y distingui dos puntos amarillos que parpadeaban en la lejania. En ese momento, recorde haber pensado que el producto de las ventas fraudulentas llenaria un cofre la mitad de grande que el de la contaduria, y que el dia que fui a explorar la marisma me habia encontrado con el hermano Edwig. Si alguien queria trasladar de alli una cantidad considerable de oro, ?quien mejor para hacerlo que unos contrabandistas profesionales? Aguarde unos instantes para tranquilizarme y volvi a la enfermeria a toda prisa.
Alice estaba en la cocina, cortando las raices de unas hierbas. Por un instante, me miro con inequivoca hostilidad; luego, esbozo una sonrisa forzada.
– ?Preparando una de las pociones del hermano Guy?
– Si, senor.
– ?Ha vuelto el senor Poer?
– Esta en vuestra habitacion, senor.
La hosquedad que dejaba traslucir su distante cortesia me entristecio. Era evidente que Mark la habia puesto al corriente de nuestra conversacion.
– Vengo de la contaduria. He visto luces en la marisma desde una ventana del piso superior. Parece que los contrabandistas han vuelto a las andadas.
– No lo se, senor.
– Le dijiste al senor Poer que nos mostrarias los senderos de la marisma.
– Si, senor -respondio la chica con voz cautelosa.
– Me gustaria echarles un vistazo. ?Podrias acompanarme manana?
– Tengo trabajo en la enfermeria, senor -contesto Alice tras una vacilacion.
– ?Y si hablara con el hermano Guy?
– Como deseeis.
– Ademas, hay un par de asuntos de los que quisiera hablar contigo, Alice. Me gustaria que fueramos amigos, ?sabes? La muchacha desvio la mirada.
– Si el hermano Guy dice que debo acompanaros, lo hare.
– Entonces hablare con el -respondi en un tono tan frio como el suyo.
Herido e irritado, me dirigi a nuestra habitacion, donde encontre a Mark mirando por la ventana con expresion sombria.
– Le he pedido a Alice que me ensene los senderos de la marisma -le dije sin mas preambulos-. He visto luces alli hace un momento. A juzgar por su actitud, deduzco que le has contado lo que te dije sobre dejarla en paz.
– Le he dicho que nuestra relacion os parece inapropiada.
Me quite la capa y me deje caer en un sillon.
– Asi es -respondi-. ?Le has transmitido mis ordenes al abad?
– Manana limpiaran la tumba del comisionado Singleton y a continuacion drenaran el estanque.
– Me gustaria que estuvieras presente. Alice y yo iremos a la marisma, solos. Y, antes de que digas algo que podrias lamentar mas tarde, le he pedido que lo haga porque pienso que los contrabandistas podrian tener alguna relacion con nuestro asunto. Luego ire a la ciudad a ver a Copynger -anadi, y le conte lo que habia encontrado en el despacho del hermano Edwig.
– Me gustaria volver a estar entre gente normal -murmuro Mark evitando mirarme-. Aqui no hay mas que sinverguenzas y ladrones.
– ?Has pensado en lo que hablamos sobre lo que haras cuando regresemos a Londres?
– No, senor -respondio Mark, y se encogio de hombros-. Alli tambien hay sinverguenzas y ladrones en abundancia.
– Entonces, tal vez deberias vivir en un arbol, entre los pajaros, para que el contacto con el mundo no te manche -replique con sequedad-. Y ahora voy a tomar un poco de esa pocion del hermano Guy y a dormir hasta la hora de la cena. Ha sido uno de los dias mas largos y duros de toda mi vida.
23
Esa noche, en el refectorio, reinaba un ambiente lugubre. El abad nos exhorto a guardar silencio durante la cena y a rezar por el alma de la «desconocida» -asi la llamo- cuyo cuerpo habia aparecido en el estanque. Los monjes estaban tensos y preocupados, y fui objeto de numerosas miradas de angustia y miedo por su parte. Era como si el sentimiento de disolucion al que habia aludido el abad hubiera empezado a extenderse por el monasterio.
Mark y yo volvimos a la enfermeria en silencio; ambos estabamos exhaustos, y el persistia en la frialdad que me habia mostrado desde que le habia prohibido cortejar a Alice. Cuando llegamos a la habitacion, me deje caer en mi mullido sillon y lo observe mientras echaba troncos al fuego. Le habia hablado de mi encuentro con el hermano Edwig, asunto al que no paraba de darle vueltas en la cabeza.
– Si le pido a Copynger que comience a investigar manana a primera hora, deberiamos tener alguna respuesta en un par de dias. Bastaria con que nos confirmara una sola de esas ventas para tener una prueba contra Edwig.
Mark se sento frente a mi sobre unos cojines y me miro con expectacion. A pesar de nuestras diferencias, era evidente que tenia tantas ganas como yo de atrapar al asesino. En cuanto a mi, necesitaba contrastar mis ideas con las suyas, ademas de que resultaba reconfortante volverlo a oir hablar con entusiasmo.
– Siempre nos topamos con el hecho incuestionable de que el tesorero estaba ausente, senor. No estaba cuando Singleton encontro el libro y tampoco la noche que lo mataron.
– Lo se. Athelstan era el unico que lo sabia, y dijo que no se lo habia contado a nadie.
– ?Podria ser Athelstan el asesino?
– ?Athelstan decapitando a un hombre, a un comisionado del rey? No. Recuerda lo asustado que estaba cuando me abordo para ofrecerse como informador. Ese no es capaz de matar ni a una mosca.
– ?No es eso una reaccion emocional a su personalidad? -me pregunto Mark con un deje sarcastico en la voz.
– Es posible. Cuando acuse a Gabriel, tal vez me deje llevar por el edificio logico que habia construido en su contra. No obstante, todo parecia encajar. Pero si, por supuesto que debemos tener en cuenta el caracter de las personas, e indudablemente Athelstan es debil.
– ?Y por que iba a importarle que el hermano Edwig acabe en la carcel, o que cierren el monasterio? No parece muy devoto.
– Pero ?como conseguiria la espada? Me gustaria conocer la historia de esa espada; en Londres, probablemente podria encontrar al armero a traves de la marca que hay grabada en la hoja. En su gremio deben de conocerlo. Pero la dichosa nieve nos tiene atrapados en este agujero.
– ?Y si Singleton le conto a alguien mas lo que habia encontrado en la contaduria y decidieron matarlo? Tal vez el abad. Las escrituras llevarian su sello.
– Si. Un sello que deja encima del escritorio, bien a la vista, y que cualquiera podria utilizar cuando el no esta.
– ?El prior Mortimus, quiza? Es lo bastante violento como para matar, ?no os parece? Ademas, ?no es el quien controla realmente el monasterio, junto con el hermano Edwig?
– No lo se, Mark. Necesito respuestas de Copynger -murmure, y solte un suspiro-. ?Cuanto hace que salimos de Londres? ?Una semana? Parece que haya pasado una eternidad.
– Solo seis dias.
– Ojala pudiera ir a Londres. Pero, con este tiempo, incluso un mensaje tardaria dias en llegar. ?Maldita nieve! ?Es que no va a parar nunca?
– No parece.
Instantes despues, Mark se acosto en su pequeno catre con ruedas y se metio con el debajo de mi cama. Yo me quede sentado en el sillon, con los ojos clavados en el fuego. A traves de la ventana, que empezaba a cubrirse de hielo una noche mas, oi las campanadas que llamaban a completas. Ocurriera lo que ocurriese, por terribles que
