— Ademas — continuo Vareikis —, cinco de esos ocho no llegan a sesenta y siete. Aqui tiene la lista.

Andrei tomo el papel y lo reviso. Dos hombres y seis mujeres, nombres y apellidos que habia oido mentar.

— Permitame — dijo, frunciendo el ceno —. Amalia Torn… ?Es mi Amalia! ?Que significa esto?

— Cincuenta y ocho — repuso Vareikis.

— ?Y la vez anterior?

— La vez anterior yo no trabajaba aqui.

— ?Es una secretaria! — dijo Andrei —. Mi secretaria. ?Mi secretaria personal!

Vareikis callaba, abatido. Andrei reviso la lista una vez mas. Rashidov… Al parecer, trabajaba en Geodesia… Alguien lo habia alabado. ?O lo habia criticado…? Tatiana Postnik, Mecanografa. Ah, era una chica simpatica, de pelo rizado y cara hermosa, que habia tenido algo con Quejada… aunque, no, se trataba de otra…

— Esta bien — dijo —. Aclarare esto y volveremos a hablar de ello. Seria bueno que usted, por sus canales, pida aclaraciones con respecto a cargos tales como el de secretaria, mecanografa… digamos, el personal auxiliar. No podemos exigirles lo mismo que a los cientificos. A fin de cuentas, tenemos hasta correos en la plantilla…

— A la orden — dijo Vareikis.

— ?Alguna otra cosa? — pregunto Andrei.

— Si. La instruccion cero cero tres.

— No la recuerdo — dijo Andrei arrugando el rostro.

— Propaganda del Experimento.

— Ah. ?Y que?

— Se reciben senales sistematicas relativas a las siguientes personas.

Vareikis puso otra hoja de papel delante de Andrei. La lista tenia solo tres apellidos. Todos varones. Los tres, jefes de sectores. De los fundamentales. Cosmografia, psicologia social y geodesia. Sullivan, Butz y Quejada. Andrei tamborileo con los dedos sobre la nota.

«Que desgracia — penso —. De nuevo, las mismas idioteces. Calma, mucha calma. No perdamos los estribos. A este cretino no habra manera de neutralizarlo, y tendre que seguir trabajando con el.»

— Es desagradable — pronuncio —. Muy desagradable. Supongo que la informacion ha sido contrastada. ?No hay errores?

— La informacion ha sido contrastada varias veces y de diversas maneras — explico Vareikis con voz incolora —. Sullivan asegura que el Experimento sobre la Ciudad continua. Segun sus palabras, la Casa de Vidrio, incluso aunque no lo quiera, sigue materializando la linea del Experimento. Asegura que el Cambio no es mas que una de las etapas del Experimento…

«Santas palabras — penso Andrei —. Izya dice eso mismo, y a Fritz no le gusta en absoluto. Solo le esta permitido a Izya, pero al pobre de Sullivan, no.»

— Quejada — prosiguio Vareikis —. Delante de sus subordinados se asombra de la potencia cientifico- tecnica de los hipoteticos experimentadores. Rebaja el valor de la actividad del presidente y del consejo presidencial. En dos ocasiones comparo esa actividad con la de ratones encerrados en una caja de zapatos…

Andrei escuchaba con los ojos bajos. Su rostro seguia siendo de piedra.

— Y, finalmente, Butz. Habla del presidente con desagrado. En estado de embriaguez, declaro que nuestro sistema politico actual era la dictadura de la mediocridad sobre los cretinos.

Andrei no pudo contenerse y solto un graznido. «El mismo diablo les tira de la lengua — penso con enojo —. Se dicen la elite y escupen hacia arriba…»

— Y usted sabe todo eso — le dijo a Vareikis —, y usted esta al tanto de todo eso. — No tenia por que decir aquello. Era una idiotez. Vareikis, sin pestanear, lo observaba con expresion de luto —. Trabaja muy bien. Vareikis — anadio Andrei —. Detras de usted, me siento como protegido por una muralla… Supongo que esta informacion — afirmo, golpeando la hoja con la una —, ya ha sido enviada por los canales reglamentarios, ?no?

— La enviaremos hoy — dijo Vareikis —. Tenia la obligacion de ponerla antes en su conocimiento.

— Excelente — dijo Andrei, mas animado —. Enviela. — Unio las dos hojas con un clip y las metio en una bandeja azul con un letrero que decia: informar al presidente —. Veamos que decide Rumer sobre todo esto.

— Como no es la primera vez que recibe informacion de este tipo — dijo Vareikis —, supongo que el senor Rumer recomendara retirar a estas personas de sus cargos dirigentes.

— Ayer estuve en el pase de una nueva pelicula. Desnudos/descalzos. — Andrei miraba a Vareikis, tratando de enfocar los ojos en algun punto mas alla de su espalda —. Fue aprobada, asi que pronto estara en los cines. Le recomiendo que la vea sin falta. Alli pasa…

Se puso a contarle a Vareikis, en detalle y sin prisa, el contenido de aquella monstruosa vulgaridad, que por cierto le habia encantado a Fritz, y no solo a el. Vareikis lo escuchaba en silencio, asintiendo con la cabeza en los momentos mas inesperados, como si despertara. Su rostro seguia mostrando unicamente tristeza y luto. Se veia que habia perdido el hilo del todo y no entendia absolutamente nada. En el momento culminante, cuando Vareikis cayo en cuenta de que tendria que oir todo aquel relato hasta el final. Andrei callo de repente y bostezo sin cubrirse la boca.

— Y seguia en ese mismo espiritu — dijo, con aire bonachon —. No deje de ir a verla… A proposito, ?que impresion le ha causado el joven Keatcher?

— ?Keatcher? — Vareikis se estremecio de manera perceptible —. Por el momento, mi impresion es que todo esta en orden con el.

— Yo pienso lo mismo — dijo Andrei y tomo el auricular —. ?Tiene algun otro asunto que tratar conmigo, Vareikis?

— No — El hombre se levanto —. No tengo nada mas — dijo —. ?Puedo retirarme?

Andrei lo despidio con un movimiento de cabeza.

— Amalia — dijo por el auricular —. ?Hay alguien mas ahi?

— Ellizauer, senor consejero.

— ?Quien es ese Ellizauer? — pregunto Andrei, contemplando como salia Vareikis del despacho, con precaucion, por partes.

— El vicejefe del departamento de transporte. Es sobre el tema Aguamarina.

— Que espere. Traigame el correo.

Un minuto despues Amalia aparecio en el umbral, y durante todo aquel minuto. Andrei estuvo frotandose los biceps y haciendo giros con la cintura: su cuerpo era presa de un agradable dolor despues de una hora de trabajo fisico con una pala en las manos y, como siempre, pensaba que aquello era excelente para una persona que realizaba una labor preferentemente sedentaria.

Amalia cerro la puerta a sus espaldas y, taconeando sobre el parque, se detuvo al lado de Andrei y le coloco delante la carpeta con la correspondencia. Como siempre, abrazo sus muslos, finos y duros, cenidos por una falda de seda: le acaricio una pantorrilla y, con la otra mano, abrio la carpeta.

— ?Que tenemos aqui? — dijo, con animacion.

Amalia se derretia bajo sus manos, habia dejado incluso de respirar. Era una chica comica y fiel como un perro. Ademas, sabia hacer su trabajo. Andrei la contemplo de abajo arriba. Como siempre, en el momento de las caricias, ella le coloco, indecisa, su mano fina y calida en el cuello, junto a la oreja. Le temblaban los dedos.

— ?Que hay, pequena? — pronuncio Andrei con ternura —. ?Hay algo importante en este monton de basura? ?O cerramos la puerta ahora mismo y adoptamos otra pose?

Aquella era la sencilla clave que utilizaban para hablar de sus diversiones en el butacon o sobre la alfombra. Andrei no hubiera podido decir como era Amalia en la cama. Nunca habia estado en una cama con ella.

— Aqui esta el proyecto de presupuesto… — pronuncio Amalia con una vocecita debil —. Varias instancias… Y cartas personales, no las he abierto.

— Has hecho bien — dijo Andrei —. De repente, alguna belleza me escribe… — El la solto y ella suspiro con levedad —. Sientate — le pidio —. No te vayas, termino rapido.

Agarro la primera carta que tenia a mano, rasgo el sobre, la recorrio con la mirada y fruncio el ceno. El mecanico Yevseienko informaba sobre Quejada, su jefe inmediato, diciendo que este «se permitia expresiones groseras sobre los dirigentes y, en particular, sobre el senor consejero». Andrei conocia bien al tal Yevseienko. Era un tipo rarisimo, con una mala suerte excepcional, todo lo que emprendia terminaba de manera desgraciada. En su momento habia asombrado a Andrei cuando se puso a hablar maravillas de la guerra en los alrededores de Leningrado en 1942.

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