Despues de este almuerzo, fuimos a la enfermeria, contigua a la cabina de radio. Yo tenia un plan. Le dije a Harey que deseaba hacerle un examen medico comun, y la instale en un sillon mecanico. Retire del esterilizador una jeringa y agujas. Conocia el sitio de todas las cosas. Durante el curso de adiestramiento en la Estacion modelo, los instructores no habian descuidado nada, Harey me tendio los dedos; le extraje una gota de sangre. Extendi la sangre sobre una plaqueta de vidrio que puse en el extractor; la meti en el vacio de una cubeta e hice llover un torrente de iones de plata.

Me sentia mejor; llevar a cabo una tarea familiar tenia un efecto sedante. Tendida sobre los almohadones del sillon mecanico, Harey observaba los aparatos.

El zumbido del telefono quebro el silencio; levante el receptor.

— Kelvin.

Yo vigilaba a Harey. Ella seguia impasible; parecia que la aventura reciente la habia agotado.

Oi un suspiro de alivio.

—?Al fin!

Era Snaut. Espere, el auricular apretado a mi oreja.

— Tienes una visita ?no?

— Si.

—?Estas ocupado?

— Si.

— Una pequena auscultacion ?eh?

—?Te fastidia? ?Se te ocurre algo mejor? ?Una partida de ajedrez?

— No seas susceptible, Kelvin. Sartorius quiere reunirse contigo, quiere que nos encontremos los tres.

—?Muy amable! — respondi, sorprendido—. Pero… — Hice una pausa, y luego continue:— ?Estas solo?

— No. No me he explicado bien. Quiere hablar con nosotros. Conectaremos los tres videofonos; pero las lentes estaran cubiertas.

— Ya veo. ?Por que no me llamo el? ?Lo intimido?

— Muy probable — gruno Snaut—. ?Entonces?

— Una conferencia… dentro de una hora ?estara bien?

— Muy bien.

Veia a Snaut en la pantalla: solo la cara, no mas grande que un puno. Por un instante me observo atentamente; yo oia las crepitaciones de la corriente electrica. Luego dijo, con cierta vacilacion:

—?Te las estas arreglando?

— No del todo mal. ?Y tu?

— No tan bien, supongo… dime… ?podria…?

—?Querrias venir a verme?

Por encima del hombro, mire a Harey. Estaba acostada, las piernas cruzadas, la cabeza inclinada hacia adelante; con aire taciturno, jugaba maquinalmente con la bolita cromada en el extremo de una cadenita sujeta al brazo del sillon.

La voz de Snaut estallo:

— Deja eso ?me oyes? ?Te digo que lo dejes!

Aun lo veia de perfil en la pantalla; aunque no oia nada mas; habia tapado el microfono con la mano, pero los labios se le movian.

— No, no puedo ir — dijo rapidamente—. Tal vez mas tarde. Te llamo en todo caso dentro de una hora.

La pantalla se apago; colgue el receptor.

—?Quien era? — pregunto Harey, sin curiosidad.

— Snaut, un cibernetista… tu no lo conoces.

—?Esto va a durar mucho todavia?

—?Te aburres?

Puse la primera plaqueta de la serie en el microscopio neutrinico, y aprete uno tras otro los interruptores de diferente color; los campos magneticos refunfunaron sordamente.

— No hay muchas distracciones aqui, y si mi modesta compania no te alcanza…

Yo hablaba distraidamente, prolongando los intervalos de silencio.

Atraje hacia mi la caperuza negra que se abria alrededor de la lente del microscopio y apoye la frente sobre la espuma de goma del visor. Oi la voz de Ha-rey, pero no comprendi lo que decia. Mi mirada abarcaba en escala reducida un enorme desierto inundado de luz plateada, salpicado de penascos redondos — globulos rojos— que temblaban y se agitaban detras de un velo de bruma. Enfoque la lente y penetre mas a fondo en el paisaje plateado. Sin despegar mis ojos del visor gire la manivela de orientacion; cuando un penasco, un globulo aislado, se encontro en la encrucijada de los hilos negros, aumente la imagen. Habia enfocado al parecer un eritrocito deformado, hundido en el centro; los bordes accidentados proyectaban unas sombras nitidas en las profundidades de un crater circular. El crater, erizado de sedimentos de iones de plata, se extendio mas alla del campo visual del microscopio. Los contornos nebulosos de las hebras de albumina, atrofiados!y distorsionados, aparecieron en el seno de un liquido opalescente. Una serpentina de albumina se retorcio y replego bajo los hilos negros de la lente; movi poco a poco la palanca de aumento. De un momento a otro, aquella exploracion de los abismos tocaria a su fin: la sombra de una molecula ocupo todo el espacio; luego la imagen se borro…

No habia nada que ver. Tenia que haberseme aparecido entonces la vibracion de una nebulosa de atomos; no veia nada. La pantalla desierta resplandecia. Aprete la palanca a fondo. El chirrido irritado aumento, pero la pantalla continuaba en blanco. Una senal de alarma sono una vez y otra; sobrecarga en el circuito. Mire por ultima vez el desierto de plata y corte la corriente.

Mire a Harey: amagaba un bostezo, que habilmente transformo en sonrisa.

—?Es buena mi salud? — pregunto.

— Excelente. Estas muy bien… mejor, imposible.

Yo seguia mirandola y una vez mas sentia aquel hormigueo en el labio inferior. ?Que ocurria? ?Ese cuerpo fragil en apariencia, indestructible en realidad, estaba al fin y al cabo compuesto de nada? Golpee con el puno el cilindro del microscopio. ?Una falla del aparato? No, yo sabia que el aparato funcionaba perfectamente. Habia seguido uno por uno todos los pasos: las celulas, la albumina, las moleculas, y todo era parecido a lo que observara antes en miles de preparaciones. Pero el paso final en el seno de la materia no me habia llevado a ninguna parte.

Hice una ligadura en el brazo de Harey, le extraje sangre de una vena mediana, y la trasvase a un recipiente de vidrio graduado. La reparti luego entre varias probetas y comence los analisis. Ese trabajo me llevo mas tiempo del que habia previsto; me faltaba un poco de practica. Las reacciones eran normales, todas las reacciones.

Deje caer una gota de acido congelado sobre una perla de coral. Humo. La sangre se puso gris y se cubrio de una capa de sucia espuma. Disgregacion, descomposicion, cada vez mas rapido. Me volvi para tomar una segunda probeta; cuando observe de nuevo el experimento, poco falto para que el fragil tubo de vidrio se me cayera de las manos.

Bajo la capa de espuma sucia, crecia un coral oscuro. La sangre destruida por el acido se recreaba a si misma. ?Era absurdo, imposible!

—?Kris! — Oi mi nombre a una distancia inmensa. — ?Kris, el telefono!

—?Como? Ah, si, gracias.

El telefono, me di cuenta entonces, sonaba desde hacia largo rato.

Descolgue el receptor.

— Kelvin.

— Snaut, estamos los tres en la linea.

La voz atiplada de Sartorius resono en el auricular.

—?Bienvenido, doctor Kelvin!

La voz prudente, falsamente segura, del conferencista que se aventura a subir a un estrado tambaleante.

—?Buen dia, doctor Sartorius!

Tenia ganas de reirme; pero no sabia si podia permitirme ceder a una alegria cuyas razones me parecian oscuras. En definitiva ?quien de nosotros podia ser tema de risa? Yo tenia en la mano una probeta con sangre. La sacudi. La sangre se habia coagulado. ?Acaso un momento antes yo habia sido victima de una ilusion? ?Acaso me

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