— Que bien lo pasabamos entonces — decia, y en su voz se percibia un ensueno nostalgico —. Viviamos sin pensar en nada, y cuando uno necesitaba algo, le decia a los soldados que lo consiguieran…
Termino la guerra con el grado de capitan, y durante todo aquel tiempo solo habia matado a un hombre, a su comisario politico. Aquella vez, trataban de romper el cerco. Yevseienko vio que los alemanes hacian prisionero a su comisario politico y le registraban los bolsillos. Entonces les disparo desde los matorrales, mato al comisario y huyo. Estaba muy orgulloso de aquello: los alemanes hubieran torturado al prisionero. ?Que hacer con semejante imbecil? Era su sexta delacion. Y no se la enviaba a Rumer, ni a Vareikis, sino a el directamente. Un giro psicologico mas que divertido.
«Si le hubiera escrito a Vareikis o a Rumer. Quejada resultaria acusado. Pero yo no lo tocaria, lo se todo sobre el, pero no voy a tocarlo porque lo aprecio y lo perdono, eso lo sabe todo el mundo. Entonces, ese hombre ha cumplido con su deber ciudadano, pero no ha hundido a nadie… ?Que monstruo, perdonalo, Dios mio!»
Andrei arrugo la carta, la tiro a la papelera y tomo la siguiente. La letra del sobre le parecio conocida, era muy particular. No aparecia el nombre ni la direccion del remitente. Dentro del sobre habia una hojita de papel, con un texto escrito a maquina, una copia y ni siquiera la primera, con una nota a mano al final. Andrei la leyo sin entender nada, volvio a leerla, se quedo de una pieza y miro el reloj. A continuacion, agarro el auricular del telefono blanco y marco un numero.
— ?Urgente, con el consejero Rumer! — grito, con desesperacion.
— El consejero Rumer esta ocupado.
— ?Soy el consejero Voronin! ?He dicho que es urgente!
— Perdone, senor consejero. El consejero Rumer esta con el presidente…
Andrei tiro el auricular, aparto a un lado a la perpleja Amalia y corrio hacia la puerta. En el momento en que toco el picaporte de plastico, se dio cuenta de que ya era tarde, de que ya no tendria tiempo para nada. Si todo aquello era verdad, claro esta. Si no se trataba de una estupida broma… Camino lentamente hasta la ventana, se agarro de la baranda cubierta de terciopelo y se puso a escudrinar todo el espacio de la plaza. Como siempre, estaba desierta. Se veia alguna que otra guerrera azul, los vagos se amontonaban a la sombra de los arboles y una anciana avanzaba lentamente, empujando un cochecito de nino. Paso un auto. Andrei esperaba, agarrado a la baranda.
Amalia se le acerco por la espalda y le rozo levemente el hombro.
— ?Que ha ocurrido? — pregunto en un susurro.
— Vete — dijo Andrei, sin volverse —. Sientate en el butacon.
Amalia desaparecio. Andrei volvio a mirar el reloj. Habia transcurrido un minuto despues del plazo.
«Claro — penso —. No puede ser. Una broma estupida. O un chantaje…» Y en ese momento, por debajo de los arboles aparecio un hombre que comenzo a cruzar lentamente la plaza. Desde arriba parecia pequenito y Andrei no lo reconocio. Lo recordaba delgado, erguido, pero aquel hombre parecia corpulento, hinchado, y solo en el ultimo segundo Andrei comprendio por que. Cerro los ojos y se aparto de la ventana.
En la plaza hubo un estallido, corto y retumbante. Los marcos se estremecieron, los cristales temblaron, y al momento se oyo el ruido de vidrios que caian desde los pisos inferiores. Amalia grito apenas, y abajo, en la plaza, comenzaron a oirse gemidos desesperados.
Apartando con una mano a Amalia, que habia corrido hacia el o quiza hacia la ventana. Andrei se obligo a abrir los ojos y mirar. En el sitio donde habia estado el hombre habia una columna de humo amarillo que no permitia ver nada. Guerreras azules corrian de todas partes hacia aquel lugar, y mas lejos, bajo los arboles, iba congregandose una multitud. Todo habia terminado.
Andrei, sin sentir las piernas, regreso a la mesa, se sento y volvio a coger la carta.
Todo aquello habia sido mecanografiado en varias copias, la que tenia era la tercera o la cuarta. Y mas abajo, habia una nota a mano:
— ?Te acuerdas de Dennis? — dijo Andrei, alzando la mirada hacia Amalia —. Dennis Lee, el jefe del departamento de…
Amalia asintio en silencio y un segundo despues el terror distorsiono su rostro. — ?No puede ser! — dijo, con voz ronca —. ?No es verdad!
— Se ha hecho estallar — dijo Andrei, articulando con dificultad —. Seguramente, se ato cartuchos de dinamita. Bajo la chaqueta.
— ?Con que objetivo? — dijo Amalia. La chica se mordio el labio, los ojos se le llenaron de lagrimas que corrieron despues por su pequeno rostro blanco y quedaron colgando de la barbilla.
— No entiendo — dijo Andrei, indefenso —. No entiendo nada… — Clavo en la carta unos ojos que nada veian —. Nos vimos hace poco. Si, discutimos, nos peleamos… — Levanto la vista nuevamente hacia Amalia —. ?Habra venido a verme y yo me habre negado a recibirlo?
Amalia nego con la cabeza, con el rostro entre las manos.
Y de repente, Andrei comenzo a sentirse furioso. Mas que furia, era rabia, la misma que se habia apoderado de el ese mismo dia, en los vestidores, despues de la ducha. ?Que demonios queria? ?Que mas les hacia falta? ?Que querian esos canallas? ?Idiota! ?Que habia demostrado con todo aquello? No queria ser un cerdo, tampoco queria ser porquerizo… ?Se aburria! ?A la mierda con ese aburrimiento!
— ?Deja de chillar! — le grito a Amalia —. Limpiate los mocos y vuelve a tu sitio.
Aparto de si los papeles con un gesto, se levanto y camino de nuevo hacia la ventana.
En la plaza habia una enorme multitud. En el centro de aquella multitud habia un espacio gris vacio, delimitado por guerreras azules, y alli se afanaban personas que vestian batas blancas. Una ambulancia hacia sonar la sirena, intentando abrirse camino.
«A fin de cuentas, ?que has logrado demostrar? ?Que no quieres vivir con nosotros? ?Y para que tenias que demostrarlo? ?Y a quien? ?Nos odias? No tiene sentido. Hacemos todo aquello que hay que hacer. No tenemos la culpa de que sean unos cerdos. Lo eran antes de nosotros, y lo seguiran siendo despues. Solo podemos alimentarlos, vestirlos y liberarlos de sufrimientos animales, pero no han tenido sufrimientos espirituales desde que nacieron, y no los tendran. ?Que, acaso hemos hecho poco por ellos? Mira como esta ahora la Ciudad. Limpia, ordenada, no queda nada del burdel que era antes, hay abundancia de comida, de ropa, y pronto habra diversiones de todo tipo, dentro de muy poco. ?Que mas necesitan? Y tu, ?que has hecho? Ahora los sanitarios rasparan tus tripas del asfalto y ahi acaban todas tus preocupaciones. Pero a nosotros solo nos queda trabajar y trabajar, mantener en marcha toda la maquinaria, porque todo lo que hemos logrado es solo el comienzo, todo esto hay que preservarlo, querido amigo, y una vez preservado, hay que multiplicarlo… Porque en la Tierra puede ser que no haya un dios ni un demonio por encima de la gente, pero aqui si… Mi apestoso democrata, mi populista idiota, hermano de mis hermanos…»
Pero ante los ojos seguia teniendo al Dennis que habia visto durante su ultimo encuentro, uno o dos meses antes, reseco, agobiado, como enfermo, con un terror secreto escondido en sus ojos tristes y apagados, y lo que dijo al final de aquella discusion desordenada y sin sentido, levantandose y tirando sobre el platillo metalico unos billetes arrugados.
— Dios mio, ?de que te jactas delante de mi? De que pones las tripas en el altar… ?Con que objetivo? ?Alimentar a la gente hasta que revienten! ?Y en eso consiste la mision? En la punetera Dinamarca hace muchos anos que saben como hacerlo… Bien, puede ser que, como dices, no tengo derecho a hablar en nombre de todos.