escuchaba el ronroneo de la voz. Trate de vencer esa inercia que me doblegaba el cuerpo. Una sacudida y… me desperte, respirando entrecortadamente, tendido de espaldas. Era de noche. Habia sonado, habia tenido una pesadilla. Y entonces oi una voz lejana, monotona: « …un dilema irresoluble. Nos perseguimos a nosotros mismos. Los politeros se comportan como amplificadores selectivos de nuestros propios pensamientos. Si tratamos de entender los motivos de estos fenomenos, caemos en seguida en el antropomorfismo. Donde no hay hombres, no hay motivos humanos. Si deseamos continuar investigando, hemos de destruir nuestros propios pensamientos. En cuanto a destruir las formas materializadas, seria como cometer un asesinato. »
Reconoci en seguida la voz de Gibarian. Extendi de nuevo el brazo; yo estaba solo aun. Me habia vuelto a dormir, sonaba otra vez…
—?Gibarian? — llame.
La voz se interrumpio en mitad de una frase. Oi un debil jadeo, y una rafaga de aire me toco la cara.
— Bueno, Gibarian — bostece—, parece que estuvieras persiguiendome de un sueno a otro…
Oi un crujido muy cerca de mi; alce la voz:
—?Gibarian!
Los resortes de la cama chirriaron. Una voz me murmuro al oido:
— Kris… soy yo.
—?Eres tu, Harey? ?Y Gibarian?
— Kris… me dijiste que Gibarian habia muerto.
— Puede vivir en un sueno — le dije, fatigado, aunque no estaba seguro de que hubiera sido un sueno—. Me hablo, estaba aqui…
Roce con los labios el brazo tibio de Harey y deje caer la cabeza en el hueco de la almohada.
A la luz roja de la manana, recorde otra vez. Yo habia sonado que hablaba con Gibarian. Pero luego.. hubiese jurado que habia oido la voz de el. No recordaba bien lo que habia dicho. No habia sido una conversacion; parecia un discurso. ?Un discurso?
Harey se estaba lavando. El agua corria a chorros en el cuarto de bano. Mire debajo de la cama, donde unos dias antes yo habia escondido el grabador. No estaba alli.
—?Harey! — Harey se asomo, chorreando agua. — ?No viste un grabador debajo de la cama, uno pequeno de bolsillo?
— Habia muchas cosas debajo de la cama. Las puse todas alla arriba.
Me senalo un estante, al lado del botiquin, y desaparecio en el cuarto de bano. Salte de la cama.
No encontre el grabador. Cuando Harey salio del bano, le dije que tratara de recordar.
Harey estaba sentada peinandose y no contesto. Solo entonces note que estaba palida y que me observaba con atencion en el espejo. Insisti.
— Harey, falta el grabador.
—?No tienes otra cosa que decirme?
— Lo siento. Si, es estupido hacer tanto alboroto por un grabador.
Sobre todo nada de discusiones, pense.
Desayunamos. Harey no se comportaba como los demas dias; pero yo no podia decir cual era la diferencia. Miraba alrededor; a veces parecia abstraida, y no oia lo que yo estaba diciendole. En una ocasion alzo la cabeza y vi que tenia los ojos humedos.
—?Que te pasa, estas llorando?
— Oh, dejame tranquila — estallo Harey—. No son lagrimas de verdad.
Tal vez yo no hubiera debido contentarme con esta respuesta, pero a nada le temia tanto como a las « conversaciones sinceras ». Ademas otros problemas me preocupaban; habia sonado que Snaut y Sartorius conspiraban contra mi, y aunque estaba seguro de que solo habia sido un sueno, me preguntaba si encontraria en la estacion alguna arma defensiva. No llegue a imaginar, sin embargo, que haria con esa arma, si la conseguia alguna vez. Le dije a Harey que iria a inspeccionar los almacenes. Ella me siguio silenciosa.
Revolvi los cajones, busque en las capsulas y cuando llegue abajo no pude resistir la tentacion de echar un vistazo en la camara refrigeradora. No quise dejar entrar a Harey; entreabri la puerta y mire dentro. La mortaja oscura cubria una forma alargada; desde la puerta no alcance a ver si la mujer negra dormia aun junto al cadaver de Gibarian. Me parecio que ya no estaba alli.
Fui de deposito en deposito, y no encontre nada que me conviniese. Me sentia cada vez mas deprimido. De pronto, note que Harey no me acompanaba. En seguida reaparecio; se habia demorado en el pasillo. Le dolia tanto no verme, y sin embargo habia intentado alejarse. Eso hubiera debido sorprenderme. En cambio me hice el ofendido —?pero quien me habia ofendido? — refunfunando entre dientes.
Me dolia la cabeza, y vacie el botiquin; no habia ni siquiera una aspirina. No tenia ganas de volver a la enfermeria. No tenia ganas de nada. Nunca habia estado de peor humor. Harey se deslizaba como una sombra por el cuarto; de vez en cuando se retiraba a alguna parte — no se a donde, yo no le prestaba ninguna atencion— y luego volvia.
Por la tarde, en la cocina (acababamos de comer, pero Harey, en realidad, no habia probado bocado, y yo no habia insistido), ella dejo su silla y vino a sentarse a mi lado. Me toco el brazo, y gruni.
—?Que pasa?
Yo tenia la intencion de subir a la cubierta superior, pues la tuberia traia los sonidos crepitantes de un aparato de alto voltaje. Pero hubiera tenido que llevar a Harey conmigo. Ya habia sido dificil justificar la presencia de Harey en la biblioteca; si la veian en otra parte, en las cercanias de las maquinas, podia provocar algun comentario inoportuno de parte de Snaut. Renuncie a salir.
— Kris — murmuro ella— ?que nos pasa?
Suspire a mi pesar; decididamente, nada era demasiado bueno desde la noche anterior.
— Todo marcha muy bien. ?Por que?
— Quisiera hablar contigo.
— Bueno, escucho.
— Asi no.
—?Como? Me duele la cabeza, tu lo sabes, tengo un monton de preocupaciones…
— Un poco de buena voluntad, Kris.
Me obligue a sonreir; fue sin duda una pobre sonrisa.
— Habla, querida mia, te lo ruego.
—?Me diras la verdad?
Frunci las cejas; ese preambulo no me gustaba.
—?Por que habria de mentirte?
— Tal vez tengas tus razones, razones graves. Pero si quieres que… Escucha, te dire algo, y tu me contestaras, pero no me mientas, ?de acuerdo? Prometeme que me diras la verdad, sin ningun subterfugio. — Yo evitaba mirarla. — Ya te lo he dicho: no se como llegue aqui. Tu quiza lo sepas. ?Espera! Acaso no lo sepas. Pero si lo sabes, y no puedes decirmelo ahora, ?me lo diras un dia, mas adelante? No me sentire peor, y en todo caso me habras dado una oportunidad.
Una sangre helada me corria por las venas; balbucee:
—?De que estas hablando, mi ninita?… ?Que oportunidad?
— Kris, quienquiera que yo sea, no soy sin duda una nina. Prometiste contestarme.
« ?Quienquiera que yo sea! » Senti un nudo en la garganta y mire a Harey sacudiendo estupidamente la cabeza, como si me negase a seguir escuchando.
— No te pido explicaciones. Basta que me digas que no estas autorizado a hablar.
Repuse con voz ronca:
— No te oculto nada…
Ella se levanto.
— Muy bien.
Hubiera querido decirle algo. No podiamos dejarlo asi. Pero yo no encontraba palabras.
Harey miraba ahora por la ventana, de espaldas a mi. El oceano azul-negro se extendia bajo un cielo desnudo.
— Harey, si crees que… Harey, bien sabes que te quiero…
—?A mi?