desaparecido de su vida como si hubiera habido un agujero en el tiempo.

Abrio uno de los grandes sobres y extrajo de el un original limpiamente mecanografiado y encuadernado. Su titulo era Vidas profetizadas. Mis poderes y los de otros. Abrio la cubierta y empezo a leer el primer capitulo. La primera pagina determinaba por lo general si ella seguia leyendo el original o se lo pasaba a Julie.

«Siempre solia ver una mano en la oscuridad que me hacia senas. Cuando veia la mano sabia que alguien iba a morir. La primera vez yo tenia siete anos y al dia siguiente mi hermana fue atropellada por un tractor. Fue entonces cuando me di cuenta, por vez primera, de mis poderes de clarividencia.»

Alex volvio a mirar la cubierta del manuscrito y llamo a Julie por el intercomunicador.

– ?Te dice algo el nombre de un escritor llamado Stanley Hill?

– No.

– Me parece que ya hemos tenido algo de el con anterioridad.

– ?Quieres que lo compruebe?

– No, ya lo hare yo.

Alex encendio la pantalla de su ordenador personal y vio claramente dos palabras en el centro, escritas con brillantes letras verdes: ?AYUDAME, MADRE!

Alex se quedo como si hubiera recibido una ducha de agua helada. Las palabras se desvanecieron y la pantalla volvio a oscurecerse. Su frio se volvio calor; la frente le ardia y sintio que el sudor le corria por la cara. Desconecto la unidad y volvio a encenderla. En la pantalla solo aparecio la palabra MENU y la lista de funciones del ordenador.

Todavia asustada pulso algunas teclas y el menu desaparecio y fue sustituido por las palabras ARCHIVO DE CLIENTES. Movio sus manos temblorosas sobre el teclado y trato de pulsar la letra clave adecuada, pero pulso una tecla equivocada y el ordenador zumbo como furioso contra ella.

– ?Te encuentras bien, Alex?

Vio a Julie dejar la taza de cafe sobre la mesa, como a camara lenta, y tuvo conciencia del sonido de sus propias palabras cuando hablo:

– Si, me encuentro bien.

– Estas mas blanca que el papel.

– Estoy demasiado cansada, no he dormido muy bien ultimamente.

– Tal vez deberias tomar algun somnifero. Aunque solo sea hasta que hayas superado lo peor…

Alex sonrio.

– Ya he pasado lo peor.

– Creo que has sido muy valiente.

Alex sintio que las lagrimas querian salir a sus ojos y los apreto con fuerza, pero la emocion se extendio profundamente en ella, como una ola, hasta que no pudo contenerla y las lagrimas corrieron por sus mejillas. Sintio una mano que apretaba la suya y ella devolvio el apreton con mayor fuerza; abrio los ojos y vio frente a ella el bello rostro de Julie que la miraba carinosamente: se dio cuenta de que Julie habia cambiado de peinado y que no habia hecho ningun comentario.

– Lo siento -dijo. Y despues-: Me gusta tu pelo.

– Gracias.

– No debes preocuparte. No voy a derrumbarme sobre todos vosotros.

– Ya lo sabemos.

Julie le tendio un panuelo de papel.

– Esta bien, tengo uno. -Se limpio la nariz-. A la gente que llame diles que no me pregunten como estoy, que me encuentro bien.

Julie afirmo con la cabeza.

– Diles, tambien, que no mencionen a Fabian. Asi todo sera mas facil para mi.

– Si, querida.

Alex miro con temor su procesador de textos. Vio mentalmente la inscripcion de las dos palabras. Claras. Inconfundibles.

– No me acuerdo como trabaja este aparato. Quiero consultar si hay algo bajo el nombre de un autor, de este tipo.

Julie pulso las teclas convenientes y un momento mas tarde las palabras STANLEY HILL aparecieron en la pantalla.

«Nos presento un original en 1982 llamado Star-Gazer to the Stars

– Un titulo modesto -comento Alex-. ?Por que lo rechazamos?

Julie se aproximo a la pantalla.

– No tenia suficiente garra.

– Hay docenas de agentes, ?por que nos envia ahora su nuevo manuscrito?

– Debiste escribirle una carta muy amable, animandole a seguir adelante.

– Lo dudo -replico Alex.

– ?Quieres que lea el nuevo original?

– No. Devuelveselo. Dile que no estamos interesados en ese tipo de literatura.

– Pero se vende bien -opino Julie-. Fijate en Doris Stokes.

– No me importa. Aunque se venda por millones. No quiero tener nada que ver con este libro.

Vio a Julie tomar el original y salir de la habitacion. Volvio a mirar la pantalla del ordenador. La apago. Ayudame, madre. Las palabras cruzaron su mente. Volvio a encender el ordenador y las dos palabras aparecieron de nuevo en la pantalla como si le devolvieran su mirada, firmemente, sin oscilaciones. ?AYUDAME, MADRE!

CAPITULO VII

– Pareces muy preocupada.

Alex aparto con la mano el humo de su cigarrillo.

– Y tu continuas desapareciendo.

Philip Main paso el cigarrillo entre los pelos de su bigote color castano, emitio un grunido en voz baja, que parecia el ruido de un ciclomotor que pasara por una pista distante, y dejo escapar otra explosion de humo.

– ?En el sentido cosmico?

– No. -Alex sonrio-. En el sentido fisico.

– Eh…

De nuevo aparto el humo con la mano.

– ?Tus cigarrillos! Cada vez fumas mas.

– ?Ah! -dijo con su voz profunda y suave, mientras se encogia de hombros disculpandose-. Uno de los pocos placeres que le quedan a uno. Aunque este sea un inconveniente transitorio durante unos miles de anos mas, cinco o quiza seis como maximo… un periodo insignificante.

– ?Antes?

– Antes de que hayamos evolucionado lo suficiente para que cada uno de nosotros pueda estar siempre solo, sin necesidad de encontrarnos con nadie; para poder comunicarnos con los demas solo por medios telepaticos y filmes sin revelar; la emocion y el suspense del revelado de esas peliculas reemplazara los actuales contactos sociales, los placeres… -sostuvo el cigarrillo en alto con los dedos- y sus inconvenientes.

Sonriendo, Alex lo miro: su silueta alargada, los hombros caidos, su chaqueta deportiva muy usada y el rostro adusto y demacrado con el largo bigote que caia como un desafio. Estaba ya en sus cuarenta, pero seguia pareciendo mas un estudiante revolucionario envejecido que un conocido cientifico con tres libros publicados, respetados aunque discutidos.

– ?Como va tu nuevo libro?

Philip alzo la cabeza y se la quedo mirando como si Alex fuera un pez de color en una pecera.

– Prueba. Existe la prueba.

Alzo su vaso de vino, se lo bebio y lo bajo de nuevo. Su bigote quedo como un trapo mojado.

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