– Bueno, no creo que el ascensor funcione -dijo Liudmila Nikolayevna, y volviendose al conductor, le pregunto-: Camarada, ?no podria ayudarnos a subir las cosas al segundo piso?
– Claro que si -respondio el conductor-. Pero tendran que pagarme con pan.
Descargaron el coche y dejaron a Nadia al cuidado del equipaje, mientras Shtrum y su mujer subian al apartamento. Ascendieron las escaleras despacio, sorprendiendose de que nada hubiera cambiado: la puerta del primer piso revestida aun de hule negro, los familiares buzones… Que extrano que las calles, las casas, las cosas que uno olvidaba no desaparecieran; que extrano reencontrarlas, y volverse a ver entre ellas.
Una vez Tolia, cansado de esperar el ascensor, habia subido corriendo al segundo piso y desde lo alto habia gritado a Shtrum: «?Eh, ya estoy en casa!».
– Descansemos en el rellano, te estas ahogando -dijo Viktor Pavlovich.
– Dios mio -exclamo Liudmila Nikolayevna-. Mira en que estado se encuentra la escalera. Manana ire a ver al administrador. Obligare a Vasili Ivanovich a organizar los turnos de limpieza.
Ahi estaban de nuevo, frente a la puerta de su casa, el marido y su mujer.
– ?Quieres abrir tu la puerta?
– No, no, ?por que? Abre tu; eres el dueno de la casa
Entraron en el piso e inspeccionaron todas las habitaciones sin quitarse los abrigos.
Liudmila toco con la mano el radiador, levanto el auricular del telefono, soplo y dijo:
– Bueno, ?parece que el telefono funciona!
Despues entro en la cocina y dijo:
– Hay agua; podemos utilizar los lavabos.
Se acerco al hornillo e intento encender el gas, pero lo habian cortado.
Senor, Senor, al fin habia acabado todo. El enemigo habia sido detenido. Habian vuelto a casa. Parecia que fuera ayer aquel sabado 21 de junio de 1941… ?Todo estaba igual, y todo habia cambiado! Eran personas diferentes las que habian franqueado el umbral de la casa, tenian otros corazones, otro destino, vivian en otra epoca. ?Por que todo era tan cotidiano y al mismo tiempo generaba tanta ansiedad? ?Por que la vida de antes de la guerra, la vida que habian perdido, les parecia ahora tan bella y feliz? ?Por que les atormentaba tanto el pensamiento del manana? Cartillas de racionamiento, permisos de residencia, el cupo de electricidad, el ascensor que funciona, el ascensor averiado, la suscripcion a los periodicos… De nuevo, por la noche, oir desde la cama el viejo reloj dando las horas.
Mientras seguia a su mujer, Shtrum se acordo de repente de aquel dia de verano en que habia viajado a Moscu, cuando la hermosa Nina habia bebido vino con el; la botella vacia todavia estaba en la cocina, cerca del fregadero.
Recordo la noche en que leyo la carta de su madre que le habia traido el coronel Novikov, y su partida repentina a Cheliabinsk. Era alli donde habia besado a Nina, donde una horquilla se le desprendio de los cabellos y no lograron encontrarla. De pronto le sobrecogio el miedo. ?Y si aparecia la horquilla en el suelo? ?Y si Nina se habia olvidado la barra de labios o la polvera?
En aquel instante el conductor, respirando pesadamente, solto la maleta y tras mirar la habitacion pregunto:
– ?Todo este espacio es vuestro?
– Si -respondio Shtrum con aire culpable.:
– Nosotros tenemos ocho metros cuadrados para seis personas -dijo el conductor-. Mi vieja mujer duerme durante el dia, cuando todo el mundo esta en el trabajo, y se pasa la noche sentada en una silla.
Shtrum se aproximo a la ventana. Nadia estaba haciendo guardia junto al equipaje que habian descargado del camion, dando saltos y soplandose los dedos.
«Querida Nadia, querida hija indefensa, esta es la casa donde naciste.»
El conductor subio una bolsa de comida y un portamantas lleno de ropa de cama; se sento en una silla y comenzo a liarse un cigarrillo.
Parecia tan preocupado por la cuestion de la vivienda que incluso obsequio a Shtrum con comentarios acerca de las recomendaciones oficiales en materia de higiene y sobre los empleados de la Direccion Regional de la Vivienda que aceptaban sobornos.
De la cocina llegaba ruido de cacerolas.
– Una autentica ama de casa -dijo el conductor, y le guino el ojo a Shtrum.
Shtrum miro otra vez por la ventana.
– Todo en orden -dijo el conductor-. Les daremos una tunda a los alemanes en Stalingrado, la gente volvera en masa de la evacuacion y el tema de la vivienda empeorara aun mas. Hace poco volvio a la fabrica un obrero que habia resultado herido dos veces. Su casa, naturalmente, habia sido bombardeada, asi que a el y a su familia los instalaron en un sotano insalubre; y su mujer, por supuesto, estaba encinta, y sus dos hijos eran tuberculosos. El sotano se les inundo y el agua les llegaba a la altura de las rodillas. Pusieron tablas sobre los taburetes y asi se desplazaban de la cama a la mesa, de la mesa al hornillo. Luego el hombre comenzo a presentar solicitudes. Escribio al comite del Partido, al raikom; escribio incluso a Stalin; pero no obtuvo mas que promesas. Una noche cogio a su mujer, sus hijos y sus trastos y se instalo en el cuarto piso que estaba reservado para el soviet del distrito. Una habitacion de ocho metros y cuarenta y tres centimetros. ?Vaya escandalo se armo! Fue llamado por el fiscal, que le dijo que debia desalojar la habitacion en veinticuatro horas o le caerian cinco anos en un campo y sus hijos serian internados en un orfanato. ?Que hizo el? Habia recibido condecoraciones en la guerra, de modo que se las clavo en el pecho, en carne viva, y se colgo alli mismo, en el taller, durante la pausa del almuerzo. Los muchachos se dieron cuenta, cortaron la cuerda y la ambulancia se lo llevo a toda prisa al hospital. En un abrir y cerrar de ojos le dieron lo que pedia, antes incluso de que saliera del hospital.
Ha tenido suerte: el espacio es pequeno, pero con todas las comodidades. Le salio bien la jugada.
Cuando el conductor termino de contar la historia, hizo su entrada Nadia.
– Y si roban el equipaje, ?quien se hace responsable? -pregunto el conductor.
Nadia se encogio de hombros y dio una vuelta por las habitaciones, soplandose los dedos congelados.
En cuanto Nadia entro en la casa, Shtrum se sintio de nuevo irritado.
– Al menos desabrochate el cuello -le dijo, pero Nadia le dio la espalda y grito en direccion a la cocina:
– ?Mama, me muero de hambre!
Liudmila Nikolayevna desplego una energia tan extraordinaria aquel dia que Shtrum penso que, si hubieran dispuesto de semejante fuerza en el frente, los alemanes habrian retrocedido cien kilometros mas desde Moscu.
El fontanero encendio la calefaccion; las tuberias se hallaban en buen estado, aunque, a decir verdad, apenas calentaban. Llamar al hombre del gas no fue tarea facil. Liudmila Nikolayevna logro hablar por telefono con el director de la red de gas, que envio a un empleado del servicio de reparaciones. Liudmila Nikolayevna encendio todos los quemadores, coloco encima las planchas y, aunque la llama era debil, pudieron quitarse los abrigos. Despues de los servicios del conductor, el fontanero y el hombre del gas, la bolsa del pan se habia aligerado considerablemente.
Hasta bien entrada la noche, Liudmila Nikolayevna se ocupo de las tareas domesticas. Envolvio la escoba con un trapo y quito el polvo del techo y las paredes. Limpio la arana, saco las flores secas a la escalera de servicio, reunio un monton de cachivaches, papeles viejos y trapos; Nadia, refunfunando, tuvo que bajar tres veces el cubo de la basura.
Liudmila Nikolayevna lavo toda la vajilla de la cocina y el comedor, y Viktor Pavlovich, bajo sus ordenes, seco los platos, los tenedores y los cuchillos, pero su mujer no le confio el servicio de te. Se puso a hacer la colada en el lavabo, deshelo la mantequilla sobre el fuego y selecciono las patatas que habian traido de Kazan.
Shtrum llamo por telefono a Sokolov y respondio Maria Ivanovna.
– He mandado a Piotr Lavrentievich a la cama; estaba cansado del viaje, pero si se trata de un asunto urgente, lo despierto.
– No, no, solo queria charlar con el -explico Shtrum.
– Estoy tan contenta -dijo Maria Ivanovna-. Solo tengo ganas de llorar.
– Venga a vernos -le propuso Shtrum-. ?Quiere visitarnos esta noche?
– Ni hablar; hoy, imposible -dijo riendo Maria Ivanovna-. ?Con todo el trabajo que tenemos Liudmila y yo!
Maria le pregunto sobre el racionamiento de la electricidad, las canerias del agua, y Viktor, inesperadamente brusco, la interrumpio: