miercoles a Francia. Alguien podria picar.

– Mmm -repuse-, nadie espera que hagas nada peligroso. Ella sonrio levemente.

– No estes tan seguro de ello. Patrick puede ser muy exigente -no parecia preocupada-. Ademas, no voy precisamente a arrojarme en un paracaidas dentro de la Francia ocupada detras de las fronteras alemanas.

Ella era, me di cuenta, el tipo exacto de mujer que habria hecho precisamente eso durante la Segunda Guerra Mundial. Como si me leyera el pensamiento, comento:

– Mi madre lo hizo y sobrevivio para tenerme despues.

– ?Tienes hijos?

Sin sentimentalismos, ella meneo tres largos dedos.

– Tres. Todos pasaron ya la edad de los clubes de caballitos. Ya volaron del nido. Mi esposo murio hace mucho tiempo. La vida se torno de repente vacia y aburrida, ya no tenia sentido participar en exposiciones o competencias. De manera que… Patrick llego al rescate. ?Necesitas saber mas?

– No.

La comprendi sinceramente, y Nina Young lo percibio, se conmovio a su pesar por una oleada interna de conocimiento de si misma. Meneo la cabeza en senal de repudio a ese momento y se puso de pie, alta y competente, una mujer dedicada a los caballos para quien, al final, los animales no resultaban ser suficiente.

– Si no me necesitas manana -observo-, voy a entregarle los tubos a Patrick en Londres y volvere el miercoles. ?A que hora?

– Se pondran en marcha a las siete de la manana. Cruzaran de Dover a Calais y llegaran a su destino alrededor de las seis. Volveran el jueves ya tarde.

– De acuerdo.

Envolvio los tubos ambarinos cuidadosamente en un panuelo y los guardo en su bolso. Despues, hizo una breve inclinacion de cabeza a modo de despedida, se dirigio a su auto y partio.

Recupere entonces los otros cuatro tubos del cajon del escritorio, los envolvi uno por uno en papel desechable y los guarde en el bolsillo de mi chaqueta. La jornada de trabajo habia terminado ya. Algunos de los camiones todavia se encontraban en camino, aunque no aguardaria su regreso. Sin embargo, habia recibido un mensaje telefonico de Lewis, en Francia, que habia ido a recoger dos caballos de dos anos de edad para entregarlos en las caballerizas de Michael Watermead. Se informaba que por una demora en el transbordador, el camion no llegaria de regreso sino hasta las dos o tres de la madrugada.

Para nosotros, eso era rutinario. Ya habia hecho los arreglos con Lewis para que guardara a los dos potros en las caballerizas de la granja hasta la manana siguiente, pero me habia olvidado de avisarle a Michael. Bostece y le llame por telefono. Refunfuno y comento que el retraso le resultaba muy irritante. Le prometi que le llevaria sus caballos a primera hora por la manana.

POCO DESPUES de las seis y media me levante, me vesti y desayune. Conduje a la granja bajo el fortificante amanecer.

El camion que habia llegado de Francia estaba inmovil en su lugar acostumbrado, su carga dormitaba en la caballeriza, pero el conductor no se veia por ningun sitio. Habia una nota doblada que habia dejado entre el limpiador y el parabrisas. La abri y lei: ?Podria alguien llevarlos a casa de Watermead? Estoy agotado y creo que tengo gripe. Lo siento, Freddie'. Y firmaba 'Lewis'. Estaba fechada 'martes, dos y media de la madrugada'.

“?Maldita sea la gripe!”, pense con vehemencia.

Abri la cerradura de la puerta de la oficina y fui a buscar el duplicado de las llaves del camion de Lewis, ya habia decidido que conduciria yo mismo hasta las caballerizas de Michael. En la debida forma, abri el camion, cargue a los huespedes de mis establos y los lleve a su destino, que se hallaba a un escaso kilometro y medio de distancia.

Michael ya estaba afuera en su patio y miro deliberadamente el reloj. Cuando baje de la cabina, su descontento disminuyo un poco al verme, pero no desaparecio.

– ?Donde esta Lewis? -pregunto.

– Lewis volvio enfermo de gripe -respondi con pesar.

– ?Caramba! -Michael hizo unos calculos aritmeticos-. ?Que pasara con Doncaster? Esta condenada gripe tarda mucho tiempo en quitarse.

– Tendras un buen conductor -le prometi.

– No es lo mismo. Lewis me ayuda a ensillar los caballos y otras cosas por el estilo. Algunos de esos sinverguenzas perezosos llegan a las carreras y se duermen hasta que es hora de partir.

Emiti algunos ruidos que demostraran mi comprension y empece a bajar las rampas para subir a los potros de dos anos de edad. El jefe de mozos de espuela de Michael acudio presuroso para llevarselos bajo su custodia. Despues de descargar ileso al segundo caballo, la irritacion de Michael cedio y me sugirio que tomaramos una taza de cafe antes de que me fuera.

Caminamos juntos hasta su casa y entramos en la amplia cocina brillante, calida y acogedora. Maudie Watermead estaba ahi vestida con pantalones vaqueros y una camisa de lana deportiva, el rubio cabello aun despeinado indicaba que acababa de levantarse, no traia nada de maquillaje en el rostro. Recibio mi beso de saludo distraidamente y pregunto por Lewis.

– Con gripe -respondio Michael de manera sucinta.

– ?Pero el les ayuda a los ninos a cuidar a los conejos! ?Que fastidio! Supongo que tendre que hacerlo yo misma.

– ?Hacer que? -pregunte con imprudencia.

– Limpiar el corral y las jaulas.

– Ten cuidado -bromeo Michael-, o te pondra a limpiar a los malditos conejos. Deja que los ninos lo hagan, Maudie.

– Ya estan listos para irse a la escuela -objeto la mujer, y en verdad sus dos hijos mas pequenos, nino y nina vestidos de gris, muy arreglados, irrumpieron en ese momento. Detras de ellos venia, para mi sorpresa, mi propia hija, Cinders, que llevaba puesta la misma ropa gris. Por la platica deduje que asistia a la misma escuela y se habia quedado a pasar la noche con los Watermead.

Me saludo con un 'hola' indiferente, como a un conocido de sus padres. Su atencion se desvio de inmediato hacia los otros ninos, con quienes se reia con naturalidad. Trate de no observarla, pero estaba tan consciente de su presencia como si me hubieran salido antenas. Se sento frente a mi. Tenia el cabello oscuro, lucia impecable y vivaz, segura y amada. No era mia. Nunca lo seria. Comi un pan tostado y desee que las cosas fueran diferentes.

La hija de Maudie pregunto:

– Si Lewis tiene gripe, ?quien atendera a los conejos?

– ?Por que no lo hace Ed? -sugirio Maudie, refiriendose a su hijo mayor.

– ?Mama! Ya sabes que no va a querer. Lewis ama a los conejos. Les acaricia la piel. No hay nadie que los trate mejor que el.

Michael dijo que le pediria a uno de los mozos de cuadra que limpiara las jaulas por la tarde, y Maudie apresuro a los tres ninos para que terminaran de desayunar a fin de que pudiera llevarlos a la escuela.

La cocina me parecio vacia cuando se marcharon. Termine mi cafe y me puse de pie. Le agradeci a Michael su compania.

– Cuando gustes -replico amablemente.

Mi mirada se poso en una de las redondas alcancias recolectoras de John Tlgwood, que parecian encontrarse en todas partes. La que vi estaba en el quicio de la ventana-

– ?Oh, si! -recorde-. Uno de mis camiones ira hoy a buscar una carga de caballos viejos de salto de obstaculos a Yorkshire. John Tigwood me dijo que vas a darles albergue a dos de ellos. ?Cuales dos quieres?

No me sorprendio que Michael pareciera un poco exasperado.

– Loma me convencio otra vez, pero ve si puedes traerme dos que no esten a punto de expirar. Le dije al maldito de Tigwood que llevara a los ultimos dos al descuartizador para que termine su sufrimiento. Es mucho sentimentalismo mantener en pie a esos infelices que se tambalean, pero no puedo comentar esto frente a los ninos. No comprenden la necesidad de la muerte.

Lleve el camion super seis de Lewis de regreso a la granja, donde encontre a Harve tratando de explicarle a

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