– ?Estas despierto?

– Si…

– No me llamaste.

– ?No te llame? -Hablaba todavia medio dormido.

– Quedamos en que me llamarias cuando llegaras a tu casa. Estaba preocupada.

– ?Que hora es?

– Las cuatro y media.

Hubo una pausa y Alex oyo el ruido de las sabanas.

– Pense que no querias que te llamara.

Sintio la voz calida, sonriente, reconfortante; como quien habla con un osito de peluche.

– Estaba preocupada por ti.

– Estoy perfectamente. ?Y tu?

– No muy bien. ?Como te sientes?

– Terriblemente asustado. Es algo tan sordido. No dejo de pensar en el otro conductor… ?hijo de perra!

– No digas eso.

– Si hubiera sobrevivido seria, capaz de matarlo con mis propias manos.

– No, por favor.

– Lo siento.

– Lamento tanto lo de Otto y Charles.

– Al menos Otto esta vivo -dijo el.

– Las cosas deben de ser muy duras para el. Aceptar que es el unico superviviente.

– Nunca debi comprarle ese coche a Fabian.

– No es culpa tuya, querido. Siempre fuiste tan bueno con el.

– Debi haberle comprado uno menos rapido.

– No creo que las cosas hubieran cambiado. Escucha, vuelvete a dormir.

– No importa. Ahora estoy completamente desvelado.

– Duermete. Te llamare mas tarde.

– Te quiero -dijo David.

Alex, se quedo mirando el auricular y sonrio tristemente antes de colgar, despacio, suavemente, y se dejo caer otra vez sobre la almohada. Ella tambien lo amaba, lo sabia, echaba de menos su cuerpo calido y grande, le faltaba su ternura, ?por que diantres se habian separado? Subitamente se sintio cansada, cansada pero calmada y animada. Cayo en un sueno pesado y sono con Fabian, un ensueno ligero y airoso que de repente se hizo amenazante y confuso; su hijo sujetaba su mano y se reia, mientras hablaba con ella como si fuera un nino pequeno, con la salvedad de que ya no era un nino, sino un hombre adulto, repentinamente viejo, tan viejo que podia ver las arrugas en su rostro. Se desperto temblando, temerosa de abrir los ojos en la habitacion a oscuras. Volvio a quedarse dormida y esta vez no sono.

Cuando sono el despertador a las siete, lo ignoro y cuando volvio a mirar el reloj eran ya las ocho menos diez. De vuelta a la normalidad, lo sabia, todo habia pasado. Quedaba el aventar las cenizas, pero tenia tiempo para pensar en ello, para decidir donde le hubiese gustado a Fabian. Los diez ultimos dias los habia pasado en medio de un gran ofuscamiento mental, en espera de las decisiones de la burocracia francesa, intentando recuperar el cuerpo de su hijo para trasladarlo a Inglaterra. Fue David quien se traslado a Francia, quien se hizo cargo de todo, sin exigir nada de ella. Se comporto de modo maravilloso. Ahora ella tenia que seguir adelante con su vida, trataria de concentrarse en su trabajo. Al menos contaba con eso, la consciencia de sus obligaciones no solo con ella sino con sus empleados, socios, clientes… No podia abandonarlos, tenia que probarles que podia realizar su trabajo y tenia que probarselo a David… ?Pero, sobre todo, tenia que demostrarselo a si misma!

Busco durante un rato en su guardarropas, tratando de decidir que ponerse. Fabian siempre mostro especial interes en como se vestia su madre; mucho mas que David. Los colores correctos, el corte debido, los modistos mas adecuados. ?Dios mio, a veces Fabian era un verdadero esnob en lo que se referia a la ropa! Sonrio, algo mas animada, una sonrisa apagada, casi nublada por las lagrimas, y rebusco en un cajon lleno de panuelos y bufandas de seda, todas ellas de Cornelia James y la mayoria compradas por Fabian. ?Por cual de ellas decidirse? Trato de recordar, saco varias y las dejo caer de nuevo en el cajon. Como una cascada de seda, penso. Eligio una de ellas de color gris turquesa que se anudo cuidadosamente alrededor del cuello de modo que la firma de Cornelia James quedara claramente visible. ?Estas contento, carino? ?Tengo buen aspecto?

Se bebio media taza de cafe y dejo el resto porque estaba demasiado caliente. Tomo su abrigo y se dirigio a la puerta a toda prisa. El timbre sono casi en el mismo momento en que iba a abrir. Miro sorprendida a la mujer que llamaba y dio un paso atras. Una rubia tenida, de abultados pechos, vestida de blanco y negro, elegante pero quiza con una nota dramatica exagerada; parecia una figurante enviada por una agencia de actores para un pequeno papel en una pelicula. Sus labios rosados eran demasiado delgados y pequenos para el tamano de su rostro.

– ?La senora Hightower?

Hablaba con una voz precisa, definida, como si hubiera estado tomando lecciones de declamacion para ocultar su vulgar acento del East End londinense.

– Si. ?Que desea?

Alex vacilo y se puso a la defensiva, mientras se preguntaba que seria lo que querria venderle. Estaba demasiado maquillada y vestida para ser un Testigo de Jehova en busca de nuevos adeptos. Ademas, estos suelen visitar en parejas.

– Soy Iris Tremayne. Sandy sugirio que viniera directamente, sin telefonear… Me dijo que se iba de casa muy temprano y que esta era la mejor hora para encontrarla en casa.

La mujer miro a Alex directamente a los ojos y esta se sintio un tanto desconcertada, incapaz de rehuir su mirada.

Durante un momento siguio preguntandose que queria venderle, Avon o Tupperware, cosmeticos sin duda. Si, ese era su aspecto, salvo que no llevaba ningun maletin de muestras.

– La verdad es que se me ha hecho un poco tarde y tengo que irme a la oficina. -Alex hablo con amabilidad, tratando de ser cortes.

– Claro, claro, si no le es conveniente, lo comprendere plenamente, pero pense que debia venir en seguida por si queria tener noticias de su hijo.

De pronto Alex se dio cuenta de quien era.

– No -respondio-, se lo agradezco mucho, pero no quiero saber nada de mi hijo.

– Siento mucho lo ocurrido.

– Muchas gracias.

– Sandy estaba muy preocupada por el.

– ?De veras? -replico Alex, que se dio cuenta de que su tono se estaba volviendo beligerante.

– Si quiere que celebremos una sesion, lo hare con mucho gusto. No le cobrare nada. Sandy es una buena amiga.

– Senora Tremayne -dijo Alex con frialdad-, mi hijo esta muerto. Nada de lo que usted o cualquier otra persona puedan hacer cambiara esto; lo siento pero yo no creo en… -hizo una pausa- en el mundo de los espiritus… o como quiera que usted lo llame.

– Yo creo que su hijo quiere hablar con usted.

Habia gran sinceridad en la expresion de la mujer, una sinceridad integrada en ella profundamente, muy por debajo de su maquillaje, por debajo de su peinado llamativo y su atuendo dramatico. Sinceridad e ingenuidad. Pobre ilusa chiflada, quiso decir, pero no lo hizo.

– Muchas gracias -termino la conversacion-, pero ahora tengo que irme.

Alex saludo a la recepcionista con un movimiento de cabeza, evito su mirada y subio a su oficina.

Julie alzo la vista de la maquina de escribir al verla pasar en direccion a su despacho y le sonrio amablemente.

– Buenos dias. Tienes la correspondencia en la mesa por si quieres ocuparte de ella. ?Deseas que cancele alguna de tus citas para esta manana?

– No, Julie. Ya cancelamos bastantes la semana pasada. El espectaculo debe continuar.

Alex cerro la puerta y miro el gran monton de correspondencia acumulada sobre la mesa. Miro la agenda- calendario con soporte de madera que Julie nunca olvidaba de poner al dia: 21 de abril. Los ultimos dias habian

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