Al dia siguiente, por la manana temprano Liss llego a las fabricas Foss. Despues de desayunar, estuvo conversando en el despacho de Foss con el proyectista Praschke; luego hablo con los ingenieros encargados de la produccion y, en la oficina, el director comercial le informo del presupuesto de la maquinaria. Paso varias horas en los talleres, deambulando entre el estruendo del metal, y al final del dia estaba exhausto.
La fabrica Foss servia gran parte de los pedidos de la Direccion de Seguridad y Liss quedo satisfecho del trabajo que estaban llevando a cabo: los dirigentes de la empresa se tomaban muy en serio su cometido y respetaban escrupulosamente las especificaciones tecnicas. Los ingenieros mecanicos habian perfeccionado incluso la construccion de las cintas transportadoras, y los tecnicos termales habian desarrollado un sistema mas economico para calentar los hornos.
Despues de aquel largo dia en la fabrica, la velada pasada en casa de los Foss fue particularmente agradable.
La visita a la fabrica quimica, en cambio, supuso una decepcion: la produccion apenas habia alcanzado el cuarenta por ciento de lo previsto.
A Liss le habian irritado las innumerables quejas que habia recibido por parte del personal. La produccion de esas sustancias quimicas era compleja y problematica. El sistema de ventilacion habia sufrido danos durante un ataque aereo y se habia producido una intoxicacion masiva entre los trabajadores. El kieselgur, tierra caliza porosa con que se impregnaba la produccion estabilizada, no llegaba con regularidad; los envases hermeticos sufrian retrasos en el transporte ferroviario…
Sin embargo la direccion de la empresa quimica parecia plenamente consciente de la importancia del pedido de la Direccion de Seguridad. El jefe quimico, el doctor Kirchgarten, aseguro a Liss que el encargo se cumpliria dentro del plazo. Incluso habian tomado la decision de retrasar la ejecucion de los pedidos del Ministerio de Municiones, un hecho sin precedentes desde septiembre de 1939.
Liss rechazo una invitacion para presenciar los experimentos que se realizaban en el laboratorio, pero reviso las paginas de registros firmadas por los fisiologos, los quimicos y los bioquimicos.
Aquel mismo dia tambien se encontro con los jovenes investigadores que efectuaban los experimentos: dos mujeres (una fisiologa y una bioquimica), un especialista en patologia anatomica, un quimico especializado en componentes organicos con un bajo punto de ebullicion y el toxicologo responsable del grupo, el profesor Fischer. Todos los presentes en aquella reunion causaron una excelente impresion en Liss.
Y aunque estaban interesados en que el metodo que habian elaborado contara con su aprobacion, no ocultaron a Liss sus puntos debiles e incluso le confiaron todas sus dudas.
Al tercer dia Liss tomo un avion, acompanado de los ingenieros de la empresa de montaje Oberstein, para dirigirse a la obra. Se sentia bien; aquel viaje le divertia. Por delante tenia la parte mas agradable de su mision: ir a Berlin. Despues de haber inspeccionado la obra viajaria alli junto con los responsables tecnicos para presentar un informe a la RSHA.
El tiempo era pesimo, caia una fria lluvia de noviembre. El avion realizo un aterrizaje dificil en el aerodromo central del campo. Mientras volaban a poca altura las alas habian comenzado a congelarse, y sobre el suelo se extendia la niebla.
Al amanecer nevaba y por todos lados se veian terrones de arcilla gris, cubiertos de nieve resbaladiza que la lluvia no habia logrado derretir. Las alas de los sombreros de fieltro de los ingenieros se doblaban, empapadas de una lluvia pesada como el plomo.
Habian tendido una via ferrea que conducia hasta el lugar de la obra y conectaba directamente con la via principal. Cerca de la via ferrea se encontraban los almacenes y por alli empezaron la inspeccion. En el primer cobertizo se realizaba la seleccion del cargamento: estaba lleno de piezas sueltas de varios mecanismos, canalones, cintas transportadoras aun sin montar, tubos de diferentes diametros, sopladores y ventiladores, trituradoras de huesos, medidores de gas y electricidad todavia pendientes de ser montados en paneles de control, bobinas de cable, cemento, vagonetas de volqueo automatico, montanas de railes, mobiliario de oficina.
En un local aparte, custodiado por suboficiales de las SS y dotado con una gran cantidad de dispositivos de extraccion de aire y ventilacion que producian un ruido sordo, estaba situado el almacen donde se iba colocando la mercancia que llegaba de la fabrica quimica: bombonas con valvulas cojas y latas de quince kilos con etiquetas rojas y azules que a lo lejos parecian tarros de mermelada bulgara.
Al salir de aquel lugar medio enterrado en el suelo, Liss y sus companeros se encontraron con el profesor Stahlgang, el proyectista principal del complejo, que acababa de llegar en tren desde Berlin, y el ingeniero en jefe de la obra Von Reineke, un hombre enorme vestido con una chaqueta de piel amarilla.
Stahlgang respiraba con dificultad; el aire humedo le habia provocado un ataque de asma. Los ingenieros que le rodeaban comenzaron a reprocharle que no se cuidara lo suficiente: todos sabian que el catalogo de obras de Stahlgang formaba parte de la biblioteca personal de Hitler.
El lugar de la obra no se diferenciaba en nada de cualquier otra construccion gigantesca de mediados del siglo XX.
En torno a las excavaciones se oian los silbidos de los centinelas, el rugido de las perforadoras, el movimiento de las gruas y los graznidos de las locomotoras.
Liss y su sequito se aproximaron a un edificio rectangular, gris y sin ventanas. El complejo de aquellos edificios industriales, los hornos de ladrillo rojo, las chimeneas de boca ancha, las salas de control, las torres de observacion con campanas de cristal: todo tendia hacia aquel edificio gris, ciego y sin rostro.
Los peones estaban acabando de asfaltar los caminos y de debajo de las apisonadoras se levantaba un humo gris, ardiente, que se mezclaba con la niebla gris y fria.
Von Reineke informo a Liss de que las pruebas de evaluacion de la hermeticidad de la obra n? 1 no habian sido satisfactorias. Stahlgang, con voz ronca y exaltada, olvidandose de su asma, expuso a Liss la idea arquitectonica del nuevo proyecto.
En contraste con su aparente simplicidad y sus reducidas dimensiones, la turbina hidraulica tradicional es el punto de concentracion de enormes masas, fuerzas y velocidades. En sus espiras, el poder geologico del agua se transforma en trabajo.
La obra n? 1 estaba construida segun el principio de la turbina. Era capaz de transformar la vida y todas las formas de energia relacionadas con ella en materia inorganica. La nueva turbina tenia que vencer la fuerza fisica, nerviosa, respiratoria, cardiaca, muscular y circulatoria. Aquel edificio reunia los principios de la turbina, del matadero y de la incineracion. Lo mas dificil habia sido encontrar la manera de integrar todos aquellos factores en una sencilla solucion arquitectonica.
– Como usted bien sabe -dijo Stahlgang-, nuestro amado Hitler nunca se olvida del aspecto arquitectonico cuando inspecciona los complejos industriales mas banales.
Bajo la voz para que solo Liss pudiera oirle.
– Seguramente estara al corriente de que los excesos misticos en la estructura arquitectonica de los campos cercanos a Varsovia han acarreado no pocos disgustos al Reichsfuhrer. Todo eso debe ser tenido en cuenta.
En el interior, el aspecto de la camara de hormigon se correspondia totalmente con la epoca de la industria de masas y de la velocidad.
Una vez que la vida, como si fuera agua, fluia por los canales aductores, ya no podia detenerse ni refluir; la velocidad de su flujo a lo largo del pasillo de hormigon estaba determinada por formulas analogas a la de Stokes referente al movimiento de un liquido en un tubo, que depende de su densidad, peso especifico, viscosidad, friccion y temperatura. Las lamparas electricas, protegidas por cristales gruesos y casi opacos, estaban encajadas en el techo.
Cuanto mas se adentraba uno en el interior de la construccion, mas brillante se volvia la luz, y a la entrada de la camara, cerrada por una puerta de acero pulida, la luz era fria y cegadora.
En torno a la puerta flotaba aquella excitacion particular que siempre se apodera de los constructores y montadores antes de la puesta en marcha de una nueva maquinaria. Algunos peones limpiaban el suelo con mangueras. Un anciano quimico enfundado en una bata blanca efectuaba las mediciones de presion delante de la puerta. Von Reineke le ordeno que abriera la puerta de la camara. Cuando entraron en la espaciosa sala con el techo bajo de hormigon, varios ingenieros se quitaron el sombrero. El suelo de la camara estaba compuesto por pesadas losas corredizas sujetas firmemente entre si por bastidores metalicos. Al accionar el mecanismo desde la sala de control las losas que formaban el suelo se ponian en posicion vertical y el contenido de la camara desaparecia en los locales subterraneos. Alli la materia organica era manipulada por equipos de odontologos que extraian los metales preciosos de las protesis. A continuacion, se ponia en marcha la cinta transportadora que