escritorio atestado de papeles habia una jarra de vino; el prior se acerco y lleno dos copas.

– ?Es la primera vez que Jerome desaparece despues de un oficio?

– Si. Siempre esta vigilado.

– ?Hay alguna posibilidad de que haya enviado otra carta antes de hoy?

– No, al menos desde que lo confinamos, el dia de vuestra llegada. Pero antes… si.

Asenti mordiendome una una.

– En adelante, debe permanecer vigilado constantemente. Esa carta es algo muy serio. Deberia informar a lord Cromwell de inmediato.

El prior me lanzo una mirada calculadora.

– ?Mencionareis que un monje leal al rey impidio que la carta saliera del monasterio?

– Ya veremos -respondi mirandolo con frialdad-. Hay otro asunto del que queria hablar con vos. Orphan Stonegarden.

El prior asintio lentamente.

– Si, he oido que estabais haciendo preguntas.

– ?Y bien? Vuestro nombre ha sido mencionado.

– Los viejos celibes tambien sentimos deseos -respondio el prior encogiendose de hombros-. Era una joven atractiva. No negare que intente acostarme con ella.

– ?Vos, que sois el responsable de mantener la disciplina en esta casa y que ayer mismo dijisteis que la disciplina es lo unico que preserva al mundo del caos?…

El prior se removio incomodo en el sillon.

– Un revolcon con una buena hembra no puede compararse con las pasiones contra natura -respondio Mortimus con viveza-. No soy perfecto; nadie lo es, excepto los santos, y no todos.

– Muchos, senor prior, calificarian esas palabras de hipocritas»

– ?Vamos, comisionado! ?Hay alguien que no sea hipocrita? Yo no le deseaba ningun mal a esa joven. Me rechazo de inmediato, y ese viejo sodomita de Alexander me denuncio al abad. Luego me dio lastima verla rondando por el monasterio como un fantasma -anadio el prior en un tono mas mesurado-. No obstante, jamas volvi a hablar con ella.

– Que vos sepais, ?la tomo alguien por la fuerza? La senora Stumpe cree que fue asi.

– No. -El rostro del prior se ensombrecio-. Yo no lo habria permitido -aseguro, y solto un largo suspiro-. Verla ayer fue terrible. La reconoci al instante.

– La senora Stumpe tambien -dije cruzandome de brazos-. Vuestros buenos sentimientos me asombran, hermano prior. No puedo creer que este ante el mismo hombre que hace un momento le ha propinado una patada a un tullido.

– El hombre ocupa una posicion dificil en el mundo, sobre todo si es un monje. Tiene obligaciones establecidas por Dios y fuertes tentaciones a las que resistirse. Las mujeres… son diferentes. Si se comportan, merecen vivir en paz. Orphan era una buena chica, no como la desvergonzada que trabaja ahora con el hermano Guy.

– He oido que a ella tambien le hicisteis proposiciones. El prior guardo silencio durante unos instantes.

– Yo no acose a Orphan, os lo aseguro. Cuando me rechazo, no insisti.

– Pero otros si lo hicieron. El hermano Luke. -Hice una pausa-. Y el hermano Edwig.

– Si. El hermano Alexander tambien los denuncio, aunque sus propios pecados, mucho mas graves, acabarian desenmascarandolo -anadio con malicia-. El abad se encargo del hermano Luke y le dijo al hermano Edwig que la dejara en paz. Igual que a mi. No suele darme ordenes, pero esa vez lo hizo.

– Se comenta que el hermano Edwig y vos sois quienes llevais las riendas del monasterio…

– Alguien debe hacerlo. Al abad Fabian siempre le ha interesado mas cazar con la aristocracia local. Nos ocupamos de las pesadas rutinas que mantienen el monasterio en pie. -Me pregunte si convenia mencionar los asuntos economicos, o la venta de tierras en general, para ver como reaccionaba. Pero no, no debia poner sobre aviso a ninguno de ellos hasta tener las pruebas en la mano.-. Yo nunca crei que hubiera robado los calices y huido del monasterio -murmuro el prior.

– Sin embargo, es lo que le dijisteis a la senora Stumpe…

– Era lo que parecia, y lo que el abad Fabian nos indico que dijeramos. Espero que encontreis pronto a quien la mato -anadio el prior muy serio-. Cuando lo hagais, no me importaria que me dejarais solo con el cinco minutos.

Observe el rostro del prior, lleno de santa indignacion.

– Estoy seguro de que os encantaria -respondi con frialdad-. Y ahora, debeis disculparme; llego tarde a una cita.

Alice me esperaba en la cocina de la enfermeria, con una vieja capa de lana al brazo y unos zapatos cubiertos con gruesas fundas de cuero.

– Necesitas algo de mas abrigo -le dije-. Ahi fuera hace un frio terrible.

– Con esto tengo bastante -respondio la joven echandose la capa sobre los hombros-. Era de mi madre, la abrigo durante treinta inviernos.

Nos dirigirnos hacia la puerta del muro posterior por el mismo sendero que habiamos tomado Mark y yo el dia anterior. Me desconcerto comprobar que la muchacha me sacaba tres dedos de altura. Debido a la joroba, muchos hombres me sacan eso y mas, pero no suelo encontrar mujeres mas altas que yo. Me puse a pensar en lo que podia habernos atraido de Alice tanto a Mark como a mi, pues la joven, palida y seria, no era una belleza, en el sentido convencional. Sin embargo, a mi nunca me han gustado las rubias coquetas; siempre me ha interesado mas la chispa que salta del enfrentamiento entre dos caracteres fuertes. Al pensar en ello, el corazon volvio a palpitarme con fuerza.

Pasamos junto a la tumba de Singleton, cuyo oscuro lomo seguia contrastando con la blancura circundante. Alice se mostraba tan distante y poco comunicativa como Mark. Tener que enfrentarme de nuevo a aquella muda insolencia me irrito, y me pregunte si se trataria de una tactica concertada, o de una actitud que cada uno habia adoptado por su cuenta. Despues de todo, no hay tantas formas de demostrar descontento a quienes estan por encima de nosotros.

Mientras cruzabamos la huerta, donde una bandada de cuervos graznaba en las ramas de los arboles, trate de entablar conversacion preguntandole como es que conocia tan bien la marisma.

– Cuando era pequena, en la casita de al lado vivian dos hermanos de mi edad, Noel y James. Soliamos jugar juntos. Su familia se habia dedicado a la pesca durante generaciones y ellos conocian todos los senderos de la marisma y las senales que permitian orientarse y pisar terreno firme. Su padre era contrabandista, ademas de pescador. Ya estan muertos; su barco desaparecio durante una tempestad hace cinco anos.

– Lo siento.

– Son gajes del oficio -murmuro Alice, y se volvio hacia mi con una chispa de animacion en los ojos-. Si la gente manda tejidos a Francia a cambio de vino, es porque son pobres.

– No tengo intencion de acusarlos, Alice. Simplemente, me pregunto si ciertas sumas de dinero obtenido fraudulentamente, y quiza tambien la reliquia robada, podrian haber salido del monasterio de ese modo.

Llegamos frente al estanque. A cierta distancia, varios criados se afanaban en torno a una esclusa del riachuelo siguiendo las indicaciones de un monje. El nivel del agua del estanque habia bajado perceptiblemente.

– El hermano Guy me ha contado lo de esa pobre chica -dijo Alice arrebujandose en la capa-. Me ha explicado que hacia el mismo trabajo que yo.

– Si, asi es. Pero la pobre no tenia mas amigos que Simon Whelplay. Tu tienes quien te proteja. -Vi la angustia en sus ojos y le sonrei tranquilizadoramente-. Ven, ahi esta la puerta. Tengo una llave.

Salimos al exterior y volvi a contemplar la blanca extension de la marisma, la lejana franja del rio y, a medio camino, el monticulo con las ruinas de la iglesia primitiva.

– La primera vez que vine casi me hundi en el lodo -le explique-. ?Estas segura de que hay un camino practicable? No se como vas a orientarte estando todo cubierto de nieve.

– ?Veis esos canaverales? -me pregunto Alice senalando hacia la marisma-. Es cuestion de localizar los adecuados y mantenerse a la distancia exacta de ellos. No todo es cienaga; hay zonas de terreno firme, y los canaverales hacen las veces de mojones. -La muchacha cruzo el camino y piso fuera de el con precaucion-. Hay zonas que solo estan heladas; debeis tener cuidado de no pisar en ellas.

– Lo se. Eso es lo que me ocurrio la otra vez -respondi sonriendo con nerviosismo desde el borde del camino-.

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