se lo contara al hermano Guy. Acababa de ocupar el puesto de enfermero en sustitucion del hermano Alexander, que habia muerto recientemente. De verguenza -anadio el sacristan con amargura.

– Y de pronto Orphan desaparecio.

Un espasmo contrajo el rostro del sacristan.

– Como todo el mundo, crei que habia huido. -El hermano Gabriel me miro con expresion sombria; luego, siguio hablando en un tono distinto, frio y sereno-: Bueno, comisionado, veo que habeis elaborado una teoria que os proporciona una solucion. Asi que ahora puede que alguien reciba dinero para prestar un testimonio falso y mandarme a la carcel. En estos tiempos, es lo habitual. Se lo que le ocurrio a sir Tomas Moro.

– No, hermano, no habra testigos falsos. Encontrare las pruebas que necesito -asegure dando un paso hacia el-. Os lo advierto. Estais bajo graves sospechas.

– Soy inocente.

Lo mire a los ojos durante unos instantes y luego retrocedi.

– Por el momento, no os hare detener, pero guardaos de abandonar el monasterio. Si lo intentais, lo tomare como una admision de culpabilidad. ?Habeis comprendido?

– No lo abandonare.

– Permaneced localizable para hablar conmigo siempre que os requiera. Vamos, Mark.

Di media vuelta y deje al hermano Gabriel con sus libros.

– Creia que lo tenia -masculle una vez fuera golpeando la portada con la palma de la mano.

– ?Aun pensais que es el asesino?

– No lo se. Creia que, si lo interrogaba y era culpable, se derrumbaria. Pero esta ocultando algo, lo se - murmure moviendo al mismo tiempo la cabeza-. Me ha llamado picapleitos de tres al cuarto, y tal vez lo sea; pero si algo he aprendido en veinte anos de ejercicio es a reconocer a un hombre que oculta algo. Vamos.

– ?Adonde?

– A la lavanderia. Comprobaremos si lo que nos ha contado es cierto y, al mismo tiempo, conoceremos a ese Luke.

La lavanderia ocupaba un amplio edificio inmediato a la mantequeria. El vapor salia a raudales por las rejillas de ventilacion, y yo habia visto a criados entrando y saliendo con cestos de ropa. Levante el picaporte de la pesada puerta de madera y penetre en el interior. Mark me siguio y cerro tras el.

Dentro hacia calor y apenas habia luz. Al principio, solo pude ver que estabamos en una gran sala con suelo de losas, llena de cestos y cubos. Luego Mark solto un «?Jesus!», y los distingui.

Ante nosotros habia una docena de enormes perros de caza, como los que merodeaban por el patio el dia de nuestra llegada, antes de las nevadas. El lugar apestaba a orines. Los animales se levantaron lentamente y dos de ellos avanzaron hacia nosotros grunendo amenazadoramente, con el pelo erizado y los amarillentos dientes al descubierto. Mark desenvaino despacio y yo agarre el baston con fuerza.

En ese momento, oi voces al otro lado de una puerta interior y pense en gritar; pero me habia criado en una granja y sabia que solo conseguiria asustar a los perros y hacer que saltaran sobre nosotros. Aprete las mandibulas; de aquella no saldriamos ilesos. Me agarre al brazo de Mark con la mano libre. Le habia hecho pasar por el trago del estanque, y ahora por aquello.

Oimos un chirrido y nos volvimos hacia la puerta interior. El hermano Hugh aparecio en el umbral. Cuando nos vio se quedo con la boca abierta. Nosotros lo miramos angustiados, y el reacciono y se volvio hacia los perros.

– ?Brutus, Augustus! ?Aqui! ?Vamos! -les grito, lanzando trozos de asadura a las losas.

Los perros lo miraron, nos miraron a nosotros, y luego, uno a uno, se acercaron recelosos a la comida. El jefe de la jauria siguio grunendonos durante unos instantes, pero acabo uniendose a sus companeros. Suspire aliviado, aunque seguia temblando como una hoja.

– Entrad, senores, por favor -nos urgio el hermano Hugh gesticulando con el brazo-. Deprisa, mientras comen.

Rodeamos a los hambrientos animales y seguimos al monje al interior de la lavanderia. Una vez dentro, cerro la puerta y echo el pestillo. Nos encontrabamos en una sala de lavado saturada de vapor. Bajo la direccion de dos monjes, los criados se afanaban en torno a grandes calderos llenos de prendas que hervian sobre sendos fuegos o escurrian habitos y ropa interior en las prensas. Todos los alli presentes nos miraron con curiosidad mientras nos quitabamos las gruesas capas. Los dos estabamos sudando abundantemente. Mark se agarro al borde de una mesa respirando con dificultad; estaba tan palido que temi que se desmayara, pero al cabo de unos instantes sus mejillas recobraron el color. En cuanto a mi, las piernas apenas me sostenian cuando me volvi hacia el hermano Hugh, que nos miraba sacudiendo la cabeza y retorciendose las manos.

– ?Oh, senores, comisionado…! ?Gracias a Dios que he aparecido a tiempo! -exclamo inclinando la cabeza al mencionar el nombre de nuestro Creador, al igual que todos los demas.

– Os estamos muy agradecidos, hermano. Pero esos perros no deberian estar ahi. Podrian matar a alguien.

– Senor, conocen a todo el mundo; solo se comportan asi con los extranos. El abad dijo que los encerraramos aqui hasta que dejara de nevar.

– Muy bien, hermano mayordomo -dije secandome el sudor de la frente-. ?Sois el responsable de la lavanderia?

– En efecto. ?En que puedo serviros? El abad dijo que debiamos prestaros toda nuestra colaboracion. He oido que alguien se ha ahogado en el estanque…

Sus enrojecidos ojos estaban llenos de curiosidad.

– El prior informara a la comunidad en breve. He venido para interesarme por otro asunto, hermano. ?Teneis alguna mesa que podamos utilizar?

El mayordomo nos condujo a un rincon apartado. Indique a Mark que extendiera el habito del hermano Gabriel sobre la mesa y senale la insignia.

– Hace un par de semanas, el hermano Gabriel vino preguntando por un habito que le habia desaparecido. ?Lo recordais?

Confieso que confiaba en recibir una negativa, pero el mayordomo asintio de inmediato.

– Si, senor. Lo buscamos por todas partes. El tesorero se pone hecho una furia cuando se extravia algo, asi que llevo un registro. -El hermano Hugh desaparecio en la nube de vapor y reaparecio trayendo un libro-. Como podeis ver, aqui figura la entrada y un poco mas abajo la nota sobre su desaparicion. -Mire la fecha. Tres dias despues del asesinato de Singleton-. ?Donde lo habeis encontrado, senor comisionado?

– Eso no importa. ?Quien podria haberlo robado?

– Por el dia, siempre estamos aqui, trabajando, senor. Por la noche, la lavanderia esta cerrada con llave, pero…

– ?Si?

– Se han perdido unas llaves. Mi ayudante es un poco… un poco descuidado, por decirlo asi. -El mayordomo sonrio con nerviosismo y se acaricio la verruga que le afeaba el rostro-. ?Hermano Luke!

Mark y yo intercambiamos una mirada al ver al monje alto y fornido que se acercaba hacia nosotros. Pelirrojo, de rasgos toscos y expresion hurana, aparentaba unos treinta anos.

– ?Si, hermano?

– Desde que trabajas conmigo, has perdido dos juegos de llaves, ?verdad, Luke?

– Me desaparecen de los bolsillos -refunfuno el otro. -Suele pasar cuando uno es descuidado -replique-. ?Cuando perdisteis el ultimo juego?

– Este verano.

– ?Y la vez anterior? ?Cuanto hace que trabajais en la lavanderia?

– Cuatro anos, senor. La otra vez fue hace un par de anos.

– Gracias, hermano Hugh. Me gustaria hablar con el hermano Luke en privado. ?Donde podriamos hacerlo?

Los ojos del hermano Luke miraban inquietos a su alrededor mientras el mayordomo, visiblemente decepcionado, nos conducia al cuarto donde se secaba la ropa.

– ?Sabeis lo que hemos encontrado en el estanque? -dije mirando al joven con dureza.

– Un cadaver, segun he oido, senor.

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