– Adelante -le invite, y el subio las escaleras mirando a su alrededor.
– Recuerdo esto -dijo-, aunque no era tan grande.
– ?Te acuerdas de esta casa? Eso le encantara a la abuela.- Lo precedi hasta llegar a la sala de estar mientras avisaba a la abuela.
Ella entro en la sala con mucha dignidad, y por primera vez me di cuenta del gran esmero que habia puesto en su denso pelo blanco, que para variar llevaba suave y bien peinado, enrollado sobre la cabeza formando una complicada espiral. Tambien se habia puesto pintalabios.
Bill demostro estar tan curtido en las relaciones sociales como mi abuela. Se saludaron, se dieron las gracias el uno al otro, intercambiaron cumplidos y por ultimo Bill se sento en el sofa. Tras traernos una bandeja con tres vasos de te al melocoton, mi abuela se sento en la butaca, dejando claro que yo debia ponerme junto a Bill. No habia modo de salir de aquello sin quedar en evidencia, asi que me sente a su lado pero cerca del borde, como si en cualquier momento pudiera levantarme para llenarle de nuevo el vaso de te helado, como es costumbre.
Bill poso educadamente los labios en el borde del vaso y despues lo volvio a dejar. La abuela y yo dimos largos sorbos a los nuestros, con nerviosismo. Ella escogio un primer tema de conversacion bastante desafortunado. Dijo:
– Supongo que habra oido hablar del extrano tornado.
– No, cuenteme-respondio Bill, con una voz suave como la seda. No me atrevi a mirarlo, sino que me sente con las manos juntas y los ojos fijos en ellas.
Asi que la abuela le hablo del extrano tornado y de las muertes de los Ratas. Le conto que era una cosa terrible, pero que estaba claro lo ocurrido, y creo que ante eso Bill se relajo una pizca.
– Yo pase ayer por alli, de camino al trabajo-intervine, sin alzar la mirada-. Junto a la caravana.
– ?Y era como te esperabas? -pregunto Bill, con tan solo curiosidad en la voz.
– No -respondi-, no era como nada que pudiera prever. Me quede de verdad… asombrada.
– Pero Sookie, si ya has visto otras veces los danos de un tornado-participo la abuela, sorprendida.
Cambie de tema.
– Bill, ?donde has conseguido esa camisa? Es muy bonita -vestia unos pantalones chinos caquis y un polo a rayas verdes y marrones, mocasines lustrosos y finos calcetines marrones.
– En Dilliard's-respondio, y trate de imaginarmelo en la galeria comercial de Monroe, tal vez, y al resto de la gente girandose para mirar a esa exotica criatura con su piel reluciente y sus preciosos ojos. ?De donde sacaba el dinero para pagar? ?Como se lavaba la ropa? ?Se metia desnudo en el ataud? ?Tenia coche o se limitaba a flotar hasta el lugar que necesitara?
La abuela se sintio complacida con lo normales que eran los habitos de compra de Bill. Senti otra punzada de dolor al comprobar lo contenta que estaba ella de ver a mi supuesto pretendiente en su sala de estar, a pesar de que (segun la literatura popular) este era victima de un virus que le hacia parecer muerto. Se lanzo a realizar preguntas a Bill, a las que el respondio con cortesia y de aparente buena gana. De acuerdo, se trataba de un muerto muy educado.
– ?Y tu familia era de esta zona? -indago la abuela.
– La familia de mi padre era de los Compton, la de mi madre Loudermilk-dijo el con prontitud. Parecia muy relajado.
– Todavia quedan muchos Loudermilk -dijo la abuela contenta-. Pero me temo que el anciano Sr. Jessie Compton murio el ano pasado.
– Lo se-contesto Bill-. Por eso regrese. Las tierras volvieron a mi propiedad, y como las cosas estan cambiando en la sociedad en favor de la gente como yo, decidi tomar posesion de ellas.
– ?Conocio a los Stackhouse? Sookie dice que usted posee una larga historia. -Pense que la abuela habia logrado plantearlo de manera elegante. Sonrei sin dejar de mirarme las manos.
– Recuerdo a Jonas Stackhouse-dijo Bill, para deleite de mi abuela-. Mis padres ya estaban aqui cuando Bon Temps no era mas que un bache en el camino junto a la linde fronteriza. Jonas Stackhouse se traslado aqui con su mujer y sus cuatro hijos cuando yo era un jovenzuelo de dieciseis anos. ?No es esta la casa que el construyo, al menos en parte?
Me fije en que cuando Bill pensaba en tiempos preteritos, su voz adquiria un vocabulario y una cadencia distintos. Me pregunte cuantos cambios de jerga y tono habia tenido que adquirir su ingles durante el siglo anterior.
Ni que decir tiene que la abuela se sintio en el paraiso genealogico. Queria saberlo todo sobre Jonas, el bisabuelo de su marido.
– ?Poseia esclavos? -pregunto.
– Senora, si recuerdo bien tenia una esclava domestica y otro esclavo para las tierras. La esclava era una mujer de mediana edad, y el de los campos un joven muy grande, muy fuerte, llamado Minas. Pero basicamente eran los Stackhouse los que trabajaban sus propias tierras, como mis padres.
– ?Oh, esa es la clase de cosas que mi pequeno club adoraria escuchar! ?Le ha contado Sookie que…?
La abuela y Bill, tras muchos finos circunloquios, fijaron una fecha para que Bill diera su charla en una reunion nocturna de los Descendientes.
– Y ahora, si nos disculpa a Sookie y a mi, puede que demos u n paseo. Hace una noche preciosa. -Con lentitud, para que p udiera verlo venir, se inclino y cogio mi mano. Se levanto a la vez que yo me ponia en pie. Su mano estaba fria, y su contacto era suave y firme. Bill no estaba pidiendole permiso a la abuela, pero tampoco la ignoraba del todo.
– Oh, marchad tranquilos-dijo mi abuela feliz, haciendo un gesto con la mano-. Tengo tantas cosas que hacer… Tendra usted que enumerarme todos los nombres de la zona que recuerde de cuando estaba… -y alli se detuvo, intentando no decir algo que pudiera molestarlo.
– Residiendo aqui en Bon Temps -sugeri yo.
– Por supuesto-respondio el vampiro, y por la presion de sus labios supe que estaba tratando de no sonreir.
De alguna manera ya nos encontrabamos en la puerta, y comprendi que Bill me habia levantado y trasladado como el rayo. Sonrei de modo sincero; me gusta lo inesperado.
– Volveremos en un rato-le dije a la abuela. No creo que se apercibiera de nuestro extrano traslado, ya que estaba recogiendo los vasitos del te.
– Oh, no os preocupeis por mi-dijo-, estare bien.
En el exterior, las ranas, los sapos y todos los demas bichos entonaban su opera rural de cada noche. Bill sostuvo mi mano mientras paseabamos por el jardin, lleno del olor a hierba recien cortada y a plantas en flor. Mi gata, Tina, surgio de entre las sombras y pidio unas caricias, asi que me agache a rascarle la cabeza. Para mi sorpresa, la gata se froto contra las piernas de Bill, una actitud que el no hizo nada por impedir.
– ?Te gusta este animal? -comento, con voz neutra.
– Es mi gata -le dije-. Se llama Tina y, si, me gusta mucho.
Sin hacer comentario alguno, Bill se quedo inmovil y espero hasta que Tina siguio su camino y desaparecio en la oscuridad, mas alla de la luz del porche.
– ?Te gustaria sentarte en el columpio o en las sillas del jardin, o prefieres dar un paseo?-le pregunte, ya que me parecia que ahora era yo la anfitriona.
– Oh, paseemos un poco. Necesito estirar las piernas.
Por algun motivo aquella frase me intranquilizo, pero comenzamos a avanzar por el largo camino de entrada, en direccion a la carretera comarcal de dos carriles que pasaba por delante tanto de nuestra casa como de la suya.
– ?Te ha preocupado lo de la caravana? -me pregunto.
Trate de pensar como explicarlo.
– Me siento muy… umm, fragil, cuando pienso en la caravana.
– Ya sabias que era fuerte.
Menee la cabeza de un lado a otro, reflexionando.