– Aleksei Alekseyevich, ?esta enterado de la ultima obra de Viktor Pavlovich? -le pregunto Chepizhin de repente.
– He oido hablar de ella, por supuesto, pero todavia no la he leido.
La cara de Shishakov no dejaba entrever que era lo que habia oido decir exactamente de la obra de Shtrum.
Shtrum miro largo rato a los ojos de Chepizhin. Queria que su viejo amigo y maestro comprendiera todo por lo que habia pasado, que adivinara sus privaciones y sus dudas. Pero los ojos de Shtrum tambien descubrieron tristeza, los pensamientos lugubres y el cansancio senil de Chepizhin.
Sokolov se les acerco y mientras Chepizhin le estrechaba la mano, el academico Shishakov deslizo su mirada despectiva sobre la vieja chaqueta de Piotr Lavrentievich. En cambio, cuando Postoyev se unio a ellos, Shishakov sonrio satisfecho con toda la carne de su gruesa cara y exclamo:
– ?Buenos dias, buenos dias, amigo! He aqui alguien a quien me alegro de ver.
Intercambiaron informacion sobre sus respectivas mujeres, hijos, dachas, estado de salud, como grandes, grandisimos senores.
Shtrum susurro a Sokolov:
– ?Que tal se han instalado? ?Su casa esta caldeada?
– De momento no estamos mejor que en Kazan. Masha ha insistido en que le saludara de su parte. Lo mas probable es que manana pase a visitarles.
– Estupendo -dijo Shtrum-. Comenzabamos a echarla de menos, acostumbrados como estabamos en Kazan a verla cada dia.
– Ya, cada dia-repitio Sokolov-. Para mi que Masha iba a verles al menos tres veces al dia. Llegue a proponerle que se fuera a vivir con ustedes.
Shtrum se echo a reir y penso que su risa no sonaba del todo espontanea. El academico Leontiev, un matematico narigudo, con un imponente craneo calvo y unas gafas enormes de montura amarilla, entro en la sala. Una vez, cuando Shtrum y el vivian en Gaspra, habian ido juntos a Yalta.
Habian bebido mucho vino en una tienda; luego habian entrado tambaleandose en la cantina de Gaspra y entonado una cancion indecente, que alarmo al personal y provoco las risas de los veraneantes. Al ver a Shtrum, Leontiev sonrio. Viktor bajo ligeramente la mirada, esperando a que Leontiev le dijera algo acerca de su trabajo.
Pero al academico, en cambio, le vinieron a la cabeza sus aventuras en Gaspra; hizo un gesto con la mano y grito:
– Bueno, Viktor Pavlovich, ?que tal si cantaramos un poco?
Entro un joven con el pelo oscuro que llevaba puesto un traje negro, y Shtrum se dio cuenta de que el academico Shishakov se precipitaba a saludarlo.
Al joven tambien se le acerco Suslakov, encargado de asuntos importantes a la par que misteriosos en el presidium de la Academia: se sabia que su ayuda era mas util que la del presidente para poder trasladar a un doctor en ciencias de Alma-Ata a Kazan o para obtener un apartamento. Era un hombre de rostro cansado, de esos que trabajan por la noche, con las mejillas ajadas de color ceniza; pero todo el mundo necesitaba de su apoyo.
Todos se habian acostumbrado a que Suslakov fumara Palmira durante las asambleas, mientras que los academicos fumaban tabaco ordinario, y que al salir de la Academia no fueran las celebridades las que se ofrecieran a llevarle en su automovil sino que fuera el quien, encaminandose a su ZIS, invitara a las celebridades con un «Venga, que le doy un paseo».
Ahora Shtrum, observando la conversacion entre Suslakov y el joven de pelo oscuro, se daba cuenta de que este ultimo no le estaba pidiendo ningun favor: por elegante que sea la manera de pedir siempre se puede adivinar quien esta pidiendo a quien; aun al contrario, el joven parecia estar deseando que la conversacion acabara lo antes posible. El joven saludo a Chepizhin con un respeto reverencial, pero ese respeto estaba tenido de un desprecio imperceptible, y sin embargo, al mismo tiempo, perfectamente palpable.
– A proposito, ?quien es ese joven con aires de gran senor? -pregunto Shtrum.
Postoyev le respondio a media voz:
– Trabaja desde hace poco en la seccion cientifica del Comite Central.
– ?Sabe? -dijo Shtrum-, tengo una sensacion asombrosa. Me parece que nuestra tenacidad en Stalingrado es la misma tenacidad que la de Newton y Einstein, que la victoria en el Volga significa el triunfo de las ideas de Einstein. Bueno, ya entiende lo que quiero decir.
Shishakov solto una risa de perplejidad y nego ligeramente con la cabeza.
– ?Es posible que no me entienda, Aleksei Alekseyevich? -dijo Shtrum.
– Oscuras aguas nebulosas -dijo sonriendo el joven de la seccion cientifica, que aparecio de improviso al lado de Shtrum-. Supongo que la supuesta teoria de la relatividad nos permite establecer un vinculo entre el Volga ruso y Albert Einstein.
– ?Por que supuesta? -pregunto Shtrum asombrado, y arrugo el entrecejo ante la hostilidad maliciosa de la que estaba siendo objeto.
Miro al piramidal Shishakov en busca de apoyo, pero evidentemente el placido desprecio de Shishakov se extendia hasta Einstein.
Shtrum fue presa de una irritacion incontenible un sentimiento danino se apodero de el. Aquello le pasaba a veces: algo le infligia una ofensa lacerante y debia hacer un gran esfuerzo para contenerse. Por la noche, de regreso a casa, se permitia desahogarse verbalmente contra aquellos que le habian ultrajado, con el corazon en un puno. A veces incluso se olvidaba de si mismo y se ponia a gritar, a gesticular, mientras defendia con esos discursos imaginarios su amor propio, ridiculizando a sus enemigos. Liudmila Nikolayevna le decia entonces a Nadia: «Papa esta soltando otra vez un discursito».
En aquel momento se sentia injuriado no solo por Einstein. A su modo de ver, todos sus conocidos deberian estar hablando de su trabajo, el mismo tendria que ser el centro de atencion. Se sentia humillado, mortificado. Comprendia que era ridiculo ponerse asi por semejante cosa, pero igualmente se sentia ofendido. Nadie excepto Chepizhin le habia hablado de su trabajo.
Con voz timida, comenzo a explicar:
– Los fascistas han expulsado al genial Einstein, y su fisica se ha convertido en una fisica de simios. Pero gracias a Dios hemos detenido el avance del fascismo. Y todo esto va a la par: el Volga, Stalingrado, el primer genio de nuestra epoca, Albert Einstein, el pueblo mas remoto, una vieja campesina analfabeta, y la libertad que todos necesitamos… Todo esta conectado. Puede que lo exprese de una manera un tanto confusa, pero es probable que no haya nada mas claro que este enredo…
– Me parece, Viktor Pavlovich, que su panegirico sobre Einstein es una burda exageracion – replico Shishakov.
– Totalmente de acuerdo -intervino alegremente Postoyev-. Una exageracion evidente.
El joven de la seccion cientifica miro a Viktor con tristeza.
– Mire, camarada Shtrum -comenzo, y Shtrum percibio de nuevo malevolencia en su voz-.
En estos dias tan importantes para nuestro pueblo a usted le parece natural unir en su corazon a Einstein y al Volga. Lo que ocurre es que los corazones de sus opositores albergan, en estos dias, sentimientos completamente diferentes. Sobre el corazon no se manda, por tanto no hay nada que discutir. Pero, en cambio, si se puede discutir en cuanto a su valoracion sobre Einstein, porque no me parece adecuado presentar una teoria idealista como la cumbre de los logros cientificos.
– Ya basta -le interrumpio Shtrum, y continuo con un tono de voz arrogante y didactico-: Aleksei Alekseyevich, la fisica contemporanea sin Einstein seria una fisica de simios. No tenemos derecho a bromear con los nombres de Einstein, Galileo o Newton.
Amonesto con el dedo a Aleksei Alekseyevich y vio que Shishakov pestaneaba.
Poco despues, Shtrum, delante de la ventana, unas veces murmurando, otras alzando la voz, contaba a Sokolov aquel inesperado encontronazo.
– Y usted, que estaba tan cerca, ni siquiera se ha enterado -dijo Shtrum.
Y Chepizhin, ni hecho adrede, se habia alejado y tampoco habia oido nada.
Fruncio el ceno y se callo. ?De que manera tan ingenua e infantil habia imaginado su dia de triunfo! Al final no habia sido el quien habia suscitado el alboroto general sino la llegada de un joven burocrata cualquiera.