– ?Te he hecho algo? -pregunto Bill. Habia muy poco amor en su voz, y logro pararme en seco. Ya me habia auto compadecido bastante.
– Mis disculpas -dije-, de nuevo.
– ?Que te ha puesto tan furiosa?
No podia contarle lo de Arlene.
– Bill, ?que haces cuando te pones furioso?
– Hago pedazos un arbol. En ocasiones hiero a alguien.
Comparado con eso, cavar un agujero no parecia tan malo. Incluso podia considerarse constructivo. Pero todavia estaba tensa, solo que ahora se parecia mas a un temblor sutil que a un aullido de alta frecuencia. Mire a mi alrededor incansable en busca de algo que hacer. Bill parecio interpretar correctamente los sintomas.
– Haz el amor -sugirio-. Haz el amor conmigo.
– No estoy del humor adecuado para el sexo.
– Deja que intente persuadirte.
Resulto que fue capaz.
Al menos sirvio para barrer el exceso de energia de la furia, pero aun quedo un residuo de tristeza que el sexo no podia curar. Arlene habia herido mis sentimientos. Mire al vacio mientras Bill me hacia una trenza, un pasatiempo que en apariencia le resultaba relajante. De vez en cuando me sentia como si fuera su muneca.
– Jason ha estado esta noche en el bar-le conte.
– ?Que queria?
A veces Bill era demasiado listo interpretando a las personas.
– Apelo a mis poderes mentales. Queria que sondeara las mentes de los hombres que vienen al bar hasta encontrar al asesino.
– Salvo por unas cuantas decenas de defectos, no es tan mala idea.
– ?Tu crees?
– Tanto tu hermano como yo nos librariamos de las sospechas si el asesino esta entre rejas. Y tu estarias a salvo.
– Eso es verdad, pero no se como abordarlo. Seria duro, doloroso y aburrido, tener que vadear toda esa informacion tratando de encontrar un pequeno detalle, un destello mental.
– No seria mas doloroso ni duro que ser sospechoso de asesinato. Lo que ocurre es que te has acostumbrado a mantener tu don encerrado.
– ?Eso piensas?-Comence a girarme para mirarle a la cara, pero el me retuvo para poder acabar la trenza. Nunca habia considerado que mantenerme fuera de las cabezas de los demas pudiera ser egoista, pero en este caso tal vez lo fuera. Tendria que invadir mucha privacidad.
– Un detective- murmure, tratando de verme bajo un enfoque mas atrayente que el de una simple entrometida.
– Sookie -dijo Bill, y algo en su voz me obligo a prestarle atencion-, Eric me ha pedido que vuelva a llevarte a Shreveport.
Tarde un segundo en recordar quien era Eric.
– Ah, ?el enorme vampiro vikingo?
– El vampiro muy anciano-preciso Bill.
– ?Quieres decir que te ha ordenado que me lleves?-No me gustaba nada como sonaba aquello. Yo estaba sentada en el borde de la cama, con Bill detras de mi, y ahora si que me gire para mirarle a la cara. Esta vez no me lo impidio. Lo observe, descubriendo algo en su expresion que me era desconocido-. Tienes que hacerlo- exclame horrorizada. No podia imaginarme a nadie dandole una orden a Bill-. Pero carino, no quiero ver a Eric.
Comprendi que eso no suponia ninguna diferencia.
– ?Quien se cree que es, el capo de los vampiros?-pregunte furiosa e incredula-. ?Te ha hecho una oferta que no has podido rechazar?
– Es mayor que yo. Y lo que es mas importante, es mas fuerte.
– Nadie es mas fuerte que tu-afirme con tenacidad.
– Ojala eso fuese cierto.
– ?Asi que es el jefe de la Region Vampirica Diez o algo asi?
– Si, algo asi.
Bill siempre habia sido muy discreto respecto a como organizaban los vampiros sus asuntos. Eso no habia supuesto ningun problema para mi, hasta ese momento.
– ?Que es lo que quiere? ?Que pasara si no voy?
Bill ignoro la primera pregunta.
– Enviara a alguien, a varios, para traerte.
– Otros vampiros.
– Si. -Los ojos de Bill resultaban indescifrables y destacaban, castanos y profundos.
Trate de pensar detenidamente en ello. No estaba acostumbrada a que me dieran ordenes, ni a no tener ninguna eleccion. A mi corta mente le costo varios minutos evaluar la situacion.
– Entonces, ?te sentirias obligado a luchar contra ellos?
– Por supuesto. Eres mia.
Otra vez aquel 'mia'. Parecia que lo decia enserio. Me dieron ganas de gritar, pero supe que no serviria de nada.
– Supongo que tendre que ir -dije, tratando de no sonar molesta-. Esto es un chantaje en toda regla.
– Sookie, los vampiros no son como los humanos
– Bueno, yo tambien lo comprendo, pero lo odio. ?Estoy entre la espada y la pared! Ademas, ?que es lo que quiere de mi? -Me vino a la cabeza la respuesta obvia, y mire a Bill aterrada-. ?Oh, no, no hare eso!
– No tendra sexo contigo ni te mordera, no sin matarme antes. -El reluciente rostro de Bill perdio todo vestigio de familiaridad y paso a ser harto inhumano.
– Y el lo sabe-dije con timidez-, asi que debe de haber otra razon para que me quiera en Shreveport.
– Si -coincidio Bill-, pero no se cual.
– Bueno, si no tiene que ver con mis encantos fisicos o la poco habitual exquisitez de mi sangre, debe de ser por mi… pequena rareza.
– Tu don.
– Claro -dije, con el sarcasmo rezumando en mi voz-. Mi precioso don. -Toda la furia que pense que me habia quitado de encima regreso para aplastarme como un gorila de doscientos kilos. Y tenia un miedo mortal. Me pregunte como se sentiria Bill; me daba incluso panico preguntarselo. En vez de eso pregunte:
– ?Cuando?
– Manana por la noche.
– Supongo que estos son los gajes de las relaciones no tradicionales.-Contemple por encima de su hombro el dibujo del empapelado que escogio mi abuela diez anos atras. Me prometi que si salia viva de aquello volveria a empapelar la casa.
– Te amo-su voz no era mas que un susurro. Aquello no era culpa de Bill.
– Yo tambien te amo -dije. Tuve que contenerme para no suplicarle, para no decirle 'Por favor, no dejes que el vampiro malo me haga dano, no dejes que me viole'. Si yo estaba entre la espada y la pared, Bill aun lo estaba mas. No pude ni imaginarme el autocontrol que debia estar empleando. A no ser que de verdad estuviera tranquilo. ?Podia un vampiro enfrentarse al dolor y a la indefension sin sufrir ningun trastorno?
Estudie su rostro, los famosos rasgos palidos y su blanco cutis, los oscuros arcos de sus cejas y la orgullosa linea de su nariz. Me fije en que sus colmillos solo asomaban una pizca, y yo sabia que la rabia y la lujuria hacian que se desplegaran por completo.