documentos y papeles con los que trabajaba. Causaba la impresion de tener trabajo mas que suficiente para toda la manana.
– ?Te llamaron ya?
El nego con la cabeza.
– No espero que lo hagan hasta mas tarde.
Alex hizo un gesto afirmativo y se dirigio a la sala de estar, donde se sento. La habitacion estaba oscura y silenciosa.
«?Dejalo -le decian sus instintos-, dejalo, olvidalo, alejate, vuelve a ver al sacerdote! Diselo.»
4 de mayo.
Hoy.
Se levanto intranquila y se dirigio hacia la chimenea apagada. Cogio la fotografia de Fabian en su triciclo. Unos pequenos ojos inocentes la miraban desde un rostro rechoncho y sonriente. La dejo en su lugar, despacio, como si le pesara mucho.
4 de mayo.
Hoy.
Se levanto y se dirigio a la cocina. David la recibio con una sonrisa.
«?Por amor de Dios, vete a tu lagar, vete a cualquier parte! ?Por que has tenido que elegir esta manana para quedarte en casa? Dejame coger la llave. Tengo que hacerme con ella.»
– Podemos ir a un bar por ahi y disfrutar de un buen almuerzo.
– ?Un buen almuerzo? -replico como un eco, sin comprender.
– Un buen almuerzo en un bar. Hace anos que no lo hacemos.
– ?De veras?
Se dio cuenta de que su marido la miraba con fijeza.
– Alex, ?te encuentras bien?
Ella le devolvio la mirada sin entender la razon de su pregunta. Sus palabras resonaron en su cabeza como un eco.
«?Bien? ?Bien? ?Bien?»
Estuvo a punto de caer y tuvo que apoyarse en la pared, que parecio deslizarse ante ella. Oyo el arrastrar de una silla y sintio la fuerte presion de la mano de David.
– Vamos, sientate… sientate aqui…
Oyo el ligero crujido de la silla de madera, vio la pared que se deslizaba a un lado y el techo que se hundia de repente. Seguidamente toda la habitacion se inclino a un lado y el suelo se acerco a ella, golpeandola con fuerza.
David se habia arrodillado a su lado. Oyo su voz en algun lugar muy distante:
– Llamare al medico… medico… medico… medico…
Alex movio la cabeza y el techo parecio girar a su alrededor como si estuviera atado a su cabeza por un trozo de cuerda. Sintio el duro suelo de madera contra su nuca.
– No -dijo Alex-, no hace falta que lo llames. Estoy bien, de veras; me pondre bien.
Miro el rostro de su marido, el pelo rizado de su barba.
– Estoy bien. -Se levanto, vacilando, y miro a su alrededor. Las paredes volvian a estar en su sitio. Se dejo caer en la silla-. Debe de ser el cansancio.
– Tienes que tomarte unas vacaciones. Podemos ir juntos a cualquier sitio… Habitaciones separadas…
Ella sonrio tristemente.
– Quisiera que todo fuera asi de sencillo.
Sono el telefono, primero debilmente, despues con mayor intensidad. David lo dejo sonar.
– No quiero parecer demasiado interesado. -Y le sonrio.
«Contesta, por amor de Dios, contesta. No puedo resistirlo. Por favor, coge el telefono.»
Hablo brevemente, solo unas frases cortas, y en seguida colgo.
– No era la llamada que estoy esperando -aclaro y consulto su reloj.
«Llama pronto. Tienes que telefonear pronto. Tienes que hacerlo.»
A la hora de comer estaba ya aburrido de su papeleo.
– Sera mejor que vaya al lagar -dijo- para comprobar si todo esta bien.
El granero, con sus grandes tinajas, sus raros aparatos y el olor vinoso. Se dio cuenta de que ese era el terreno de caza en el que David se sentia feliz. No podia permanecer alejado de alli ni siquiera unas horas.
– Te avisare si llaman -le aseguro.
– Butler. Se llama Geoffrey Butler.
– Muy bien -dijo.
Lo vio cruzar el patio entre la casa y el granero; se dirigio al pasillo y abrio la alacena. Busco en el estante de arriba y saco una gran linterna de goma. La encendio, la enfoco en su rostro y tuvo que entornar los ojos deslumbrados por la potencia de su rayo. La apago y la dejo de nuevo en su sitio.
Tuvieron que pasar otras dos horas antes de que llamara Geoffrey Butler. Las cuatro y media. Dos horas mas mirando la llave; la linterna en la estanteria, a su lado; dos horas mas de espera nerviosa dejando pasar el dia. El 4 de mayo.
– Geoffrey Butler al aparato -pudo gritar finalmente en la puerta del lagar.
Cruzo rapidamente el patio, de regreso a la casa, asustada solo de pensar que Butler podia haber cortado la llamada.
– En seguida se pone, senor Butler -anuncio con los ojos puestos en la llave; la llave que estaba ya a punto de ser suya.
«?Por favor, no tardes, se rapido.» Pero no. Su marido busco entre los papeles, tomo notas y mas notas. Podia coger la llave y marcharse mientras seguia enfrascado en su conversacion telefonica. Pero ?y si se daba cuenta de que la llave no seguia en su sitio? Demasiado riesgo.
– Carbonato de calcio -dijo David-. Yeso. Si -se rio entre dientes-, si, yeso comun. Reduce la acidez. No, asi esta bien, solo yeso comun. La gente se entusiasma estos dias por el calcio… dicen que es bueno para todo. Si, naturalmente, dentro de las medidas prescritas por la CEE.
«Vamos, vamos, termina.»
Finalmente colgo el telefono; se acerco a ella, abrio los brazos, los paso alrededor de su cuello y la beso en ambas mejillas con satisfaccion.
– ?Ya lo tengo! ?Sera algo verdaderamente grande!
– ?Muy bien!
– Geoffrey Butler. Lo pondra en su lista de vinos de modo permanente.
– ?Cuanto me alegro!
– Te dire algo. Para que le guste a un hombre como el tiene que ser un buen vino. Saldremos esta noche a celebrarlo. Estupendo, ?no te parece?
– Desde luego.
– ?Te importa si vuelvo al lagar un rato mas? Solo para comprobar unas cosas que me ha dicho… No te importa demasiado, ?verdad? -No -respondio Alex-, no me importa en absoluto.
Por la ventana vio como cruzaba el patio hacia el granero. Estaba a punto de coger la llave cuando oyo el motor de un automovil. «Un cliente o un turista -penso-. Degustacion gratuita a cualquier hora. Visitantes bienvenidos. Vete, largate de aqui, quienquiera que seas.»
Dejo la llave en su sitio. Su marido podia llegar en cualquier momento, en busca de un sacacorchos o de unos