unico que quieren es gente que llegue, que pague su cuenta y se vaya. Eso es todo.
– Eso son fabricas de salchichas. Un verdadero hotel se interesa en la hospitalidad; y auxilia a un huesped, si lo necesita. Los mejores comenzaron asi. Por desgracia, demasiada gente en este negocio lo ha olvidado.
Ella lo miro con curiosidad.
– ?Cree usted que aqui lo hemos olvidado?
– ?Por supuesto que si! Por lo menos, la mayor parte del tiempo. Si pudiera hacer lo que quiero, habria algunos cambios… -se callo confundido por su propio exabrupto-. No importa. La mayor parte de las veces guardo esos pensamientos traidores para mi mismo.
– No deberia hacerlo, y si lo hace, deberia avergonzarse -detras de las palabras de Christine estaba la conviccion de que el «St. Gregory»
– Hay cabezas y muros de ladrillo -objeto Peter-. Golpearse unos con otros no sirve de nada. W. T. no es partidario de ideas nuevas.
– Eso no es una razon para abandonarse.
– Habla usted como una mujer -rio el.
–
– Lo se. Ahora comienzo a advertirlo.
Era verdad, penso. La mayor parte del tiempo desde que habia conocido a Christine, a partir de su propia llegada al.«St. Gregory», lo habia dado por descontado. Ultimamente, sin embargo, se habia encontrado cada vez mas consciente de cuan atractiva y personal era. Se pregunto que haria ella el resto de la noche.
Dijo a manera de tanteo:
– No he cenado todavia; habia demasiadas cosas que hacer. ?Quiere acompanarme a cenar?
– Me encantan las cenas bien entrada la noche -respondio Christine.
Ya en el ascensor, el apunto:
– Hay una cosa mas que quiero investigar. Envie a Herbie Chandler para que se ocupara del problema del undecimo piso, pero no confio en el. Despues estare libre. -La tomo del brazo, oprimiendolo apenas.- ?Quiere esperarme en el entresuelo principal?
Las manos eran sorprendentemente suaves para pertenecer a quien podia ser desmanado a causa de su estatura. Ella miro de costado al fuerte y energico perfil con su acentuada mandibula. Era una cara interesante, penso, con una sugerencia de determinacion que podia convertirse en obstinacion si se le provocaba. Noto que sus propios sentidos se aguzaban.
– Bien, esperare.
7
Marsha Preyscott hubiera deseado fervientemente pasar su decimonoveno aniversario de alguna otra forma, o por lo menos haberse quedado en el baile de la fraternidad Alpha Kappa Epsilon, que se celebraba en un salon del hotel, ocho pisos mas abajo.
El rumor del baile, atenuado por la distancia y otros ruidos, llegaba hasta ella por las ventanas de la
Fue un error venir aqui. Pero, con su rebeldia de siempre, habia buscado algo diferente, que era lo que Lyle Dumaire le prometio. Habia conocido a Lyle anos atras, salia con el de vez en cuando, y su padre era el presidente de uno de los Bancos locales, y muy amigo del suyo. Lyle le habia dicho mientras bailaban: -Esto es para ninos, Marsha. Algunos de los muchachos han tomado una
Sin recapacitar, habia respondido que si, y abandonando el baile subieron a la pequena y repleta
Se hallaban varias jovenes, a la mayoria de las cuales conocia de manera superficial, y les dirigio algunas palabras a pesar de que era dificil oir o ser oido. Una que no hablaba, Sue Phillippe, aparentaba haberse desmayado, y su companero, un muchacho de Baton Rouge, le echaba agua encima con un zapato, que llenaba en el cuarto de bano. El vestido de Sue, que era de organza rosa, estaba empapado.
Los muchachos recibieron a Marsha con gran efusion, aunque casi en seguida se volvieron a su improvisado bar, instalado en un botiquin con cristales, colocado de costado y la puerta abierta. Alguien, no sabia quien, le habia puesto un vaso, torpemente, en la mano.
Era obvio que algo sucedia en la habitacion adyacente, cuya puerta estaba cerrada y en la que se habian reunido como un racimo un grupo de muchachos, entre ellos Lyle Dumaire, dejando sola a Marsha. Oyo retazos de conversacion, incluyendo la pregunta:
– ?Que te ha parecido? -pero la respuesta se perdio en una explosion de risas lascivas.
Cuando algunas otras observaciones le hicieron comprender o suponer lo que estaba sucediendo, el desagrado la determino a marcharse. Hasta la grande y solitaria mansion de Garden District era preferible a esto, a pesar de que le disgustaba su vacio, pues solo quedaban ella y los sirvientes cuando su padre se marchaba, como ahora, por seis semanas. Continuaria ausente por dos semanas mas, por lo menos.
El pensamiento de su padre recordo a Marsha que si este hubiese vuelto como lo habia pensado y prometido en un principio, ella no estaria ahora aqui, ni hubiera venido al baile de la fraternidad. En cambio, habria tenido una fiesta de cumpleanos, presidida por Mark Preyscott, con su modo facil y jovial, reuniendo algunas de las amigas de su hija, quienes si se presentaba la alternativa, estaba segura, hubieran rechazado la invitacion de Alpha Kappa Epsilon. Pero no habia vuelto a su casa. En cambio, telefoneo disculpandose, como siempre lo hacia, y esta vez desde Roma.
– Marsha querida, he tratado de llegar, pero no he podido. El negocio aqui me retendra dos o tres semanas mas, pero te lo compensare, querida. De veras, lo hare cuando llegue a casa -le pregunto, a manera de tanteo, si Marsha querria visitar a su madre y al ultimo marido de esta en Los Angeles, y cuando rehuso, sin tener que pensarlo siquiera, su padre le dijo-: Bien, de todas maneras, que pases un feliz cumpleanos… y va algo en camino que creo te gustara. -Marsha sintio deseos de llorar ante el tono dulce de su voz, pero no lo hizo porque desde hacia mucho tiempo habia aprendido a no hacerlo. Tampoco tenia objeto preguntarse por que el propietario de una gran tienda de Nueva Orleans, con un plantel de ejecutivos muy bien remunerados, habia de estar mas inflexiblemente atado a los negocios que cualquiera de sus empleados.
Tal vez hubiera otras cosas en Roma que no le quisiera contar, asi como ella jamas le diria lo que estaba sucediendo ahora mismo en la habitacion 1126.
Cuando decidio marcharse, fue a dejar el vaso en el borde de la ventana, y ahora, alla abajo, podia oir que estaban tocando
Titubeando en la ventana, Marsha penso en volver al piso del baile, aun cuando sabia lo que seria ahora: los muchachos, muy acalorados en sus smokings, algunos incomodos aflojandose el cuello, otros adolescentes deseando estar de nuevo en sus «jeans» y camisas corrientes, y las muchachas yendo y viniendo de las