– Ustedes, por ejemplo, camaradas, ?estan de acuerdo con la partida de Chepizhin?

Estaba convencido de antemano de que contaria con el apoyo de todos ellos y, cuando Savostianov se encogio de hombros en senal de indiferencia, se quedo contrariado.

– Cuando uno es viejo, ya no es bueno para nada.

Svechin se limito a anadir:

– Chepizhin declaro que no iba a emprender nuevos proyectos. ?Que iban a hacer? Y despues fue el quien se nego cuando todo el mundo le pedia que se quedara.

– ?Asi que al final han desenmascarado a un Arakcheyev? -pregunto Shtrum.

– Viktor Pavlovich -dijo Markov, bajando la voz-, tengo entendido que una vez Rutherford juro que nunca trabajaria en investigaciones sobre neutrones ante el temor de que aquello condujera al desarrollo de una enorme fuerza explosiva. Noble argumento, no lo niego, pero de una pulcritud exagerada y absurda. Por lo que cuentan, Dmitri Petrovich habia pronunciado discursos del mismo estilo mojigato.

«Dios mio -penso Shtrum-. ?Como diantres saben todo eso?»

– Piotr Lavrentievich, parece que usted y yo estamos en minoria -dijo Shtrum, buscando apoyo. Sokolov nego con la cabeza.

– Viktor Pavlovich, me parece que no es momento para individualismos, y la insubordinacion es inaceptable. Estamos en guerra. Chepizhin se equivoco al pensar solo en el y en sus intereses personales, cuando fue citado por sus superiores.

Sokolov se enfurruno, y todo lo que habia de feo en su cara se acentuo aun mas.

– Ah, claro, ?quien eres tu, Brutus? -bromeo Shtrum para camuflar su confusion.

Pero lo mas desconcertante es que Shtrum no se sintio solo confuso, sino tambien contento en cierto sentido: «Desde luego, ya me lo esperaba». Pero ?por que «desde luego»? A decir verdad, el no se imaginaba que Sokolov pudiera responder de aquella manera. Y aun cuando se lo imaginara, ?de que se alegraba?

– Debe usted intervenir -dijo Svechin-. No es en absoluto necesario que critique a Chepizhin, pero que menos que pronunciar algunas palabras sobre las perspectivas de su trabajo en vista de las nuevas resoluciones del Comite Central.

Antes de la guerra Shtrum habia coincidido varias veces con Svechin en los conciertos sinfonicos del conservatorio. Se decia que cuando era joven y estudiaba en la Facultad de Fisica, Svechin escribia versos incomprensibles y llevaba un crisantemo en el ojal. Ahora hablaba de las decisiones del buro del Partido como si formulara verdades absolutas.

A veces Shtrum tenia ganas de guinarle un ojo, empujarle con un dedo en el costado y decirle: «En, viejo hablemos lisa y llanamente». Pero sabia que Svechin ahora ya no hablaba lisa y llanamente.

Y, aunque asombrado por las palabras de Sokolov, Shtrum si que hablo sin rodeos:

– El arresto de Cherverikov -pregunto-, ?esta tambien relacionado con los nuevos proyectos? ?Es ese el motivo de que hayan metido a Vavilov en la carcel? ?Y si me permitiera afirmar que considero a Dmitri Petrovich una autoridad mayor en el campo de la fisica que el camarada Zhdanov, o incluso…?

Vio los ojos que ponian todos mientras le miraban fijamente esperando a que pronunciara el nombre de Stalin.

Hizo un gesto de desden y se contuvo:

– Bueno, ya basta, vayamos al laboratorio. Las cajas con el nuevo material procedente de los Urales ya estaban abiertas y la pieza fundamental de la instalacion, que pesaba tres cuartos de tonelada, habia sido cuidadosamente liberada del serrin, del papel y de las toscas planchas de madera que la protegian. Shtrum paso la palma de la mano sobre la superficie pulida de metal.

Un torrente de particulas fluiria a chorros de aquel vientre de metal, como el Volga brota de la pequena cavidad del lago Seliguer.

En aquel instante habia algo bueno en los ojos de todos. Si, era bueno saber que en el mundo existia una maquina tan maravillosa. ?Que mas se podia pedir?

Cuando hubo acabado la jornada laboral, Shtrum y Sokolov se quedaron solos en el laboratorio.

– Viktor Pavlovich, ?por que se pone gallito? Le falta humildad. Le explique a Masha su proeza en la Academia, cuando en solo media hora se las apano para estropear las relaciones con el nuevo director y el jovenzuelo de la seccion cientifica. Masha se llevo un disgusto enorme, tanto que no ha podido dormir en toda la noche. Sabe en que tiempos vivimos. Manana instalaremos la nueva maquina. He visto la cara que ponia mientras la miraba. ?Que quiere, sacrificarlo todo por una frase hueca?

– Espere, espere -dijo Shtrum-. Dejeme respirar.

– Ay, Senor -le corto Sokolov-. Nadie va a interferir en su trabajo. Respire tanto como le plazca.

– Escuche, amigo mio -dijo Shtrum, sonriendo con acritud-. Usted tiene buenas intenciones hacia mi y se lo agradezco de todo corazon. Permitame que le sea igual de sincero. ?Por que, por el amor de Dios, hablo asi de Dmitri Petrovich delante de Svechin? Me duele especialmente despues de la libertad de pensamiento de la que disfrutamos en Kazan. Por lo que a mi respecta, me temo que no soy tan temerario como usted me pinta. No soy Danton, como soliamos decir en mis tiempos de estudiante.

– Menos mal que no es usted Danton. Francamente, siempre he considerado que los oradores politicos son personas incapaces de expresarse de forma creativa. En cambio, nosotros si que podemos.

– ?Anda! ?Esa si que es buena! -dijo Shtrum-. ?Y que hay de ese francesito llamado Galois? ?Y que me dice de Nikolai Kibalchich?

Sokolov aparto la silla y dijo:

– Kibalchich, como usted bien sabe, acabo en el patibulo. Yo estoy hablando de toda esa palabreria hueca. Como la que soltaba en sus charlas con Madiarov.

– ?Me esta llamando charlatan?

Sokolov se encogio de hombros y no contesto.

Se hubiera podido esperar que aquella discusion pronto quedaria olvidada como muchas otras antes. Pero por alguna razon aquel insignificante arrebato no paso sin dejar huella, no cayo en el olvido. Cuando las vidas de dos hombres estan en armonia, estos pueden discutir, mostrarse injustos el uno con el otro, y sin embargo, las ofensas mutuas se desvanecen sin dejar secuelas. Pero si en su interior anidan desavenencias profundas, aunque todavia no tengan conciencia de ellas, cualquier palabra fortuita, el mas leve descuido puede transformarse en un punal letal para su amistad.

Y a menudo las discrepancias se alojan tan profundamente que nunca salen a la luz, a veces ni siquiera se toma conciencia de ellas. Una rina violenta por una naderia donde se deja caer una mala palabra asesta el golpe fatidico que acaba destruyendo una amistad de largos anos.

No, Ivan Ivanovich e Ivan Nikiforovich no se pelearon por un ganso [89].

28

Del nuevo subdirector del instituto, Kasian Terentievich Kovchenko, se decia que era «uno de los hombres de Shishakov». Afable, intercalaba en sus discursos muchas palabras ucranianas y se las habia ingeniado con una rapidez extraordinaria para obtener un apartamento y un coche.

Markov, que conocia un arsenal de historias sobre los academicos y lo mas florido de la Academia, contaba que Kovchenko habia recibido el premio Stalin por una obra que este solo habia leido de cabo a rabo una vez ya publicada: su participacion en el trabajo habia consistido en proporcionar materiales de dificil acceso y en agilizar los tramites burocraticos ante diversas instancias.

Shishakov habia encomendado a Kovchenko que organizara un concurso para cubrir las plazas que habian quedado vacantes. Se anuncio la contratacion de jefes de investigacion. Tambien estaban vacantes las plazas de jefes de los laboratorios de vacio y de bajas temperaturas.

El Departamento de Guerra proporciono materiales y obreros, se reformaron los talleres de mecanica, se restauro el edificio del instituto, la central electrica abastecia de energia sin restricciones y fabricas especiales reservaron para el instituto materiales que escaseaban. Todo esto tambien fue dispuesto por Kovchenko.

Cuando un nuevo director asume el cargo, se suele decir de el con respeto: «Llega al trabajo primero que todos

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