– Ahora llamo a Liudmila; ella continuara con usted esta conversacion sobre tuberias.

Y enseguida anadio en tono jocoso:

– ?Que pena tan grande que no pueda venir! Habriamos leido el poema de Flaubert Max y Maurice.

Pero ella no respondio a la broma.

– La llamare mas tarde -replico-. Con todo el trabajo que me esta dando una sola habitacion, me imagino lo que sera para Liudmila.

Shtrum comprendio que la habia ofendido con su tono grosero. Y de repente deseo estar en Kazan. ?Que extrano es el ser humano!

Despues Shtrum intento llamar a los Postoyev, pero su telefono parecia estar cortado.

Telefoneo a su colega, el doctor en ciencias Gurevich, pero los vecinos le dijeron que se habia ido con su hermana a Sokolniki.

Llamo a Chepizhin, pero nadie contesto. De repente sono el telefono y una voz de chico pregunto por Nadia, que en ese momento estaba haciendo su enesimo viaje con el cubo de basura.

– ?De parte de quien? -pregunto Shtrum, severo.

– No tiene importancia, un conocido.

– Vitia, ya has hablado demasiado por telefono, ayudame a mover el armario -le llamo Liudmila Nikolayevna.

– ?Con quien quieres que hable? Nadie me necesita en Moscu -dijo Shtrum-. Si al menos me dieras algo que llevarme al estomago… Sokolov se ha llenado la panza y se ha ido a dormir ya.

Daba la impresion de que Liudmila solo habia aportado mas desorden a la casa: habia pilas de ropa por doquier, platos fuera de las estanterias amontonados en el suelo; cacerolas, tinas y sacos impedian el paso por las habitaciones y el pasillo.

Shtrum pensaba que Liudmila tardaria un tiempo en entrar en la habitacion de Tolia, pero estaba equivocado. Con los ojos inquietos y las mejillas sonrosadas, Liudmila le dijo:

– Vitia, Viktor, deja el jarron chino en la habitacion de Tolia, sobre la estanteria. Lo he lavado.

El telefono volvio a sonar. Oyo a Nadia responder:

– ?Hola! No, no habia salido. Mi madre me mando bajar la basura.

Pero Liudmila Nikolayevna le apremiaba:

– Echame una mano, Vitia, no te duermas, hay mucho que hacer.

?Que poderoso instinto anida en el alma femenina!

?Que instinto mas fuerte y sencillo!

Por la noche el caos habia sido vencido, las habitaciones estaban caldeadas y habian comenzado a mostrar el aspecto que tenian antes de la guerra.

Cenaron en la cocina. Liudmila Nikolayevna horneo algunas tortas secas y cocino albondigas de mijo con las gachas preparadas por la tarde.

– ?Quien te ha llamado? -pregunto Shtrum a su hija.

– Bueno, un chico -respondio Nadia, y se echo a reir-.

Hace cuatro dias que me estaba llamando y hoy por fin me ha encontrado.

– ?Le escribias o que? ?Le has avisado de que llegabamos? -pregunto Liudmila Nikolayevna.

Nadia, irritada, arrugo la frente y se encogio de hombros.

– Yo estaria contento incluso si me telefoneara un perro -dijo Shtrum.

Durante la noche Viktor Pavlovich se desperto. Liudmila, en camison, estaba ante la puerta abierta de la habitacion de Tolia y decia:

– Ya ves, Tolenka, he tenido tiempo de arreglar tambien tu habitacion, y al verla, nadie pensaria que ha habido una guerra, mi querido nino…

26

A su regreso de la evacuacion, los cientificos se reunieron en una de las salas de la Academia de las Ciencias. Todos aquellos hombres, viejos y jovenes, palidos, calvos, de ojos grandes o pequenos y penetrantes, de frente alta o baja, al reunirse, percibian una de las formas mas elevadas de poesia que existe, la poesia de la prosa.

Sabanas humedas y paginas enmohecidas de libros abandonados durante demasiado tiempo en habitaciones sin caldear, clases impartidas con el abrigo puesto y el cuello subido, formulas escritas con los dedos rojos y congela, dos, ensalada moscovita hecha a base de patatas viscosas y algunas hojas de col rotas, los empujones por los cupones de comida, el pensamiento tedioso de las listas en las que habia que inscribirse para obtener pescado salado una racion suplementaria de aceite… Todo aquello de repente perdio importancia. Los conocidos, al encontrarse se profesaban ruidosas muestras de afecto.

Shtrum vio a Chepizhin en compania del academico Shishakov.

– ?Dmitri Petrovichi ?Dmitri Petrovich! -repitio Shtrum, mirando aquella cara que le era tan querida.

Chepizhin lo abrazo.

– ?Le escriben sus chicos desde el frente? -pregunto Shtrum.

– Si, si, estan bien.

Y por la manera en que Chepizhin fruncio el ceno, sin sonreir, Shtrum entendio que estaba al corriente de la muerte de Tolia.

– Viktor Pavlovich -dijo-. Transmita a su mujer mis mas profundos respetos. Los mios y los de Nadiezhda Fiodorovna.

Y enseguida anadio:

– He leido su trabajo, es muy interesante, es un trabajo importante, mucho mas de lo que pueda parecer a primera vista. ?Comprende?, mas interesante de lo que actualmente podamos imaginarnos.

Y beso a Shtrum en la frente.

– Pero que dice; tonterias, tonterias -rebatio Shtrum, sintiendose confuso y feliz al mismo tiempo.

Mientras se dirigia a la reunion, le asaltaban los pensamientos mas variados: ?quien habria leido su trabajo? ?Que habrian dicho de el? ?Y si nadie lo habia leido?

Anora, tras las palabras de Chepizhin, le invadio la certeza de que solo se hablaria de el y de su descubrimiento.

Shishakov estaba alli al lado, y Shtrum tenia ganas de contarle a su amigo infinidad de cosas que no pueden decirse en presencia de un extrano, especialmente en presencia de Shishakov.

Cuando Shtrum miraba a Shishakov, a menudo le venia a la cabeza la graciosa definicion de Gleb Uspenski: «Un bufalo piramidal».

La cara cuadrada y carnosa de Shishakov, su boca arrogante e igualmente carnosa, sus dedos rechonchos con las unas pulidas, sus cabellos de erizo color gris plata, sus trajes siempre bien cortados: todo aquello apabullaba a Shtrum. Cada vez que se encontraba con el se descubria pensando: «?Me reconocera?», «?Me saludara?». Y furioso consigo mismo, se alegraba cuando Shishakov pronunciaba despacio, con sus labios carnosos, palabras que tenian algo bovino, pulposo.

– ?Un toro altivo! -habia dicho Shtrum a Sokolov una vez, refiriendose a Shishakov-. Me hace sentir tan intimidado como un judio de shtetl en presencia de un coronel de caballeria.

– Y pensar -proseguia Sokolov- que es conocido en todas partes por no haber reconocido un positron en una fotografia.

?Todos los estudiantes de doctorado estan al corriente del error del academico Shishakov!

Sokolov muy raramente hablaba mal de la gente, en parte por prudencia, en parte por un sentido religioso que le prohibia juzgar al projimo. Pero Shishakov le causaba a Sokolov una irritacion irrefrenable, y Piotr Lavrentievich a menudo lo criticaba, se mofaba de el. No podia contenerse.

Se pusieron a hablar de la guerra.

– El avance aleman ha sido frenado en el Volga -dijo Chepizhin-. Ahi esta la fuerza del Volga. ?Agua viva, una fuerza viva!

– Stalingrado, Stalingrado -dijo Shishakov-, El triunfo de nuestra estrategia y la determinacion de nuestro pueblo.

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