David seguia de pie, en silencio, con el ceno fruncido, inseguro y libre ya de su violento enojo.
Morgan Ford estaba de pie frente a ella. Traje gris, camisa gris, corbata gris, cabello gris; una coordinacion perfecta de color, que dedico a Alex una sonrisa de animo. Esta vio el brillo de la piedra de su sortija y lo miro a la cara, seguidamente el gran mono negro de Sandy, el pendiente de oro de Orme, el traje de poliester marron de Milsom; la negativa insistente de la cabeza de David y la extrana mirada de ansiedad de sus ojos.
«No, no los dejes, David. ?Por Dios, no los dejes!»
– Hay mucha fuerza aqui -comento Ford-. Demasiada fuerza.
«?No los dejes David!»
– Alex puede quedarse ahi -dispuso Ford-. Asi esta bien, dejemos que este comoda.
«No. Por favor, no.»
– El proceso de liberar el espiritu puede ser a veces muy angustioso -explico Ford amablemente, mirando a David y seguidamente a Alex-. A veces el espiritu quiere destacar esos ultimos momentos de su existencia carnal.
Se apago la luz.
– ?Dios amado, te rogamos que pongas tus ojos en nuestro circulo y nos protejas para que no nos ocurra ningun dano.
«?Es que no te das cuenta de lo que va a suceder?»
Sono el interruptor del magnetofono. Surgio la musica de Vivaldi, ligera, airosa, triste.
– Sentid la hierba, suave y primaveral; es muy agradable pasear sobre ella. Ahora veis la gran puerta blanca delante vuestro. Cruzad la puerta y podreis ver un rio.
«?Detenlos! Por favor, David, haz que se detengan.»
– Podeis ver la gente en la otra orilla, de pie. Vuestros amigos que esperan para recibiros y daros la bienvenida. Cruzad el puente, ahora, acercaos a ellos, saludadlos, abrazadlos, pasad el tiempo con ellos. No tengais miedo, divertios y sed felices con ellos.
Alex miro al otro lado del rio, a la otra orilla, detras del puente de piedra, y vio a Ford de pie, con su inmaculado traje gris, haciendole senas agitando las manos. Detras de el habia mas gente, formando grupos, charlando como si se hubieran reunido para tomar unas copas. Sandy, Orme, Milsom y David.
«Estoy aqui.»
Puso un pie en el puente, pero todos los demas le volvieron la espalda, ignorandola.
«Estoy aqui. Aqui»
Trato de cruzar el puente, pero dos manos la sujetaron por los brazos, impidiendola seguir adelante.
«Soltadme. Dejadme ir.»
«Te ahogaras. Es una trampa; el puente no es seguro.»
«?Quien eres tu?»
Se oyo un clic, silencio, un silencio completo, total. Alex abrio los ojos y miro aterrorizada a su alrededor en la habitacion a oscuras.
– Ha empezado -dijo Ford-. Esta impaciente. No quiere esperar que terminemos nuestra meditacion.
Alex sintio que la envolvia un remolino de aire helado.
Paso un coche al otro lado de la ventana, seguido de un camion pesado. La habitacion vibro. Alex miro asombrada a su alrededor. Aquello era imposible. Por alli no pasaba ninguna carretera. No habia carretera, penso. ?Los habia oido David? ?Los habian oido todos los demas?
– ?Madre!
Un murmullo, aspero, tosco, apenas audible sobre el silencio. Procedia del cartero.
– ?Cual es tu nombre? -pregunto Ford con voz segura, como si mantuviera una conversacion de negocios o respondiera a una llamada telefonica.
Hubo otro largo silencio.
«Es un farsante. No es su voz. ?No te das cuenta de que es un farsante.»
– ?Quiere hacer el favor de decirnos su nombre? Si no, tenga la bondad de abandonar al medium inmediatamente.
Alex oyo respirar profundamente, exactamente a su lado, inspiraciones contenidas, entrecortadas, nauseas profundas, separadas entre si por largas pausas.
– ?Eres Fabian Hightower?
Hubo un fuerte olor de petroleo. Alex oyo que los demas olfateaban, lo que indicaba que ellos tambien percibian el olor.
– ?Eres Fabian Hightower?
De repente el olor se hizo mas fuerte. Las emanaciones le escocian los ojos.
– Vamos a ayudarte, Fabian.
Ella no podia respirar.
– Vamos a ayudarte a pasar al otro lado.
Era como si alguien apretara una mascara sobre su rostro.
Cuanto mas fuertemente trataba de respirar, mas se le pegaba la mascara a la cara. La respiracion a su lado se iba haciendo cada vez mas tranquila, mas ritmica, como la respiracion de un submarinista.
No.
Alex comenzo a temblar. «Dame un poco de aire, no te lo lleves todo. ?Oh, Dios, no te lo lleves todo! Aire. Dios mio, dame un poco de aire.»
Lucho con el vacio que envolvia su rostro, trato de alejarlo, de pasar debajo de el, de esquivarlo. Le dolia el pecho.
Los vapores, los vapores del petroleo habian desplazado al aire.
Volvio a escucharla. La respiracion a su lado, ritmica suficientemente, satisfecha.
No.
Se mecio violentamente, adelante y atras, temblando, cada vez mas.
Los vapores. Petroleo. Iban a hacer explosion.
«?Dejame respirar, querido! Dame aire, por favor, dame aire.»
Algo se movio en su interior; algo frio, terriblemente frio. Una mano helada se habia posado en su frente, tiernamente, le apartaba los cabellos caidos sobre ella y acariciaba sus hombros. Oyo que el sofa temblaba, crujia y chirriaba en medio del silencio mientras ella se debatia luchando por respirar. Ahora habia algo frio, helado, dentro de su oreja, empapando su cerebro como un liquido.
Y en esos momentos, de repente, se sintio fuerte. Mucho mas fuerte que nunca con anterioridad. Tan fuerte que ni siquiera necesitaba respirar. No. Por favor, no. No.
Oyo pasar otro coche en la distancia. Fue como si de pronto le llegara un sonido deslizante, desesperado, pavoroso, que parecia durar eternamente. No. Trato de levantarse, pero una fuerza inmensa, enorme, la empujo hacia atras y la obligo a seguir sentada en el sofa. Lo intento de nuevo y una mano insistente la sujeto con fuerza. ?De quien? ?De David? ?De Ford? Logro librarse de la mano y se puso de pie. Algo trato de hacerla volver a sentarse, una gran fuerza como una pared que se desploma. Resistio contra ella con toda su nueva fortaleza y sintio que el suelo se alzaba bruscamente frente a ella. Se quedo en el suelo, apoyada en las rodillas y las manos y, lentamente, comenzo a avanzar centimetro a centimetro, aferrandose a los pliegues de la alfombra con las puntas de los dedos; alcanzo la puerta y se sujeto al tirador, lo que le exigio todo su peso, para evitar caerse hacia atras, de espaldas, en la habitacion oscura.
El sonido de deslizamiento continuaba, horripilante, como si un coche con las cuatro ruedas bloqueadas patinara sobre una carretera mojada.
Logro forzar la puerta hasta abrirla, y cayo al otro lado con una voltereta repentina que la hizo rodar sobre el suelo de la cocina hasta llegar a la pared y chocar contra el fregadero con un duro golpe que la sacudio violentamente.
Sus pulmones estaban a punto de estallar. Aspiro con voracidad unas bocanadas de aire, largas aspiraciones profundas, y se quedo echada alli por un momento, exhausta, mirando llena de pavor la puerta que daba a la sala de estar, la puerta que acababa de atravesar y que se habia cerrado tras ella. Sintio un soplo helado que partiendo de la nuca, le descendia por la espalda; se puso de pie vacilante, insegura, y escucho. Pero no pudo oir nada. Se quedo mirando la llave que colgaba en el clavo de la pared y la alacena en la que estaba la linterna. Tiempo. Habia tiempo. La llave le parecio fria, aspera y pesada. ?Habia tiempo?