conducia la materia organica, privada ya de pensamiento y sensibilidad, a los hornos crematorios, donde sufria el ultimo proceso de destruccion bajo la accion de la energia termica para transformarse en abono fosforico, en cal y cenizas, en amoniaco, en gas carbonico y sulfuroso.

Un oficial de enlace se acerco a Liss y le alargo un telegrama. Todos vieron que, al leerlo, la cara del Obersturmbannfuhrer se ensombrecia. El telegrama le comunicaba que el Obersturmbannfuhrer Eichmann viajaba en coche por la autopista de Munich para entrevistarse con el aquella misma noche en la obra.

El viaje de Liss a Berlin se habia ido al traste. ?Y el que contaba con pasar la noche siguiente en su casa de campo, donde vivia su mujer enferma que tanto le echaba de menos! Antes de irse a dormir se habria sentado una o dos horas en su sillon, en el calor y la comodidad del hogar, con sus suaves zapatillas en los pies, olvidandose de aquella epoca funesta ?Que agradable era escuchar de noche, en la cama de su casa de campo, el rumor lejano de los canones antiaereos de Berlin!

Ya se veia la noche siguiente en Berlin, despues de haber presentado su informe en la Prinz Albertstrasse y antes de partir de nuevo para el campo, en la hora de tregua, cuando no suele haber ni alarmas ni ataques aereos… Habria visitado a la joven investigadora del Instituto de Filosofia; solo ella sabia que dura era su vida, que inquietud turbaba su alma. En el fondo de su cartera, preparadas para ese encuentro, llevaba una botella de conac y una caja de bombones. Ahora sus planes se habian ido al traste.

Los ingenieros, los quimicos y los arquitectos le miraban preguntandose cuales eran las preocupaciones que hacian fruncir el ceno al inspector de la Direccion General de Seguridad. ?Quien podia saberlo?

En algunos momentos tenian la impresion de que la camara no se subordinaba a sus creadores, que habia cobrado vida propia, una vida de hormigon, que sentia apetito y estaba a punto de segregar toxinas, masticar con su mandibula de acero e iniciar el proceso de digestion. Stahlgang guino un ojo a Von Reineke y le susurro:

– Por lo visto Liss acaba de enterarse de que el Obersturmbannfuhrer escuchara aqui su informe. Yo lo se desde esta manana. Se han frustrado sus perspectivas de descanso en familia y, seguramente, la cita con una amable senorita.

30

Liss se encontro con Eichmann aquella noche.

Eichmann tenia unos treinta y cinco anos. Sus guantes, su gorra y sus botas, encarnaciones materiales de la poesia, de la arrogancia y la superioridad del ejercito aleman, se parecian a los que llevaba el Reichsfuhrer Himmler.

Liss conocia a la familia de Eichmann desde antes de la guerra; ambos eran de la misma ciudad. Cuando Liss estudiaba en la Universidad de Berlin, al tiempo que trabajaba primero en un periodico y luego en una revista de filosofia, realizaba visitas esporadicas a su ciudad natal, donde se enteraba de la suerte que habian corrido sus companeros de instituto. Algunos habian sido empujados por la ola del exito hacia la cumbre de la sociedad; luego la ola retrocedia y la fortuna y la fama sonreian a otros. Pero el joven Eichmann seguia llevando la misma vida, monotona y uniforme.

Las piezas de artilleria en las inmediaciones de Verdun, la aparente victoria inminente, la derrota final y la inflacion resultante, las contiendas politicas en el Reichstag, el torbellino de los movimientos izquierdistas y ultraizquierdistas en la pintura, el teatro, la musica, las nuevas modas y el desmoronamiento de las nuevas modas… Nada de eso habia cambiado la uniforme existencia de Eichmann.

Trabajo como agente en una empresa de provincias. Con la familia, y en las relaciones sociales se comportaba con moderada brutalidad y cautela. En todas las calles de la vida se cruzaba con una muchedumbre ruidosa, gesticulante, hostil. Adondequiera que fuera se veia rechazado por personas energicas y perspicaces, de ojos brillantes y oscuros, habiles y experimentadas, que le dirigian miradas condescendientes…

En Berlin, despues de terminar sus estudios en el instituto, no logro encontrar trabajo. Los directores de oficina y los propietarios de las empresas de la capital le decian que, por desgracia, no habia puestos vacantes, pero Eichmann no tardaba en enterarse por otras vias de que el puesto al que aspiraba se lo habian dado a cualquier depravado de nacionalidad indefinida, polaca o italiana. Intento matricularse en la universidad, pero la injusticia alli reinante se lo impidio. Se percato de que los examinadores perdian el interes en el momento en que posaban la mirada en su cara redonda de ojos claros, sus rubios cabellos de erizo, su nariz corta y recta. Le parecia, en cambio, que sentian predileccion por aquellos de cara alargada, ojos oscuros, espalda curvada y estrecha; en definitiva, por los degenerados. No era el unico, sin embargo, al que habian enviado de vuelta a la provincia. Era el destino de muchos. La raza de hombres que reinaba en Berlin procedia de todos los extractos sociales, pero sobre todo proliferaba en la clase intelectual, cosmopolita, despojada de rasgos nacionales e incapaz de distinguir entre un aleman y un italiano, un aleman o un polaco.

Se trataba de una raza particular, extrana, que aplastaba con indiferencia burlona a todos aquellos que intentaban rivalizar con ella en el plano cultural e intelectual. Era tremenda la sensacion de potencia intelectual viva, superior, no agresiva que esta irradiaba; aquella potencia se manifestaba en sus gustos exoticos de esa gente, en su modo de vida donde la observancia de la moda se mezclaba con la negligencia e indiferencia hacia ella, en su amor hacia los animales asociado a un estilo de vida completamente urbano, en el talento para la especulacion abstracta unido a la pasion por todo lo burdo en la vida y el arte…Estas mismas personas eran las responsables de los avances que se producian en Alemania en el ambito de la quimica de los colorantes, la sintesis del nitrogeno, la investigacion de los rayos gamma, la produccion de acero de alta calidad. Solo para verlos a ellos llegaban a Alemania desde el extranjero cientificos, pintores, filosofos e ingenieros. Pero precisamente aquella gente era la que menos se parecia a los alemanes; habian viajado por todo el mundo, sus amistades no eran alemanas, sus origenes alemanes eran inciertos.

?Que oportunidad se le presentaba en tales condiciones al empleado de una empresa de provincias que intentaba labrarse una vida mejor? Se podia considerar afortunado por no pasar hambre.

Y helo aqui ahora, saliendo de su despacho despues de haber guardado en la caja fuerte los documentos cuyo contenido solo conocen tres personas en el mundo: Hirler, Himmler y Kaltenbrunner. Un gran coche negro le aguarda en la puerta. Los centinelas le saludan, el ayudante le abre con brio la portezuela: el Obersturmbannfuhrer Eichmann parte. El chofer pisa el acelerador y la potente limusina de la Gestapo, saludada con respeto por la policia que se apresura a poner el disco del semaforo en verde, atraviesa las calles de Berlin y toma la autopista. Lluvia, niebla, senales de trafico, curvas suaves en la autopista…

Smolevichi esta lleno de casas apacibles con jardin, y la hierba crece en las aceras. En las calles de los modestos barrios de Berdichev corretean entre el polvo gallinas sucias con sus patas color azufre marcadas con tinta roja y lila. En Kiev, en el barrio de Podol y la avenida Vasilkovskaya, hay edificios altos con las ventanas sucias y escaleras cuyos peldanos han sido desgastados por millones de botas de ninos y chancletas de ancianos.

En los patios de Odessa se alzan platanos con los troncos desconchados; se secan camisas y calzoncillos, sabanas de colores; peroles de mermelada de frutos del bosque humean en los braseros; recien nacidos de piel oscura que todavia no han visto el sol lloran en sus cunas.

En Varsovia, en un edificio de seis pisos delgado y de espaldas estrechas, viven costureras, encuadernadores, preceptores, cantantes de cabare, estudiantes, relojeros.

En Stalindorf, por la noche se enciende el fuego en las isbas, el viento que sopla de Perekop huele a sal y a polvo caliente, las vacas sacuden sus pesadas cabezas y mugen…

En Budapest, en Fastov, en Viena, en Melitopol, en Amsterdam, en palacetes de relucientes ventanas acristaladas, en casuchas envueltas en el humo de las fabricas vivian personas que pertenecian a la nacion judia.

Las alambradas del campo, los muros de las camaras de gas, la arcilla de un foso antitanque unian ahora a millones de personas de edades, profesiones y lenguas diferentes, con intereses materiales y espirituales dispares, creyentes fanaticos y fanaticos ateos, trabajadores, parasitos, medicos y comerciantes, sabios e idiotas, ladrones, idealistas, contempladores, buenos, santos y crapulas. Todos estaban destinados al exterminio.

La limusina de la Gestapo engullia kilometros y giraba por las auopistas otonales.

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