cinco dias antes; no sabian que para ahondar un poco mas la herida yo me habia llevado mis cosas y que ella, mientras yo cerraba mis valijas, me habia preguntado con mucha tranquilidad: « ?Sabes lo que esto significa? » Y yo habia puesto cara de no entender a pesar de que entendia perfectamente, pero me decia a mi mismo que ella era cobarde, y hasta llegue a decirselo a ella… Y ahora, ella estaba alli, acostada de traves en la cama y me miraba atentamente, como si no supiera que era yo quien la habia matado.

—?Y bien? — me pregunto Harey.

Las pupilas de Harey reflejaban el sol rojo; toda la alcoba estaba roja. Harey se miro el brazo con interes, pues yo habia estado examinandola tanto tiempo, y cuando me retire, apoyo la mejilla fresca en el hueco de mi mano.

— Harey — tartamudee— es imposible…

— Callate.

Yo alcanzaba a distinguir el movimiento de los ojos de Harey, bajo los parpados cerrados.

—?Donde estamos, Harey?

— En casa.

—?Donde queda eso?

Un ojo se entreabrio y se cerro instantaneamente. Las largas pestanas me hicieron cosquillas en la palma de la mano.

—?Kris!

—?Que?

— Estoy bien.

Levantando la cabeza, vi reflejada en el espejo del lavabo una parte de la cama; una masa de cabellos suaves, los cabellos de Harey, y mis rodillas desnudas. Con la punta del pie traje hacia mi uno de los objetos informes que habia sacado de la caja y lo recogi con la mano libre. Era una varilla fusiforme, con un extremo puntiagudo como una aguja. Aplique la punta contra mi piel y la hundi, justo al lado de una pequena cicatriz rosada. El dolor me sacudio todo el cuerpo. Mire la sangre que me corria por el interior del muslo y goteaba sin ruido sobre el piso.

Para que, para que… Me asaltaban pensamientos aterradores, pensamientos que estaban tomando una forma definida. Habia dejado de decirme: « Es un sueno ». No lo creia. Ahora pensaba: « Necesito defenderme ».

Le examine los hombros, la cadera cenida por el vestido blanco, los pies desnudos que colgaban… Me incline, le tome delicadamente un tobillo y le pase los dedos por la planta del pie.

La piel era suave, como de recien nacido.

Supe entonces que ella no era Harey, y estaba casi seguro de que ella en cambio no lo sabia.

El pie descalzo se movio, una risa silenciosa abrio los labios de Harey.

— Quieto… — murmuro.

Retire con cautela la mano que sostenia la mejilla de Harey y me incorpore. Me vesti de prisa. Ella se levanto y me observaba.

—?Donde tienes tus ropas? — le pregunte.

Y en seguida me arrepenti de mi pregunta.

—?Mis ropas?

— Como, ?no tienes mas que este vestido?

A partir de entonces, prosegui el juego con los ojos bien abiertos. Trate de parecer despreocupado, indiferente, como si nos hubieramos separado el dia anterior.. no, | como si nunca nos hubiesemos separado!

Ella se puso de pie; con un gesto familiar, rapido y seguro, se tironeo de la falda desarrugandola. Mis palabras la habian turbado, pero no hablo. Por primera vez recorrio el cuarto con mirada curiosa, inquisitiva; luego dijo, perpleja:

— No se… —Abrio la puerta del ropero. — ?Aqui dentro quiza?

— No, ahi dentro solo hay ropa de trabajo.

Encontre una maquina electrica junto al lavabo y empece a afeitarme, sin dejar de mirar a Harey.

Ella iba y venia, mirando por todas partes. Al fin echo un vistazo fuera de la ventana y se me acerco.

— Kris, tengo la impresion de que ha ocurrido algo…

Se interrumpio; yo habia desconectado la afeitadora; esperaba.

— Tengo la impresion de haber olvidado algo — prosiguio—, de haber olvidado muchas cosas… Solo me acuerdo de ti… No me acuerdo de nada mas.

Yo la escuchaba tratando de parecer impasible.

—?Acaso… acaso estuve enferma? — pregunto.

— Oh… si, en cierto sentido. Si, estuviste un poco enferma.

— Ah, claro, eso explica las lagunas de mi memoria.

Se habia animado otra vez. Jamas podre describir lo que yo sentia entonces, mientras miraba como iba y venia, ahora sonriente, ahora seria, habladora en un momento, silenciosa en el siguiente, sentandose y levantandose otra vez. Mi espanto cedia ante la conviccion de tener alli a Harey frente a mi, mientras al mismo tiempo la razon me decia que ella parecia de algun modo estilizada, reducida a algunas expresiones, a algunos gestos, a ciertos movimientos caracteristicos.

De pronto, se aferro a mi, apretando los punos contra mi pecho.

—?Que nos pasa, Kris? ?Esta todo bien? ?Algo anda mal?

— Mejor imposible.

Harey sonrio debilmente.

— Cuando contestas asi, es porque todo anda bastante mal.

—?Que ocurrencia! — dije precipitadamente—. Harey, querida, ahora tengo que salir, esperame. — Y agregue, pues empezaba a sentir mucha hambre — ?Querrias comer tal vez?

—?Comer? — Ella meneo la cabeza. — No.. ?tengo que esperarte?… ?mucho tiempo?

— Solo una hora.

— Voy contigo.

— No puedes ir conmigo, tengo que trabajar.

— Voy contigo.

Habia cambiado; no, no era Harey: Harey nunca imponia su presencia, no, la otra no se imponia jamas.

— Es imposible, mi querida…

Ella me miro de arriba abajo. De pronto, me tomo la mano. Y mi mano se demoro, subio lentamente a lo largo de un brazo tibio y pleno. A pesar de mi mismo, estaba acariciandola. Mi cuerpo reconocia su cuerpo, mi cuerpo la deseaba, mi cuerpo me llevaba hacia ella, mas alla de la razon, mas alla de toda reflexion, mas alla del miedo.

Procurando conservar la calma, repeti:

— Harey, es imposible, tienes que quedarte.

En el cuarto resono una sola palabra.

— No.

—?Por que?

— No… no se. —Harey miro alrededor y luego alzo de nuevo los ojos. — No puedo — dijo en un susurro.

— Pero ?por que?

— No se. No puedo. Me parece… me parece… — buscaba la respuesta, y cuando la descubrio, fue para ella una revelacion—, ?Me parece que debo verte siempre!

El tono perentorio no correspondia a una declaracion de afecto; se trataba sin duda de otra cosa. Tal comprobacion modifico abruptamente, aunque no de manera visible, la naturaleza de mi abrazo.

La tenia en mis brazos; la miraba a los ojos. Insensiblemente, con un movimiento instintivo, empece a tironearle de las manos hacia atras, y cuando estuvieron juntas, mi mirada recorrio ansiosamente la habitacion; necesitaba una cuerda para atarle las manos.

De pronto ella junto los codos y hubo un breve forcejeo.

No resisti mas de un segundo. Derribado de espaldas, con las puntas de los pies rozando el suelo, ni aun un atleta hubiera conseguido zafarse. Harey se irguio y dejo caer los brazos a los costados; su rostro, debilmente iluminado por una sonrisa incierta, no habia participado en la lucha.

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