en mi.
Alice retiro el brazo, pero me sonrio.
– Puede que vos tengais poca en vos mismo, senor. Tal vez en otras circunstancias, sin Mark…
Su voz se apago a media frase, y Alice bajo la cabeza recatadamente. Confieso que el corazon me daba brincos en el pecho.
– Creo que deberiamos volver, en lugar de intentar llegar al rio -dije tras unos instantes de silencio-. Estoy esperando un mensaje del juez. Hare algo por ti, Alice, te lo prometo. Y… gracias por tus palabras.
– No, gracias a vos por vuestra ayuda.
Alice esbozo una rapida sonrisa, dio media vuelta y emprendio el camino hacia el monasterio.
El viaje de regreso fue mas rapido, pues solo teniamos que volver sobre nuestros pasos. Mientras seguia a Alice, no podia apartar los ojos de su nuca, y hubo un momento en que estuve a punto de estirar la mano y tocarla. Estaba claro que los monjes no eran los unicos capaces de hacer el ridiculo y comportarse como unos hipocritas.
De pronto, la verguenza se apodero de mi, y apenas dijimos nada durante todo el camino de vuelta. Pero al menos el silencio parecia mas calido que a la ida.
Cuando llegamos a la enfermeria, Alice dijo que debia volver al trabajo y me dejo. El hermano Guy estaba vendandole la pierna al monje grueso. Al verme, alzo la cabeza hacia mi.
– ?Ya de vuelta? -me pregunto-. Pareceis helado.
– Y lo estoy. Alice me ha sido de gran ayuda; os lo agradezco a los dos.
– ?Que tal dormis ahora?
– Mucho mejor, gracias a vuestra milagrosa pocion. ?Habeis visto a Mark?
– Ha pasado hace un momento por aqui. Iba a vuestra habitacion. ?Seguid tomando la pocion durante unos dias! -me recomendo el enfermero mientras yo abandonaba la sala preguntandome si debia hablarle a Mark de mi conversacion con Alice.
Llegue a la habitacion y abri la puerta.
– Mark, he estado en… -empece a decir mirando a mi alrededor.
La habitacion estaba vacia. Pero, de pronto, oi una voz, una voz que parecia surgir de la nada. -?Senor! ?Ayudadme!
24
– ?Socorro!
En la apagada voz de Mark, que en mi confusion me parecia surgida del vacio, habia un tono de panico.
Al cabo de un momento, adverti que el aparador estaba ligeramente separado de la pared. Mire detras y vi una puerta falsa en el revestimiento de madera. Tire con fuerza del pesado mueble hasta que consegui apartarlo un poco mas.
– ?Mark! ?Estas ahi?
– ?Me he quedado encerrado! ?Abridme, senor! ?Deprisa, podria volver en cualquier momento!
Accione el viejo y ronoso picaporte, se oyo un clic y la portezuela se abrio, dejando pasar una rafaga de aire humedo. Mark salio disparado de la oscuridad, con el pelo revuelto y cubierto de polvo. Mire hacia la negrura y luego me volvi hacia el.
– ?Por las llagas de Cristo! ?Que ha pasado? ?Quien podria volver?
– Despues de entrar ahi -dijo Mark entre jadeo y jadeo-, he cerrado la puerta, sin darme cuenta de que no se podia abrir desde dentro. Me he quedado atrapado. La portezuela tiene una mirilla; alguien ha estado espiandonos.
– Cuentame lo que ha ocurrido, desde el principio.
«Al menos, con el susto se ha olvidado del enfado», me dije.
– Cuando os habeis marchado, he ido a hablar con el prior para que vaciaran el estanque -dijo Mark sentandose en la cama-. Ya lo estan drenando.
– Si, ya lo he visto.
– Luego, he vuelto aqui para coger las fundas de los zapatos y, cuando me las estaba poniendo, he vuelto a oir ruidos. Ya sabia yo que no eran imaginaciones mias -anadio lanzandome una mirada de reproche.
– Tu oido funciona mejor que tu cabeza. ?A quien se le ocurre encerrarse ahi dentro? Continua.
– Los ruidos parecian venir del aparador, como las otras veces. Se me ha ocurrido moverlo para ver lo que habia detras y he descubierto esa portezuela. He cogido una vela, he entrado y he visto el pasadizo. Luego he cerrado la puerta por si entraba alguien en la habitacion y, al hacerlo, la corriente ha apagado la vela. Entonces, me he puesto a empujar la portezuela con el hombro, pero no habia manera de abrirla. La verdad es que me he asustado -admitio Mark sonrojandose-. Tenia que haber cogido la espada… Luego he distinguido en la oscuridad el punto de luz de una mirilla, un agujerito practicado en el panel de madera -dijo Mark senalando un punto de la pared.
Me levante y lo inspeccione. Desde dentro de la habitacion, parecia un agujero dejado por un clavo.
– ?Cuanto rato llevabas encerrado?
– No mucho. Gracias a Dios que habeis vuelto enseguida. ?Habeis ido a la marisma?
– Si. Los contrabandistas han estado alli hace poco; hemos visto restos de un fuego. He tenido una charla con Alice; luego hablaremos -dije encendiendo dos velas en la chimenea y tendiendole una a el-. ?Que, le echamos un vistazo a ese pasadizo?
Mark solto un suspiro.
– Si, senor.
Tras cerrar con llave la puerta de la habitacion, nos deslizamos detras del aparador y abrimos la portezuela. Ante nosotros se extendia un oscuro y estrecho corredor.
– El hermano Guy me explico que habia un pasadizo que conectaba la enfermeria con la cocina -dije recordando mi conversacion con el enfermero-. Al parecer, fue condenado en la epoca en que la peste asolo la zona.
– Este ha sido utilizado recientemente.
– Si. -Desde dentro, pude ver el punto de luz en el revestimiento de madera-. Se ve toda la habitacion. Parece que lo han hecho hace poco.
– El hermano Guy fue quien nos ofrecio esta habitacion
– Si. Una habitacion en la que cualquiera podia espiarnos y oirnos. -Me volvi hacia la portezuela. El picaporte solo permitia abrirla desde la habitacion-. Esta vez tomaremos precauciones -dije, entornandola y colocando mi panuelo entre la hoja y el marco para impedir que se cerrara.
Avanzamos por el pasadizo, que discurria paralelo al muro de la enfermeria. Una de las paredes estaba formada por los paneles de madera de las habitaciones y la otra, por el humedo muro de piedra de los edificios claustrales, en el que se veian ronosas anillas colocadas a intervalos regulares para sujetar antorchas. Era evidente que no se utilizaba desde hacia mucho tiempo; apestaba a humedad y las junturas de los sillares estaban cubiertas de extranos hongos bulbosos. Tras un corto tramo, el pasadizo torcia en angulo recto y, unos pasos mas adelante, desembocaba en una camara. Entramos en ella y la examinamos a la luz de las velas.
Se trataba de una mazmorra cuadrada y sin ventanas. En la parte inferior de uno de los muros habia varios juegos de viejos grilletes fijados a la roca y, en un rincon, un mohoso monton de trapos y tablas que en otro tiempo habia sido un catre. Examine los muros a la luz de la vela y vi que estaban cubiertos de inscripciones. Lei una frase profundamente grabada en la roca:
– El tristisimo hermano Pedro. Me pregunto quien seria.
– Aqui hay otra salida -dijo Mark, acercandose a una gruesa puerta de madera.
Me agache y mire por la cerradura. No se veia luz. Pegue la oreja a la hoja, pero no oi nada.
Gire la manivela lentamente y la puerta se abrio hacia el interior del calabozo sin hacer ruido; habian engrasado los goznes recientemente. Vimos la parte posterior de otro aparador, lo bastante separado de la pared para permitir el paso de un hombre. Nos deslizamos por la abertura y salimos a un pasillo con el suelo de losas de piedra. A escasa distancia habia una puerta entreabierta tras la que se oian voces y el entrechocar de cacharros.
– Es el pasillo de la cocina -le susurre a Mark-. ?Volvamos! ?Rapido, antes de que nos vean!
