Me acerque. Quise tomarla en mis brazos, pero ella me aparto.

— Eres demasiado bueno — dijo—. ?Me quieres? ?Preferiria que me pegaras!

—?Harey, querida mia!

— No, no, no digas nada mas.

Volvio a la mesa y recogio los platos. Yo contemplaba el oceano. El sol declinaba; la sombra de la Estacion se alargaba moviendose con las olas. Harey dejo caer un plato; el agua corria en el fregadero. Un halo de oro opaco orlaba el firmamento rojizo. Yo trataba de pensar; no sabia que hacer… De pronto se hizo el silencio. Harey estaba detras de mi.

— No, no te des vuelta — dijo en voz baja—. Tu no eres culpable de nada, Kris. Lo se. No te atormentes.

Tendi el brazo para alcanzarla. Ella huyo al fondo de la cocina y levanto una pila de platos.

— Lastima que sean irrompibles, de buena gana los romperia, los romperia todos.

Por un instante, pense que iba de veras a dejar caer los platos, pero ella me miro y sonrio.

— No tengas miedo, no hare una escena.

Desperte en medio de la noche sintiendome muy lucido. Me sente en la cama. El cuarto estaba a oscuras; por la puerta entreabierta llegaba la debil claridad de la rotonda. De pronto oi un ruido agudo y siseante, acompanado por golpes pesados, amortiguados, como si un cuerpo macizo golpeara contra un muro. ?Un meteoro habia atravesado el casco de la Estacion! No, no era un meteoro, ni una nave, pues se oia un estertor horrible, arrastrado…

Me sacudi. No era un cohete ni un meteoro. ?Alguien agonizaba en el fondo del corredor!

Corri hacia la luz: un rectangulo encendido, la puerta del pequeno taller. Me precipite en el interior.

Un vapor helado me envolvio la cara, mi aliento caia como nieve; unos copos blancos giraban sobre un cuerpo caido, envuelto en una bata; el cuerpo se movia debilmente y de pronto golpeaba el suelo. La nube de escarcha me impedia ver con claridad. Me abalance sobre Harey, la alce en brazos; la bata me quemaba la piel. Los estertores continuaban. Fui tam-baleandome por el corredor; ya no sentia frio. Solo sentia el aliento de Harey en el cuello; quemaba como un fuego.

Deposite a Harey sobre la mesa de operaciones y abri la bata. Tenia el rostro contorsionado por el dolor; una capa espesa y negra de sangre coagulada le cubria los labios; la lengua centelleaba, erizada de cristales de hielo.

Oxigeno liquido… Las garrafas Dewar apiladas en el taller contenian oxigeno liquido. Esquirlas de vidrio habian crujido bajo mis pasos, mientras llevaba a Harey. ?Cuanto oxigeno habia bebido? ?Que importaba! La traquea, la garganta, los pulmones, todo estaba quemado; el oxigeno liquido roe las carnes mas eficazmente que los acidos fuertes. Harey respiraba cada vez con mayor dificultad, con un ruido seco de papel rasgado. Tenia los ojos cerrados. Agonizaba.

Examine los grandes armarios, repletos de instrumentos y drogas. ?Una traqueotomia? ?Un entubado? ?Ya no tenia pulmones! ?Medicamentos? ?Tantos medicamentos! Hileras de cajas de frascos de color se alineaban en los anaqueles. Harey gemia aun; un hilo de bruma le flotaba sobre los labios entreabiertos.

Los termoforos…

Empece a buscarlos; luego cambie de idea. Corri a otro armario, y vacie unas cajas de ampollas. Y ahora, una aguja hipodermica: ?donde estaban las agujas? Encontre una al fin, habia que esterilizarla. Luche en vano con la tapa del esterilizador; no alcanzaba a doblar los dedos, insensibles y entumecidos.

El estertor aumento. Cuando llegue junto a Harey, ella habia abierto los ojos.

Quise llamarla, pero yo habia perdido la voz. Mi rostro ya no me pertenecia, los labios no me obedecian; llevaba una mascara de yeso.

Bajo la piel blanca, las costillas de Harey se movian trabajosamente; la nieve se habia fundido, y los cabellos humedos se le desparramaban por la cabecera. Y Harey estaba mirandome.

—?Harey!

No pude decir otra cosa. Me quede alli, tieso como un tronco; las manos colgando a los costados. Una sensacion de quemadura me trepo por las piernas y me mordio los labios y los parpados.

Una gota de sangre se derritio y resbalo oblicuamente por la mejilla de Harey. La lengua le temblo y se retiro. Los estertores de agonia continuaban.

Le tome la muneca; no senti el pulso. Apoye la oreja sobre el pecho helado. Oi como el estruendo de una tempestad, y a lo lejos un galope, los latidos del corazon, tan acelerados que me era imposible contarlos. Me quede asi, inclinado, con los parpados bajos; algo me toco la cabeza: los dedos de Harey entre mis cabellos. Me enderece.

Un jadeo ronco.

—?Kris!

Le tome la mano; ella respondio con una presion que me lastimo los huesos. Torcio luego la cara en una espantosa mueca de dolor y volvio a perder la conciencia. Puso los ojos en blanco; un gemido estridente le desgarro la garganta y el cuerpo se le estremecio en violentas convulsiones. Me era dificil sujetarla sobre la mesa; se me escapo y fue a chocar de cabeza contra el borde de una cubeta de porcelana. La levante; trate de sujetarla, pero a cada instante un espasmo violento la libraba de mi abrazo. Yo sudaba a mares; me temblaban las piernas. Cuando las convulsiones se debilitaron, intente acostarla. Ella adelanto el torso y aspiro. Subitamente los ojos de Harey iluminaron ese horrible rostro ensangrentado.

— Kris… ?desde cuando… desde cuando?

Harey se ahogaba; una espuma rosada le subio a los labios. Las convulsiones la sacudieron otra vez. Con las pocas fuerzas que me quedaban, le sostuve los hombros. Ella cayo de espaldas; le castaneteaban los dientes. Jadeaba.

— No, no, no — suspiraba precipitadamente, y yo creia que se acercaba el fin.

Pero las convulsiones recomenzaron, y tuve que inmovilizarla una vez mas. De cuando en cuando boqueaba sin aire. De pronto los parpados se le cerraron a medias sobre los ojos ciegos, y el cuerpo se le endurecio. Era de veras el fin. Ni siquiera intente quitarle la espuma de los labios. Un campanilleo lejano me resono en la cabeza. Yo esperaba el ultimo suspiro de Harey, antes que las fuerzas me abandonaran por completo y yo me desplomara.

Harey seguia respirando; ahora el estertor era solo un ligero silbido. El pecho empezo a moverse al ritmo rapido de los latidos del corazon. Las mejillas se le colorearon. Yo la observaba sin entender. Me transpiraban las manos, y parecia que una sustancia suave y blanda me tapara los oidos; y sin embargo yo seguia oyendo aquel campanilleo persistente.

Harey abrio los ojos y nuestras miradas se encontraron.

Quise llamarla; pero no pude hablar: mi rostro era aun una mascara. No podia hacer otra cosa que mirar a Harey.

Ella movio la cabeza, examino el cuarto. En algun lugar, detras de mi, en otro mundo, un grifo goteaba. Harey se apoyo sobre el codo; se sento. Yo retrocedi. Ella me observaba.

—?Que? —dijo—. No… no resulto. ?Por que… por que me miras asi? —Y bruscamente un grito — ?Por que me miras asi?

Silencio. Harey se examino las manos, doblo los dedos.

—?Soy yo?

Movi los labios nombrandola en silencio, y ella repitio como una pregunta:

—?Harey?

Lentamente, se deslizo fuera de la mesa de operaciones, se tambaleo, recupero el equilibrio y dio unos pocos pasos. Se movia como en un estado de estupor; me miraba sin verme.

—?Harey? — repitio—. Pero… yo no soy Harey. ?Quien soy entonces? ?Harey? ?Y tu, tu? —Los ojos se le agrandaron, centellearon, y una sonrisa de asombro le ilumino el rostro. — ?Y tu, Kris? Acaso tu tambien…

Yo habia retrocedido hasta la pared apoyandome contra la puerta de un armario.

La sonrisa se desvanecio.

— No — dijo Harey—. Tu estas asustado. No puedo soportarlo mas. Imposible. Aun no entiendo nada. Imposible. — Los punos palidos y apretados golpearon el pecho. — ?Yo no sabia nada, excepto que era Harey! ?Crees por ventura que estoy fingiendo? No, te lo juro, ?no estoy fingiendo!

Dijo las ultimas palabras en un gemido y se dejo caer al suelo sollozando. Algo cedio en mi. De un salto

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