– Solo dudaba de mi capacidad para meterte alli y luego sacarte sin tener que matar a alguien que te deseara.
– Estas siendo sarcastico. -Segui sin mirarlo.
Sus manos me agarraron el cuello por detras, obligandome a girar la cara hacia el.
– ?Te parezco sarcastico?-pregunto.
Sus oscuros ojos estaban muy abiertos y no parpadeaban.
– Ah… no-admiti.
– Entonces creete lo que te digo.
Hicimos el trayecto a Shreveport casi en silencio, pero no resulto incomodo. Bill puso cintas casi todo el rato. Sentia debilidad por Kenny G.
A la entrada, una vampira me pidio la documentacion. Ni que decir tiene que reconocio a Bill como uno de los suyos y le hizo un gesto de asentimiento, pero a mi me inspecciono con atencion. Palida como la tiza, como todos los vampiros de raza blanca, resultaba misteriosamente imponente con su largo vestido negro de mangas colgantes. Me pregunte si su sobrecargado 'look vampirico' obedecia a sus propios gustos o solo lo habia adoptado porque los clientes humanos pensaban que era lo apropiado.
– No me han pedido el carne desde hace anos-dije, rebuscando en mi bolso rojo el permiso de conducir. Nos encontrabamos en una pequena sala de admision, de planta cuadrada.
– Ya no logro deducir las edades de los humanos, y debemos tener mucho cuidado puesto que no servimos a menores. En ningun sentido -anadio con lo que debia de ser una sonrisa ingeniosa. Lanzo una mirada de soslayo hacia Bill, y sus ojos lo inspeccionaron de arriba abajo con interes ofensivo. Ofensivo para mi, al menos.
– Hace meses que no te veia -le dijo, y su voz no podia ser mas atrevida y melosa.
– Estoy integrandome-explico el, y ella asintio.
– ?Que le has comentado?-le susurre mientras caminabamos a traves del corto pasillo y cruzabamos las dobles puertas rojas que conducian a la sala principal.
– Que estoy tratando de vivir entre los humanos.
Me hubiera gustado enterarme de mas, pero en ese momento contemple en detalle por primera vez el interior de
El bar estaba lleno. Los clientes humanos se dividian en
Los turistas tenian el aspecto que siempre tienen los turistas, aunque quiza estos fueran mas valientes que la mayoria. Para congeniar con el espiritu del bar, casi todos estaban vestidos de negro como los colmilleros. ?Es posible que el local estuviera incluido en un paquete turistico? '?Traiga ropa negra para la excitante visita a un autentico bar de vampiros! Siga las normas y estara a salvo, y podra saborear ese exotico submundo'.
Esparcidos entre la masa humana, como verdaderas joyas en un barril de bisuteria, estaban los vampiros. Habria unos quince mas o menos, y la mayoria tambien preferia los ropajes negros.
Me quede en medio de la sala, mirando a mi alrededor con interes, asombro y algo de asco, y Bill me susurro:
– Pareces una vela blanca en una mina de carbon.
Rei y nos abrimos paso entre las mesas, distribuidas de modo irregular, hasta llegar a la barra. Era la unica barra que he conocido que tuviera a la vista un mostrador con botellas de sangre caliente. Bill, como es natural, pidio una y yo respire hondo y solicite un gin tonic. El camarero me sonrio, mostrandome que sus colmillos asomaban un poco ante el placer de servirme. Trate de devolverle la sonrisa y parecer modesta a la vez. El era indio, de largo pelo negro como ala de cuervo y nariz aguilena, de boca recta y delgada y constitucion agil.
– ?Que tal te va, Bill? -le pregunto el camarero-. Largo tiempo sin verte. ?Esta es tu comida para la noche? -hizo un gesto hacia mi mientras colocaba nuestras bebidas sobre la barra.
– Es mi amiga Sookie. Tiene algunas preguntas.
– Lo que sea, mujer hermosa-dijo el camarero, sonriendome de nuevo. Me gustaba mas cuando su boca no era mas que una linea recta.
– ?Has visto a esta mujer o a esta otra en el bar?-le pregunte, sacando del bolso las fotos de Maudette y Dawn aparecidas en el periodico-. ?O a este hombre? -anadi con cierto recelo, echando mano de la imagen de mi hermano.
– Si a las mujeres, no al hombre, aunque parece delicioso – dijo el camarero, sonriendome una vez mas-. ?Tu hermano, tal vez?
– Si.
– Menudo acierto-susurro.
Fue una suerte que yo tuviera tanta practica en el control de mis musculos faciales.
– ?Recuerdas con quien solian ir las mujeres?
– Eso es algo que no sabria-replico con rapidez, acercando su rostro al mio-. No nos fijamos en eso, aqui. Tu tampoco lo haras.
– Gracias -dije de manera educada, comprendiendo que habia roto una norma del bar. Resultaba evidente que era peligroso preguntar quien habia salido del bar con quien-. Te agradezco las molestias.
Me miro, reflexionando.
– Esa -dijo senalando con un dedo la imagen de Dawn -queria morir.
– ?Como lo sabes?
– Todos los que vienen aqui lo desean, en mayor o menor grado -dijo, como si fuera algo tan indiscutible que supe que para el estaba claro-. Eso es lo que todos somos. Muerte.
Senti un escalofrio. La mano de Bill me condujo a un reservado que acababa de quedar vacante. Subrayando las advertencias del indio, a intervalos regulares las senales de las paredes proclamaban: 'Prohibido morder en el bar', 'No os retraseis en el estacionamiento', 'Encargaos de vuestros asuntos personales en otra parte', 'Agradecemos su visita. Entre por su cuenta y riesgo'.
Bill rodeo el cuello de la botella con un dedo y echo un trago. Trate de no mirar, pero no lo logre. Desde luego, el se fijo en la cara que puse y sacudio la cabeza.
– Esta es la realidad, Sookie-dijo-, necesito vivir.
Tenia restos rojos entre los dientes.
– Por supuesto-dije, tratando de reproducir el tono pragmatico del camarero. Respire hondo-. ?Crees que quiero morir, ya que he venido aqui contigo?
– Creo que quieres descubrir por que otras personas estan muriendo -respondio, aunque no me quedo muy claro que fuera lo que de verdad pensaba.