Mark se deslizo detras del aparador. Yo lo segui y cerre la portezuela. En ese momento, la humedad del aire me provoco un ataque de tos. De pronto, una mano me tapo la boca y otra me agarro del hombro. Las velas estaban apagadas.

– Silencio, senor -me susurro Mark al oido-. Se acerca alguien.

Asenti, y Mark me solto. Yo no oia nada; decididamente, el chico tenia oidos de murcielago. Un instante despues, el resplandor de una vela ilumino un trozo de pared y una figura en habito asomo al interior de la mazmorra; bajo la capucha, entrevi un rostro delgado y oscuro. La vela ilumino el rincon en el que nos encontrabamos, y el hermano Guy dio un respingo al vernos.

– ?Por Cristo Nuestro Senor! ?Que haceis aqui?

– Lo mismo podriamos preguntaros nosotros, hermano -respondi avanzando hacia el-. ?Como habeis llegado hasta aqui? La puerta de nuestra habitacion esta cerrada con llave.

– La he abierto. Venia a deciros que el estanque ha sido vaciado. Al no recibir respuesta, he temido que os hubiera ocurrido algo y he decidido abrir con mi llave. Al entrar, he visto el aparador separado de la pared y la portezuela abierta.

– El senor Poer llevaba dias oyendo ruidos al otro lado del muro, y esta manana ha descubierto esa puerta falsa. Nos han estado espiando, hermano Guy. Nos habeis dado una habitacion a la que se puede acceder a traves de un pasadizo secreto. ?Por que? ?Por que no me dijisteis que habia otro modo de llegar a la cocina desde la enfermeria?

Mi tono era aspero. Habia empezado a considerar al hermano Guy casi como un amigo en aquel lugar hostil. Me maldije por haber confiado en un hombre que, a fin de cuentas, seguia siendo un sospechoso.

El enfermero tenso el rostro. La luz de la vela arrojaba extranas sombras sobre sus oscuras y finas facciones.

– Habia olvidado que el pasadizo daba a vuestra habitacion. Comisionado, este pasadizo no ha sido utilizado desde hace doscientos anos.

– ?Alguien lo ha utilizado esta misma manana! ?Nos habeis dado la unica habitacion en cuya pared podia abrirse una mirilla!

– No es la unica -respondio el hermano Guy con calma. Su mirada era serena y su mano sostenia la vela con firmeza-. ?No os habeis fijado? El pasadizo discurre a lo largo del revestimiento de madera de la enfermeria, donde estan las habitaciones.

– Pero la unica habitacion en la que hay una mirilla es la nuestra. ?Es la que suelen utilizar los visitantes?

– Los que no se alojan en casa del prior. Por lo general, mensajeros, o los administradores de nuestras tierras cuando vienen a rendir cuentas.

– ?Y que es este horrible lugar, por Dios santo? -le pregunte abarcando la lobrega y humeda mazmorra con un gesto de la mano.

El hermano Guy solto un suspiro.

– Es el antiguo calabozo de los monjes. Casi todos los monasterios tienen uno; antano, los abades solian encerrar a los hermanos que cometian algun pecado grave. Segun la ley canonica, todavia pueden hacerlo, aunque no es habitual.

– No, no es un castigo para estos tiempos.

– Hace unos meses, el prior Mortimus pregunto si aun existia el antiguo calabozo, con intencion de volver a utilizarlo para castigar a los monjes. Le dije que, por lo que yo sabia, aun existia. No habia vuelto aqui desde que un viejo criado me trajo al poco de llegar. Creia que la puerta estaba condenada.

– Pues no lo esta. Asi que el prior Mortimus os pregunto por el calabozo…

– Si. Creia que lo aprobariais -dijo el enfermero en tono de reproche-. Tengo entendido que el vicario general quiere que nuestra vida sea lo mas dura y penosa posible.

Deje que transcurrieran unos instantes de silencio.

– Tened cuidado con lo que decis, hermano.

– Vivimos en un mundo lleno de nuevas maravillas, en el que el rey de Inglaterra cuelga a la gente por expresar su opinion. -El hermano Guy se esforzo por serenarse-. Lo siento. Pero aunque ayer hablaramos libremente sobre los nuevos tiempos, doctor Shardlake, aqui todo el mundo siente el peso de la angustia y el miedo. Yo solo quiero vivir en paz, comisionado. Como todos los hermanos.

– No todos, hermano Guy, no todos… Alguien pudo utilizar este pasadizo para llegar a la cocina, sin necesidad de llave, y asesinar al comisionado Singleton.

– Alice y yo nos pasamos toda la noche atendiendo al hermano James. Nadie pudo acceder al pasadizo sin que nosotros lo vieramos.

Le cogi la vela de la mano y le ilumine el rostro.

– Pero vos si pudisteis hacerlo, hermano.

– Juro por la sangre de Nuestro Senor Jesucristo que no lo hice -respondio el enfermero con firmeza-. Soy medico; he jurado salvar vidas, no quitarlas.

– ?Quien mas conocia la existencia del pasadizo? Decis que el prior pregunto por el. ?Cuando?

El hermano Guy se paso la mano por la frente.

– Durante una reunion de los obedienciarios. Ademas del prior y de mi, estaban el abad, los hermanos Edwig y Gabriel, el hermano Jude, el despensero, y el hermano Hugh. Como de costumbre, el prior Mortimus hablo de la necesidad de reforzar la disciplina. Dijo que habia oido hablar de una antigua celda que estaba detras de la enfermeria. Pero creo que no hablaba en serio.

– ?Quien mas podria saberlo?

– Los novicios saben que en el monasterio hay una vieja mazmorra. Se les dice para asustarlos; pero no creo que nadie sepa donde se encuentra. Yo mismo habia olvidado la existencia del pasadizo. ?Recordais cuando me preguntasteis si existia otro modo de acceder a la cocina? Os dije que creia que estaba condenado desde hacia anos.

– Entonces, hay otras personas que conocen su existencia… ?Que me decis de vuestro amigo, el hermano Jerome?

El enfermero me miro con perplejidad.

– ?Que quereis decir? Jerome y yo no somos amigos.

– Ayer os vi ayudandole a pasar las hojas del libro del coro.

– Es mi hermano en Cristo, y un pobre tullido -respondio el enfermero moviendo la cabeza-. ?Hemos llegado a tal punto que ayudar a un invalido a pasar las hojas de un libro es suficiente base para formular una acusacion? Tenia otra opinion de vos, doctor Shardlake.

– Busco a un asesino -replique con viveza-. Todos los obedienciarios son sospechosos, incluido vos. Puede que las palabras del prior le refrescaran la memoria a alguno de los presentes en esa reunion y decidiera echar un vistazo al pasadizo.

– Tal vez.

– Salgamos de aqui -dije volviendo a pasear la mirada por el humedo calabozo-. Este sitio me produce dolor de huesos.

Regresamos a la habitacion en silencio. El hermano Guy salio del pasadizo en primer lugar, y yo, que lo seguia, me agache para recoger mi panuelo del suelo. Al hacerlo, vi algo que brillaba tenuemente a la luz de la vela y rasque la losa de piedra con una una.

– ?Que es? -pregunto Mark. Me acerque el dedo a la cara.

– Dios Misericordioso, asi que esto es lo que hacia… -murmure-. Si, claro, la biblioteca…

– ?Que quereis decir? -insistio Mark.

– Mas tarde, mas tarde… -respondi limpiandome con cuidado el dedo en la ropa-. Vamos, o se me helaran los huesos antes de que consiga sentarme ante un fuego. -Entramos en la habitacion, y tras despedir al hermano Guy me acerque a la chimenea para calentarme las manos-. ?Dios santo, que frio hace en ese pasadizo!

– Me ha sorprendido oir hablar al hermano Guy contra el vicario general.

– Ha hablado contra la politica del rey; para cometer traicion tendria que haber criticado al rey como cabeza de la Iglesia. En el calor de la discusion ha dicho lo que todos piensan aqui.

– Solte un suspiro-. Hemos encontrado una pista…, pero conduce a otra persona.

– ?A quien?

Lo mire, complacido al comprobar que se le habia olvidado el enfado.

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