– El cadaver de una mujer; creemos que se trata de una muchacha llamada Orphan, a la que sabemos que acosabais.
El joven me miro con ojos desorbitados por el terror y a continuacion se hinco de rodillas y me agarro la orla de la toga con sus gruesos y rojos dedos.
– ?No lo hice, senor! ?Solo tonteaba con ella, nada mas! ?Y no era el unico! ?Era una desvergonzada, fue ella la que me tento!
– ?Soltadme! ?Y miradme a la cara! -El hermano Luke alzo la cabeza y me miro con los ojos muy abiertos-. Quiero la verdad -exigi inclinandome hacia el-. Os va en ello la vida. ?Os provoco ella o fuisteis vos quien la acoso?
– Era… era una mujer, senor. ?Su simple presencia era una tentacion! Tenia su imagen grabada en la mente, no paraba de pensar en ella. Satanas la puso en mi camino para tentarme, pero me confese. ?Me confese!
– Vuestra confesion me importa un bledo. Seguisteis molestandola a pesar de las advertencias del abad, ?no es asi? ?El hermano Guy tuvo que volver a quejarse!
– ?Pero despues de eso no volvi a hacerlo! ?El abad amenazo con echarme! ?Por la sangre de Cristo que no volvi a molestarla! ?Por su santa sangre!
– ?El abad no puso el asunto en manos del prior?
– No, el prior…
– ?Que? Vamos, muchacho, ?que?
– El prior… era culpable de lo mismo, y el tesorero tambien.
– Si. ?Alguien mas? ?Quien acabo convirtiendo la vida de aquella muchacha en una autentica pesadilla?
– No lo se, senor. Os lo juro, os juro que no volvi a acercarme a la enfermeria despues de la amenaza del prior. Por Nuestra Senora…
– ?Nuestra Senora! -rezongue-. Si volviera a la tierra, ni ella estaria segura ante individuos como vos. ?Fuera de mi vista, vamos! -le grite fulminandolo con la mirada mientras se levantaba y desaparecia a toda prisa.
– Le habeis dado un susto de muerte -dijo Mark sonriendo con sorna.
– Con cobardes como el no tiene merito. Conque el prior y el tesorero… Mira, ahi hay una puerta. Salgamos por ahi y evitemos esos perros.
Regresamos al patio. El enfrentamiento con los perros volvio a mi mente. Senti un desfallecimiento y esta vez fui yo quien tuvo que apoyarse en la pared durante unos instantes. Un rumor de voces me hizo volver la cabeza.
– ?Por amor de Dios! ?Y ahora que pasa?
Todo el mundo habia dejado lo que estaba haciendo para contemplar una procesion que se dirigia hacia la entrada. Dos monjes sostenian en alto una estatua de san Donato vestido de romano, con las manos entrelazadas y una expresion piadosa en el rostro. Tras ellos, vi la esbelta figura del hermano Jude, el despensero, que llevaba una bolsa de cuero en la mano. Cerraba el cortejo el hermano Edwig, con las manos enguantadas y una gruesa capa sobre los hombros. Bajo la torre de la entrada, Bugge esperaba para abrirles las puertas.
– El dia de limosna -dijo Mark.
Cuando llegamos a la entrada, Bugge ya habia abierto las puertas. Ante ellas, una muchedumbre contemplaba la estatua que sostenian los dos monjes. El hermano Jude levanto la bolsa y se dirigio a los presentes:
– ?He aqui la imagen de nuestro patron, el santo y bendito Donato, martir de los paganos! Agradeced a su gran bondad la caridad que recibis hoy. ?Rezadle para que interceda por la remision de vuestros pecados!
Cuando conseguimos abrirnos paso entre los mirones, vimos entre cuarenta y cincuenta adultos apretujados sobre el suelo cubierto de nieve, viudas ancianas, mendigos y tullidos con la cara amoratada por el frio, la mayoria de ellos vestidos apenas con unos harapos. A cierta distancia, un grupo de palidos ninos rodeaba a la regordeta senora Stumpe. A pesar del frio, el hedor que ascendia de la muchedumbre era insoportable. El mar de menesterosos, que habian recorrido un cuarto de legua para llegar hasta alli, inclino la cabeza y se santiguo al oir las palabras del monje, que se interrumpio bruscamente al verme aparecer.
– ?Que estais haciendo? -le grite.
– Pues… distribuir las limosnas, senor…
– Estais pidiendo a estas pobres gentes que adoren ese trozo de madera.
El hermano Edwig se acerco a toda prisa.
– Solo en m-memoria de la bondad del santo, comisionado.
– ?Los ha exhortado a que recen a la estatua! ?Lo he oido! ?Llevaosla inmediatamente!
Los monjes bajaron al santo y se lo llevaron a toda prisa. Descompuesto, el hermano Jude indico que trajeran los cestos. Algunos mendigos sonreian abiertamente.
– Acercaos a recoger las limosnas y los alimentos -dijo el despensero con voz temblorosa.
– ?Sin empujarse! -grito Bugge hacia los pobres, que se acercaban en ordenada hilera.
Cada uno recibia un cuarto de penique de plata, la moneda mas pequena del reino, y algo de los cestos, que contenian manzanas, hogazas de pan y finas tiras de tocino.
– Teneis que d-disculparnos -dijo el hermano Edwig, que se habia quedado junto a mi-. Es una vieja c- ceremonia; habiamos olvidado sus implicaciones. No se r-repetira.
– Por la cuenta que os trae.
– Damos 1-limosna todos los meses. Esta en nuestra carta f-fundacional. Si no fuera por nosotros, esta gente no p-probaria la carne.
– Con todo lo que ingresais, imaginaba que seriais mas generosos con los pobres.
De pronto, la colera ensombrecio el rostro del hermano Edwig.
– ?Y lord Cromwell, que quiere quedarse con todo nuestro dinero para entregarselo a sus amigos? ?Es eso caridad?
Me lo espeto sin tartamudear ni una sola vez, dio media vuelta y se alejo con paso vivo.
La muchedumbre me miraba con curiosidad mientras los monjes seguian repartiendo sobras y la bolsa del despensero iba vaciandose de calderilla.
Suspire. Me habia dejado llevar por la indignacion, y ahora todo el mundo sabria que en el monasterio habia un comisionado del rey. El arrebato me habia dejado sin fuerzas, pero me acerque a la senora Stumpe, que seguia junto al camino esperando con sus pupilos a que acabaran los adultos.
– Buenos dias, senor -dijo la mujer haciendome una reverencia.
– ?Teneis un momento, senora? Por aqui… -Nos alejamos de los ninos. La gobernanta me miraba con curiosidad-. Quiero que le echeis un vistazo a esto y me digais si lo reconoceis.
Dando la espalda a la muchedumbre, saque del bolsillo la medalla que habia encontrado en el cadaver.
– ?El san Cristobal! -exclamo la mujer agarrandola-. Se la regale a Orphan cuando vino a trabajar aqui. ?La habeis encontrado, senor…?
La gobernanta se interrumpio al ver mi expresion.
– Lo lamento, senora Stumpe -le dije con suavidad-. La llevaba un cadaver que hemos encontrado en el estanque esta manana.
Esperaba que se echara a llorar, pero apreto los punos.
– ?Como murio?
– Tenia el cuello fracturado. Lo siento.
– ?Habeis descubierto quien lo hizo? ?Quien fue?
Su voz se quebro y se convirtio en un gemido. Los ninos la miraban angustiados.
– Aqui no, senora. Por favor. Esto no debe trascender, por ahora. Encontrare a quien lo hizo. Os lo juro.
– Vengadla, por amor de Dios, vengadla -dijo la senora Stumpe con un hilo de voz, y rompio a llorar en silencio.
– No digais nada todavia -le pedi cogiendola por el hombro con suavidad-. Os avisare a traves del juez Copynger. Mirad, los mayores ya han terminado. Procurad serenaos.
El ultimo adulto habia recogido su limosna, y una hilera de harapientas siluetas, negras como cuervos contra la inmaculada blancura de la nieve, se encaminaba ya a la ciudad. La senora Stumpe se despidio de mi con una rapida inclinacion de la cabeza, respiro hondo y llevo a los ninos hacia los cestos. Yo di media vuelta y me acerque a Mark, que me esperaba al otro lado de la puerta. Me preocupaba que la gobernanta volviera a derrumbarse, pero la oi animar a los ninos con voz serena. El hermano Edwig habia desaparecido.
