los di a Harey. Le quedaban demasiado grandes, le caian hasta la mitad de la nariz.

Los postigos se deslizaron chirriando por delante de la ventana. De nuevo fue de noche. A tientas, ayude a Harey a quitarse las gafas y puse los dos pares debajo de la cama.

—?Que hacemos? — ella me pregunto.

—?Es de noche, a dormir!

— Kris…

—?Que?

—?Quieres una compresa en la frente?

— No, gracias. Gracias… mi querida.

No se por que habia agregado esas dos palabras. En la oscuridad, la tome por los graciles hombros, senti que se estremecia y tuve la absoluta certeza de que estaba abrazando a Harey. O mejor dicho, comprendi de pronto que ella no trataba de enganarme; era yo quien la enganaba, pues ella creia sinceramente que era Harey.

Cai dormido luego varias veces, y cada vez un sobresalto angustioso me arrancaba del sueno. Jadeante, exhausto, me apretaba contra ella; el corazon se me calmaba poco a poco. Con las yemas de los dedos, ella me tocaba apenas la frente, las mejillas, para ver si yo tenia fiebre. Era Harey. La unica, la verdadera.

Algo cambio en mi; deje de luchar y casi en seguida me quede dormido.

Me desperto una sensacion de agradable frescura. Tenia la cara cubierta por un pano humedo; lo retire y vi a Harey inclinada sobre mi. Me sonrio. Estaba exprimiendo un segundo pano que goteaba en una palangana; junto a la palangana, habia un frasco de locion cicatrizante.

—?Como dormiste! — dijo, aplicandome la compresa en la sien—. ?Te duele?

— No.

Arrugue la frente; la piel era de nuevo flexible. Harey estaba sentada al borde de la cama, el pelo negro echado hacia atras por encima del cuello alto de una salida de bano; una salida de hombre, a rayas blancas y anaranjadas; se habia recogido las mangas hasta el codo.

Yo tenia un hambre feroz; habian pasado por lo menos veinte horas desde mi ultima comida. Cuando Harey termino con sus trabajos de enfermera, me levante. Mi mirada cayo sobre dos vestidos que colgaban del respaldo de una silla: dos vestidos blancos absolutamente identicos, adornados los dos con una hilera de botones rojos. Yo mismo habia desgarrado uno de aquellos vestidos, ayudando a Harey a sacarselo. Y Harey habia regresado la noche anterior con el segundo vestido.

Ella siguio mi mirada.

— Tuve que deshacer la costura con las tijeras — dijo—. Creo que el cierre esta trabado.

El espectaculo de aquellos dos vestidos identicos sobrepasaba en horror a todo cuanto habia sentido hasta entonces. Harey estaba ocupada ordenando el pequeno botiquin. Me di vuelta y me mordi los nudillos. Sin dejar de mirar los dos vestidos — o mejor dicho ese vestido unico desdoblado— me aleje hacia la puerta. El agua del grifo corria ruidosamente. Abri la puerta, me deslice fuera del cuarto, y cerre el batiente con precaucion. Oia el murmullo del agua, el tintineo de los frascos; de pronto, todos los ruidos cesaron. Con las mandibulas apretadas espere; el panel de la puerta reflejaba el tubo luminoso del cielo raso en la rotonda. Yo sujetaba el picaporte, con pocas esperanzas. Una sacudida brutal estuvo a punto de arrancarmelo de la mano; pero la puerta no se abrio; se sacudio y vibro de arriba abajo. Estupefacto, solte el picaporte y retrocedi. El panel de material plastico se ahuecaba, como si un personaje invisible a mi lado intentara derribarla para meterse en la habitacion. El marco de acero del panel se arqueaba cada vez mas, y el barniz esmaltado estaba agrietandose. De pronto, comprendi: en vez de empujar la puerta, que se abria hacia el exterior, Harey trataba de abrirla tirando hacia adentro. El reflejo del tubo luminoso se curvo en el espejo deformante del panel blanco; se oyo un estallido, y el panel cedio. Simultaneamente, el picaporte desaparecio, arrancado del marco. Unas manos ensangrentadas asomaron en la hendidura, pasaron al otro lado dejando unos rastros rojos sobre la pintura blanca, y la puerta se abrio en dos, las dos mitades colgando torcidas de los goznes. Aparecio un rostro livido; una criatura despavorida, envuelta en una salida de bano anaranjada y blanca, se precipito contra mi pecho sollozando.

Yo queria huir, demasiado tarde y contra toda esperanza; pero era incapaz de intentar un solo movimiento. Harey respiraba convulsivamente; la cabeza desmelenada se sacudia contra mi hombro. Antes que yo pudiera sostenerla, Harey se desplomo.

Evitando los bordes afilados del panel, la lleve al cuarto y la acoste. Tenia las puntas de los dedos desollados y las unas rotas. Cuando dio vuelta la mano, vi asomar en carne viva los huesos de la palma. Le mire la cara; los ojos, inexpresivos, no me veian.

— Harey.

Un grunido inarticulado.

Fui hacia el botiquin. La cama crujio; di media vuelta: Harey se habia sentado y se miraba con asombro las manos ensangrentadas.

— Kris — gimio—, yo… yo… ?que me paso?

— Te lastimaste al derribar la puerta — respondi secamente.

La boca me temblaba convulsivamente, me mordi el labio inferior.

Harey contemplo un instante los pedazos del panel plastico que colgaban del marco de acero y se volvio de nuevo hacia mi. Trataba—de disimular el terror que la dominaba, pero pude ver que le temblaba la barbilla.

Corte unos cuadrados de gasa, tome un pote de polvo antiseptico y me acerque a Harey. El pote de vidrio se me escapo de las manos y se hizo anicos; pero yo ya no lo necesitaba.

Levante la mano de Harey. Las unas, envueltas todavia en una red de sangre coagulada, le habian vuelto a crecer. Habia una cicatriz rosada en el hueco de la palma, y esa cicatriz se empequenecia, se borraba a ojos vista.

Me sente, le acaricie la cara, y trate de sonreir, sin mucho exito.

—?Por que lo hiciste, Harey?

Senalo la puerta con los ojos.

—?Fui… yo?

— Si… ?No te acuerdas?

— No… es decir, vi que ya no estabas mas, tuve miedo y…

—?Y que?

— Te busque, pense que estarias en el cuarto de bano…

Solo entonces, vi que el armario corredizo que disimulaba la entrada del cuarto de bano habia sido movido a un lado.

—?Y despues?

— Corri hacia la puerta.

—?Y entonces?

— Lo he olvidado… ocurrio algo quiza…

—?Que?

— No se.

—?Que recuerdas, entonces?

— Yo estaba sentada aqui, en la cama.

Harey saco las piernas fuera de la cama, se levanto, y fue hacia la puerta rota.

—?Kris!

Fui detras de ella, la tome por los hombros; temblaba. De pronto se volvio y murmuro:

— Kris, Kris…

—?Calmate!

— Kris, si soy yo… Kris ?soy epileptica?

— Que ocurrencia, mi querida. Las puertas aqui, sabes, son raras…

Dejamos el cuarto en el momento en que el postigo de la ventana se levantaba una vez mas chirriando; el sol azul se hundia en el oceano.

Guie a Harey hasta la pequena cocina, del otro lado de la rotonda. Juntos saqueamos las alacenas y los refrigeradores. Pronto comprobe que Harey no estaba mejor dotada que yo para cocinar o para abrir latas de conserva. Devore el contenido de dos latas y bebi innumerables tazas de cafe. Harey tambien comia, pero como esos ninos que no tienen hambre y no quieren enojar a los padres; o mejor dicho no, no se obligaba a comer; absorbia la comida de manera automatica, con indiferencia.

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