Cogi el grueso sobre que me tendia y lo mire del derecho y del reves. Por ambos lados llevaba la inscripcion «Alto secreto».
– Senor -dijo Joan con voz vacilante-. ?Puedo preguntaros algo?
– Por supuesto -respondi sonriendole al ver la expresion de angustia de su regordeta cara.
– Me preguntaba, senor, si os ocurre algo. Pareceis preocupado. Y el senorito Mark, ?estara seguro alla abajo, en la costa?
– Confio en que si -le respondi-. Pero no se que porvenir le espera. No quiere volver a Desamortizacion.
Joan asintio.
– No me sorprende.
– ?Ah, no? Pues yo me quede de una pieza, Joan.
– Hace tiempo que me habia dado cuenta de que alli no era feliz. He oido que es un lugar odioso, lleno de gente codiciosa, si me permitis decirlo.
– Tal vez lo sea. Pero hay muchos sitios iguales o peores. Si nos mantuvieramos alejados de todos y nos quedaramos sentados junto al fuego, acabariamos convertidos en mendigos, ?no te parece?
Joan nego con la cabeza.
– El senorito Mark es diferente, senor.
– ?Diferente, en que? Vamos, Joan, Mark te ha engatusado, como hace con todas las mujeres.
– No, senor -replico Joan, molesta-. No es eso. Tal vez lo comprenda mejor que vos. Bajo su aparente despreocupacion, es una de las personas mas compasivas que he conocido en mi vida; la injusticia lo subleva. He llegado a preguntarme si no buscaria su propia desgracia con aquella chica para librarse de Westminster. Tiene muchos ideales, senor; a veces creo que demasiados, para sobrevivir en un mundo tan duro como este.
– Y yo que pensaba que el de los grandes ideales era yo -murmure sonriendo con tristeza-. Pero me han quitado el velo de los ojos.
– ?Como decis, senor?
– No, nada, Joan. No te preocupes. Ahora debo leer esto.
– Por supuesto. Os ruego que me perdoneis.
– No hay de que. Y, Joan…, gracias por tu interes.
Solte un suspiro y abri la carta. Contenia notas tomadas por Singleton y cartas a lord Cromwell sobre sus progresos con Mark Smeaton. Unas y otras dejaban claro que habian trazado un plan friamente calculado para atrapar al joven musico con pruebas falsas y matarlo. Alegar que la reina se habia acostado con alguien de tan humilde origen escandalizaria particularmente al pueblo, decia Singleton, de modo que era fundamental atraparlo en la red. Se referia a Smeaton en tono despectivo, como un pobre diablo, un cordero facil de llevar al matadero. En casa de Cromwell, habian destrozado su laud contra la pared ante sus ojos y lo habian dejado desnudo en la bodega toda la noche; pero habian tenido que torturarlo para arrancarle la falsa confesion. Rece para que estuviera a salvo en el cielo.
La carta tambien contenia un memorandum de Singleton sobre la familia del muchacho. Su madre habia muerto y solo le quedaba su padre; no tenia ningun otro pariente varon. John Smeaton tenia una hermana mayor que vivia en el campo, en algun lugar del pais, pero estaba peleado con ella y no la habia visto desde hacia anos. Singleton le decia a Cromwell que la falta de parientes bien relacionados convertia al muchacho en ideal para sus propositos, pues nadie haria preguntas.
Volvi a guardar los documentos en el sobre cuidadosamente. Recorde el funeral de Singleton y el instante en que la tapa del ataud se cerro sobre su rostro, y confieso que en ese momento me alegre. Pedi que me trajeran el caballo; habia llegado el momento de hacer una visita a Whitechapel. Me eche la capa sobre los hombros y volvi a salir, contento de tener un objetivo que cumplir y poder escapar del inmenso caos que reinaba en mi mente.
29
La cabalgada fue larga, y me llevo mas alla de la Muralla de Londres, hasta Whitechapel, un barrio en rapido crecimiento, lleno de casuchas de adobe. Delgadas columnas de humo se elevaban de cientos de fuegos en el aire inmovil. Alli las bajas temperaturas eran algo mas que una inclemencia natural; viendo las caras de hambre y desesperacion de la gente no pude evitar pensar que para muchos aquel seria el ultimo invierno. Las pocas fuentes que pudiera haber debian de haberse helado, pues vi a muchas mujeres cargadas con cantaros de agua del rio. Me habia puesto mi ropa mas sencilla, porque los caballeros no siempre estaban seguros en aquella parte de la ciudad.
La calle en la que Smeaton habia tenido su forja era una de las mejores y en ella habia varios talleres. Los papeles de Single ton decian que el artesano vivia en una casa de dos pisos contigua a una herreria, gracias a lo cual la encontre sin dificultad. El piso inferior ya no albergaba la carpinteria; el escaparate estaba condenado con tablones clavados a la pared y cubiertos de pintadas. Ate el jamelgo a un poste y golpee la endeble puerta de madera.
Me abrio un joven pobremente vestido, de revuelta pelambrera negra y rostro palido y consumido. Me pregunto que queria sin demasiado interes; pero, cuando le dije que era un comisionado de lord Cronwell, retrocedio negando con la cabeza.
– Nosotros no hemos hecho nada, senor. Aqui no hay nada que pueda interesar a lord Cromwell.
– No se te acusa de nada -le asegure procurando dar a mi voz un tono tranquilizador-. Solo estoy haciendo averiguaciones. Sobre el anterior propietario de esta casa, John Smeaton. Quien me ayude recibira una recompensa.
El joven seguia mirandome con temor, pero me invito a entrar.
– Perdonad el desorden, senor -murmuro-. Pero estoy sin trabajo.
Ciertamente, la habitacion a la que me hizo pasar era un lugar lamentable. Saltaba a la vista que habia sido un taller en epoca reciente, pues consistia en una sola pieza alargada y de techo bajo, con las paredes ennegrecidas de hollin. Hacia un frio glacial; el fuego consistia en un punado de piedras de carbon que producian mas humo que calor. Aparte de un viejo banco de carpintero que hacia las veces de mesa, no habia mas muebles que unas cuantas sillas desvencijadas y un par de jergones de paja en el suelo. Junto al fuego, habia tres ninos escualidos apretujados contra una joven que tenia en brazos a una criatura de aspecto enfermizo. Madre e hijos me miraban con identica mezcla de hosquedad e indiferencia. La habitacion estaba en penumbra, pues solo recibia luz a traves de un ventanuco de la pared posterior. En el aire flotaba un penetrante olor a humo y orines.
– ?Hace mucho que vivis aqui? -le pregunte al joven con el corazon encogido.
– Dieciocho meses, senor; desde que murio el anterior propietario. El hombre que compro la casa nos dejo esta habitacion. En el piso de arriba vive otra familia. El dueno es el senor Placid, que vive en el Strand.
– ?Sabes quien era el hijo del antiguo dueno?
– Si, senor. Mark Smeaton, uno de los que se acostaban con la gran ramera.
– Supongo que los herederos de Smeaton le vendieron la casa al senor Placid. ?Sabes quienes eran?
– La heredera era una anciana. Cuando nos mudamos aqui, aun habia cosas del senor Smeaton; ropa, una copa de plata y una espada…
– ?Una espada?
– Si, senor. Estaba todo amontonado alli -dijo el joven senalando una esquina de la habitacion-. El senor Placid nos dijo que la hermana de John Smeaton vendria a recogerlo todo. Y que no tocaramos nada, si no queriamos ir a la calle.
– Y no lo hicimos -tercio la mujer. La criatura empezo a toser, y ella la estrecho contra su pecho-. ?Calla, Temor de Dios!
– ?Y la anciana? -les pregunte haciendo un esfuerzo para contener mi emocion-. ?Se presento?
– Si, senor, unas semanas despues. Vivia en el campo, y la ciudad parecia ponerla nerviosa. La trajo su abogado.
– ?Recuerdas como se llamaba? -le pregunte con impaciencia-. ?O de que parte del pais venia? ?Podia ser un sitio llamado Scarnsea?
El joven movio la cabeza.