Shtrum dijo a Liudmila:
– Es como si empujaran a un nino desde un tranvia. Y a eso le llaman defendernos de los Arakcheyev. ?Que importancia tiene para la fisica si Chepizhin es marxista, budista o lamaista? Chepizhin ha fundado una escuela. Chepizhin es amigo de Rutherford. Cualquier barrendero conoce las ecuaciones de Chepizhin.
– En eso de los barrenderos, papa, creo que exageras un poco -dijo Nadia.
– Vigila bien lo que dices por ahi -le espeto Shtrum-. Mira que no te buscas solo tu ruina, sino la de todos.
– Lo se. Estas conversaciones solo se tienen de puertas para adentro.
– Ay, querida Nadia -dijo Shtrum docilmente-, ?que puedo hacer para que el Comite Central revoque su decision? ?Darme con la cabeza contra la pared? En el fondo ha sido el propio Dmitri Petrovich el que ha dicho que queria renunciar. Aunque, como se suele decir, lo ha hecho «contra la voluntad del pueblo».
Liudmila Nikolayevna reprocho a su marido:
– No debes sulfurarte. Ademas, tu siempre andabas discutiendo con Dmitri Petrovich.
– Si no se discute, no hay verdadera amistad.
– Ese es el problema -dijo Liudmila Nikolayevna-. Con esa lengua tuya tan larga acabaran destituyendote a ti tambien de la direccion del laboratorio.
– Eso no me preocupa -respondio Shtrum-. Nadia tiene razon, todas mis conversaciones son de uso interno, papel mojado. Tendrias que llamar a la mujer de Chetverikov, ?ir a visitarla!
Despues de todo os conoceis.
– Eso sencillamente queda fuera de lugar -replico Liudmila Nikayevna-. En cualquier caso, tampoco la conozco tanto. ?En qua puedo ayudarla? ?Por que deberia ella tener ganas de verme? ?Cuando has llamado tu a alguien en una situacion parecida?
– A mi modo de ver, hay que hacerlo -intervino Nadia.
Shtrum fruncio el ceno.
– Las llamadas telefonicas, en realidad, son tres cuartos de lo mismo.
Era con Sokolov, no con Liudmila y su hija, con quien tenia ganas de hablar de la marcha de Chepizhin. Pero se obligo a no telefonear a Piotr Lavrentievich. No era una conversacion que pudieran mantener por telefono.
Sin embargo, era extrano. ?Por que Shishakov? Estaba claro que la ultima obra de Shtrum constituia un acontecimiento para la ciencia. Chepizhin habia manifestado en el Consejo Cientifico que se trataba del acontecimiento mas significativo de la ultima decada en el campo de la fisica teorica sovietica. Pero habian puesto a Shishakov como jefe del instituto. ?Era una broma? Un hombre que habia observado cientos de fotografias con las trayectorias de los electrones desviandose a la izquierda, y que luego habia visto fotografias con las mismas trayectorias desviandose a la derecha… (?Es como si se le hubiera servido en bandeja de plata la oportunidad de descubrir el positron! ?Hasta el joven Savostianov lo habria comprendido! Pero Shishakov habia adelantado los labios como un pez y apartado las fotografias a un lado como defectuosas. «-?Eh! -exclamo Selifan-. Es a la derecha. No sabes donde tienes la derecha y donde la izquierda [88].»
Pero lo mas sorprendente es que nadie se asombraba por este tipo de cosas. En cierto modo estas situaciones se habian vuelto naturales. Y todos los amigos de Viktor Pavlovich, tambien su mujer e incluso el mismo, consideraban legitimo ese estado de cosas. Shtrum no convenia como director; y Shishakov, si.
?Como habia dicho Postoyev? Ah, si: «Lo principal es que somos rusos».
Pero ser mas ruso que Chepizhin parecia muy dificil. Por la manana, mientras se dirigia al instituto, Shtrum se imaginaba que todos los colaboradores, desde los doctores hasta los ayudantes de laboratorio, solo hablarian de Chepizhin.
Frente a la entrada principal habia estacionada una limusina ZIS; el chofer, un hombre entrado en anos y con gafas, leia el periodico.
El viejo vigilante con el que Shtrum bebia te en verano en el laboratorio le abordo en las escaleras,
– Ha llegado el nuevo director -le anuncio, y con aire compungido anadio-; ?Que sera de nuestro Dmitri Petrovichi?
Los ayudantes de laboratorio discutian sobre la instalacion del equipamiento que habia llegado el dia antes de Kazan. Pilas enormes de cajas obstaculizaban el paso en la sala de laboratorio. Al viejo instrumental se habia sumado el nuevo fabricado en los Urales. Nozdrin, con un semblante que Shtrum estimo arrogante, estaba de pie al lado de una caja de madera.
Perepelitsin saltaba a la pata coja alrededor de la caja, con una muleta bajo el brazo.
Anna Stepanovna, senalando las cajas, exclamo:
– ?Ha visto esto, Viktor Pavlovich?
– Hasta un ciego lo veria -respondio Perepelitsin.
Pero Anna Stepanovna no se referia a las cajas.
– Ya lo creo que lo veo -dijo Shtrum.
– Dentro de una hora llegaran los obreros -comunico Nozdrin-. El profesor Markov y yo lo hemos arreglado todo.
Pronuncio aquellas palabras con la voz serena y lenta de un hombre que sabe quien es el jefe. Habia llegado su hora de gloria.
Shtrum entro en su despacho. Markov y Savostianov estaban sentados en el sofa, Sokolov permanecia de pie al lado de la ventana y Svechin, el responsable del laboratorio de magnetismo vecino, se habia acomodado sobre el escritorio y fumaba un pitillo de fabricacion casera.
Cuando Shtrum aparecio por la puerta, Svechin se levanto y le cedio el sillon:
– Este es el sitio del jefe.
– No, no, no pasa nada, sientese -dijo Shtrum-. ?Cual es el tema de esta conversacion en las altas esferas?
– Hablabamos del racionamiento -respondio Markov-. Por lo visto los academicos tendran derecho a mil quinientos rublos al mes, mientras que los simples mortales, como los artistas del pueblo o los grandes poetas del tipo Lebedev-Kumach, deberan conformarse con quinientos.
– Comenzamos a instalar el material -le interrumpio Shtrum-, y Dmitri Petrovich no esta ya en el instituto. Como se suele decir, la casa se quema, pero el reloj sigue funcionando.
Pero los alli presentes no mostraron ningun interes el tema de conversacion propuesto por Shtrum.
– Ayer vino a verme mi primo. Salia del hospital y volvia a partir para el frente -dijo Savostianov- Habia que celebrarlo, asi que compre medio litro de vodka a la vecina por trescientos cincuenta rublos.
– ?Increible! -exclamo Svechin.
– Hacer ciencia no es como fabricar pastillas de jabon -dijo Savostianov alegremente, pero por las caras de sus interlocutores comprendio que su chiste estaba fuera de lugar.
– El nuevo jefe ya ha llegado -dijo Shtrum. -Un hombre de gran energia -elogio Svechin.
– Con Aleksei Alekseyevtch todo ira a pedir de boca -anadio Markov-. Ha tomado el te en casa del camarada Zhdanov.
Markov era un tipo sorprendente; parecia que apenas tuviera conocidos, pero siempre estaba al tanto de todo: que en el laboratorio de al lado Gabrichevskaya, la candidata a la Academia de las Ciencias, se habia quedado embarazada; que al marido de la mujer de la limpieza, Lida, de nuevo lo habian hospitalizado; y que a Smorodintsev no le habian concedido el titulo de doctor.
– Esta bien -dijo Savostianov-. Todos conocemos el famoso error de Shishakov. Pero, en general, no es mal tipo. Por cierto, ?sabe cual es la diferencia entre un buen tipo y uno malo? Que el buen tipo hace canalladas de mala gana. -Tanto si hubo error como si no -replico el director del laboratorio de magnetismo-, no le nombran a uno academico asi como asi.
Svechin era miembro del buro del Partido del instituto. Se habia inscrito en otono de 1941 y, como muchos otros que practicamente acababan de integrarse en la vida del Partido, con respecto a las misiones politicas se comportaba con veneracion religiosa.
– Viktor Pavlovich -dijo-, tengo un encargo para usted: el buro del Partido le pide que intervenga en la asamblea que se celebrara sobre el nuevo programa.
– ?Se refiere a criticar a la vieja direccion, el trabajo de Chepizhin? -pregunto Shtrum, irritado porque la conversacion tomaba unos derroteros diferentes a los que hubiera querido-. No se si soy un buen o un mal tipo, pero las canalladas las hago de mala gana.
Y volviendose a los colegas del laboratorio, pregunto: