La inconfundible silueta del corte de pelo de Lewis paso entre la luz exterior y yo. Llevaba una maleta informe, sin vacilar se dirigio hacia su camion, se recosto en el suelo y desaparecio e vista.

Permanecio abajo durante un tiempo largo, segun me parecio, hasta que empece a pensar si se habia marchado sin que me diera cuenta. Pero de repente, ahi estaba, de pie; luego regreso con su maleta a la puerta principal.

Se fue.

Me quede sentado otra media hora, no solo porque queria cerciorarme de que no habia vuelto, sino debido a mi resistencia para enfrentarme a lo que seguia.

Se que las fobias son irracionales y estupidas. Las fobias paralizan, el miedo petrifica de manera muy real.

Sali lentamente de la vieja camioneta, tome la linterna, trate de pensar en las carreras de caballos, en cualquier cosa, y me acoste boca arriba al lado del camion de Lewis, en el lugar donde se localizaban los tanques de combustible. A las estrellas frias en el cielo no les importaba que yo sudara, y mi valor disminuyo hasta hacerse del tamano de una hormiga. Coloque el hombro y la cadera contra el piso y me arrastre de lado hasta que me encontre totalmente bajo las toneladas de acero y, por supuesto, estas no se me vinieron encima, estaban suspendidas sobre mi, inmoviles e impasibles. Me detuve debajo de los tanques de combustible y senti que un sudor estupido me escurria por el rostro. Casi me invadio el panico cuando intente levantar la mano para limpiarme el sudor y en lugar de ello golpee el metal.

Habia decidido estar en el sitio donde me encontraba. Deja de temblar, me dije, y prosigue con el asunto en cuestion.

Si, Freddie.

Palpe y encontre el extremo del recipiente sobre el tanque posterior de combustible. Lo destornille y lo coloque en el suelo. Luego encendi la linterna y levante la cabeza para mirar el interior del recipiente.

El cabello rozo el metal. Toneladas de acero. Casi no podia respirar y mi corazon latia con fuerza. Habia desafiado a la muerte en las carreras miles de veces. Nada habia sido como esto.

Con un temblor incontenible, meti la linterna en el tubo para poder observar mejor. Unos destellos de luz aparecieron sobre el recipiente y mostraban el costado inferior del camion. Los destellos provenian de unos agujeros hechos en el tubo. ?Ahi estaban unos respiraderos!

Me asome directamente en el tubo, la cabeza golpeo con fuerza nuevamente contra el metal. En lo profundo del tubo algo se movio. Un ojo brillo con vivacidad. El conejo parecia estar tranquilo dentro de la madriguera de metal.

Apague la linterna, atornille el extremo otra vez en el tubo y me arrastre nuevamente al aire libre de la noche. Me quede un momento tendido sobre el suelo duro, el corazon se me salia, me sentia muy avergonzado de mi mismo. Nada, pense, nada me obligaria a volver a hacer algo asi jamas.

POR LA MANANA, la vida en la granja parecia transcurrir normalmente. Lewis se molesto porque habia asignado a Nina para viajar con el en lugar de Dave.

– Dave no se sentia muy bien el sabado -explique-. No voy a correr el riesgo de que se enferme de gripe en Italia.

Nina llego, parecia el epitome de la fragilidad femenina, bostezo artisticamente y se estiro. Pensativo, Lewis la observo, sin embargo no puso mayores objeciones.

Ambos fueron a recoger su equipo de viaje con Isobel y revisaron los requisitos de papeleo con ella. Cuando Lewis fue al bano, tuve un momento para susurrar al oido de Nina.

– Llevas una “langosta” en el camion.

Con ojos dilatados, pregunto:

– ?Como lo sabes?

– La vi llegar alrededor de las cinco de la madrugada.

– De manera que por eso…

Lewis reaparecio y senalo que si querian tomar el transbordador, seria mejor que se pusieran ya en marcha.

– Llamen a casa -aconseje.

– ?Claro! -asintio el sin dificultad. Condujo el camion hacia la salida, parecia como si nada en el mundo lo preocupara. Espere en Dios que Nina regresara a salvo.

Desde el punto de vista del negocio, ese no era un dia abrumadoramente ocupado, pero los policias vestidos de civil llegaron con ojos penetrantes a hacerse cargo del lugar antes de las nueve.

Instalaron su cuarto de entrevistas en mi oficina. Despojado de mi lugar de labores, fui a sentarme con Isobel a verla trabajar.

Sandy llego en su patrulla. Llevaba puesto su uniforme y todavia se sentia confuso acerca de sus lealtades.

– Diles acerca de los recipientes -espeto-. Yo no lo hice.

– Gracias, Sandy.

En todo caso, sus colegas habian averiguado lo de los recipientes porque el dueno de la taberna ya se los habia dicho y quisieron inspeccionarlos. Estuve de acuerdo, aunque les informe que Phil no regresaria sino hasta la noche.

Isobel dijo, por su parte, que Lewis habia llegado a buena hora para tomar el transbordador, y que ya estaba en Francia. Metaforicamente, me mordi las unas.

La policia entrevisto a todos los que se encontraban al alcance de su mano y paso algun tiempo deslizandose dentro y fuera de los camiones. Cuando Phil volvio, retiraron el tubo y se lo llevaron para examinarlo.

Conduje a casa. El pequeno helicoptero habia desaparecido. Mi pobre automovil aplastado se habia quedado solo, en espera de la grua que iba a llegar por la manana. Le di unas palmadas. Fue tonto, en realidad. Era el final de gran parte de mi vida. No habia opcion, tuve que decir adios.

Me acoste temprano, pero estaba inquieto.

Por la manana Lewis le aviso a Isobel que ya habian cruzado el tunel del Mont Blanc y que recogerian al potro antes del mediodia. Deje de morderme las unas solo metaforicamente.

Al mediodia, Lewis reporto que el potro de Benyi Usher era incontrolable.

– No voy a llevarlo -advirtio-. Es un animal salvaje. Va a danar el camion. Tendra que quedarse aqui.

– Dejame hablar con Nina -pedi.

Ella se puso al telefono.

– El potro esta muy asustado. No deja de echarse y de lanzar coces. Dame una hora.

– Muy bien -me sente a ver el reloj.

Despues de una hora, Lewis volvio a telefonear.

– Nina considera que el potro sufre de claustrofobia. Enloquece si tratamos de encerrarlo en un solo establo. Ya lo calmo, pero se encuentra suelto en el corral grande, como el que disponemos para transportar a una yegua con su potrillo. Nina abrio las ventanas. ?Que opinas?

– Es tu decision -repuse.

– Muy bien. Voy a intentarlo -parecia indeciso-. Pero si vuelve a ponerse como loco, voy a tener que cancelar el viaje.

– Me parece bien.

Espere. Transcurrio otra hora.

– Ya deben estar en camino -comento Isobel, despreocupada. Una hora mas. No teniamos noticias.

– Voy a ver a Michael Watermead -le avise a Isobel-. Llama al telefono portatil del auto si Lewis se reporta.

Ella asintio con la cabeza y me dirigi en la camioneta a la casa de Michael, al tiempo que trataba de discernir la mejor manera de informarle algo que no iba a querer escuchar.

Se sorprendio al verme.

– ?Hola! -saludo-. ?Que se te ofrece? Pasa.

Me llevo a una sala pequena y confortable, no al salon grande e imponente en el que se servian los cocteles de champana durante las comidas de los domingos. Habia estado leyendo el periodico, que se encontraba desparramado en el sillon cercano. Lo junto de manera brusca para hacer un espacio a fin de que me sentara.

– Maudie salio -con un ademan me invito a tomar asiento era evidente que Michael esperaba que yo iniciara la

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