Victor Alexeyevich trataba la seleccion del personal con suma seriedad, sin hacer ascos de los recien graduados de los centros de estudios superiores del Ministerio del Interior. Cada ano, en visperas del periodo de las practicas y como consecuencia de un acuerdo tacito que existia entre Gordeyev y el jefe del Departamento de Alumnado de la Academia de Policia de Moscu, mandaba alli a Kamenskaya para que seleccionara al estudiante que haria las practicas en su departamento. Para ello contaba con una tapadera tan comoda como las clases que en esa epoca sus subalternos con mas experiencia impartian en la academia. Se prestaba especial atencion a la criminologia, procedimientos penales y las actividades operativa y de deteccion. A Nastia le correspondia dirigir un coloquio o dar una clase practica a dos o tres grupos de los ultimos cursos. Luego Gordeyev llamaba a la academia y pronunciaba el nombre del estudiante al que le gustaria tener en su departamento durante el periodo de practicas. Por supuesto, esto iba en contra de todos los reglamentos pero la gente no solia decirle no al Bunuelo. Era un personaje conocido y, ademas, tenia muchos buenos amigos. Gracias a este procedimiento entro en la PCM, Policia Criminal de Moscu, el detective mas joven del departamento, Misha Dotsenko, a quien Nastia «cazo» nada menos que en la academia de Omsk, aprovechando un viaje de trabajo. Unos diez anos atras el propio Gordeyev encontro a Igor Lesnikov en la academia de Moscu, comprobo si era valido durante las practicas y le admitio en el departamento. Igor Lesnikov actualmente estaba considerado como uno de los mejores inspectores de todos cuantos trabajaban para el Bunuelo.
Nastia llamo al Departamento de Alumnado de la academia y le ofrecieron escoger entre varios temas de coloquios y clases practicas previstos para los proximos dos o tres dias. Solicito reservarse la clase practica dedicada a las peculiaridades psicologicas en las declaraciones de los testigos.
– Nos viene de perlas -fue la respuesta entusiasta del Departamento de Alumnado-. El profesor que debia impartir estas clases esta enfermo, de modo que no hay problema alguno. Y nos quita un peso de encima, asi no tenemos que buscar un sustituto.
Gracias al conocido test grafico de Raven, Nastia tenia muy claro cual iba a ser su criterio para seleccionar al estudiante. El test incluia 60 problemas, 59 de los cuales estaban basados en un mismo principio y se diferenciaban solo por el grado de complejidad: mientras los primeros seis eran de una sencillez lapidaria; a partir del problema 54 la busqueda de la solucion implicaba un esfuerzo considerable, ya que se requeria seguir simultaneamente varios indicadores sin perder de vista ninguno. De este modo, los 59 problemas ponian a prueba la capacidad del individuo para concentrarse y tomar una decision de prisa, en un tiempo limitado. Entre otras cosas, el test de Raven permitia concluir si el individuo sabia centrar su atencion sin dejarse arrastrar por el panico que ocasionaba la premura de tiempo. En cuanto al problema numero 60, el ultimo, tenia trampa, ya que, siendo sorprendentemente facil, estaba basado en un principio completamente diferente. Si el individuo lograba resolver ese ultimo problema, significaba que habia sido capaz de verlo desde cierta perspectiva, de situarse en un nivel superior para reconocer caminos nuevos en lugar de seguir en la misma direccion de antes, obstinandose en abrir el candado con la misma llave solo porque los candados anteriores se habian dejado abrir con facilidad utilizando esa llave. Por supuesto, se decia Nastia, desde el punto de vista de un fisico, 59 experimentos serian suficientes para sacar conclusiones sobre el numero 60. Pero desde el punto de vista de un matematico, no era asi en absoluto. Y Nastia buscaba entre los estudiantes justamente al que supiera pensar como un matematico.
Reviso unos viejos apuntes, llamo a dos amigos de la Inspeccion General de Trafico y por fin compuso un problema que plantearia en la clase practica.
– ?Que tal va todo? -le pregunto sonriendo Olshanski a Nastia, que acababa de entrar en su despacho.
– Mal, Konstantin Mijailovich. Hay que empezar desde el principio otra vez.
Se sento a la mesa esperando el comienzo de una larga conversacion. Pero, a todas luces, no era esta la intencion del juez de instruccion. Echo un vistazo al reloj y suspiro.
– ?Empezar desde el principio? ?Que te impide seguir avanzando?
Nastia dejo la pregunta sin responder porque la respuesta hubiese sido tan dura para ella como para Olshanski.
– Hay que volver a interrogar a Boris Kartashov, el amigo de Yeriomina.
El juez giro lentamente la cabeza y se quedo mirandola sin parpadear. Las gruesas lentes de las gafas empequenecian sus ojos, por lo que su cara parecia desagradable y la mirada, penetrante.
– ?Para que? ?Es que has encontrado algo que lo convierte en sospechoso?
Si, era cierto, Nastia habia encontrado algo pero, primero, esto no le daba pie para sospechar de Boris Kartashov y, segundo, no estaba segura de que lo que habia descubierto tuviese alguna importancia. Para aclarar sus propias ideas le era absolutamente indispensable someter a Boris Kartashov a un segundo interrogatorio.
– Se lo pido por favor -repitio con tozudez-, se lo ruego, vuelva a interrogar a Kartashov. Aqui tengo una lista de preguntas a las que tiene que contestar sin falta.
Nastia saco del bolso una cuartilla doblada y se la tendio al juez. Sin embargo, este no la acepto sino que, en vez de esto, cogio de la mesa un impreso de mandato judicial.
– De acuerdo, interrogale -dijo secamente al tiempo que rellenaba de prisa el impreso.
– Creia que iba a interrogarle usted mismo.
– ?Para que? Eres tu la que tiene preguntas para Kartashov, no yo. Asi al menos podras hacerselas hasta que te de la respuesta que te deje satisfecha. Quien sabe, ?y si los resultados de mi interrogatorio no son de tu agrado?
– No se ponga asi, Konstantin Mijailovich -contesto Nastia en tono de reproche-. No le he dicho que el interrogatorio anterior sea malo. Simplemente, en el caso se han detectado nuevas circunstancias…
– ?Cuales? -pregunto levantando la cabeza con brusquedad.
Nastia callo. Estaba acostumbrada a fiarse de sus sensaciones, por poco claras que fueran, pero nunca hablaba de ellas hasta que la conducian a los hechos. El caso del asesinato de Victoria Yeriomina no era en absoluto uno de esos casos enredados, llenos de informaciones contradictorias. Todo cuanto Nastia habia conseguido averiguar era logico y coherente, pero no arrojaba ninguna luz sobre la pregunta de donde habia estado la victima desde el 22 de octubre hasta el 1 de noviembre, cuando, a juzgar por los indicios, fue estrangulada. Si era cierto que la muchacha estaba aquejada de una psicosis aguda, pudo haberse marchado a cualquier parte y tropezar con toda clase de gente sin que sus actos obedecieran a ninguna logica. Cuando se trataba de una persona en su sano juicio, se podia buscarla en casa de familiares o amigos, y el problema se reducia a poder identificarlos a todos. En cambio, intentar adivinar los probables itinerarios de un demente era perder el tiempo. Se marchaba de casa indocumentado y caminaba sin rumbo fijo… Los lugarenos habian encontrado el cadaver por casualidad, la temporada de bayas y setas habia terminado, en el mes de noviembre la gente no tenia nada que hacer en un bosque. Hubo suerte, por lo menos se la pudo identificar, y esto gracias solo a que existia una denuncia de su desaparicion. No, el asesinato de Yeriomina no era nada complicado. Lo que ocurria era que el caso contaba con muy pocas informaciones, y aqui estaba el verdadero problema.
Aunque la respuesta del DVYR no habia llegado todavia, en su fuero interno Nastia ya habia dicho adios a la hipotesis que solo dos dias atras tanto la habia esperanzado. Ese «algo» que habia descubierto le sugeria que Vica no fue asesinada por un amante extranjero sino que se trataba de otra cosa muy distinta…
– ?Cuales son entonces esas circunstancias nuevas? -le pregunto Olshanski en voz baja y muy acida al tiempo que le tendia el impreso del mandato para el interrogatorio de Boris Kartashov-. No me has contestado.
– ?Me permite que le conteste despues del interrogatorio?
– De acuerdo, contestaras luego. Pero que no se te olvide una cosa, Kamenskaya, no tienes derecho a ocultarme informacion, aun cuando te parezca que sea irrelevante para la solucion del caso. Es la primera vez que trabajamos juntos, y quiero advertirte buenamente que yo no consiento esta clase de jugadas a nadie. Si me entero de que hay algo de esto, te pondre de patitas en la calle como a un gato tinoso. Y a partir de entonces no te dejaran tocar ni un solo caso que lleve un juez de instruccion de la Fiscalia de esta ciudad. Me hare cargo de que asi sea. No te pases de lista, no se te ocurra pensar que puedes decidir por tu cuenta que es lo que vale para el caso y que no vale. Y ten muy presente que quien instruye los sumarios soy yo, no tu, por lo que jugaras segun mi reglamento de juego y no segun el de Petrovka. ?Comprendes?
– Comprendo, Konstantin Mijailovich -balbuceo Nastia, y se apresuro a abandonar el despacho del juez.
«Por algo me cae tan mal -penso con ira-. Menuda sarta de barbaridades que me ha soltado. Menudo… ?portero de casa grande!…»
Habia que llamar a Kartashov y quedar para verse. Nastia bajo a la primera planta, donde, como sabia, tenia