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Eichmann entro en la oficina para su encuentro nocturno con Liss y comenzo a bombardearle a preguntas antes incluso de sentarse en el sillon.
– Tengo poco tiempo. Manana como muy tarde debo estar en Varsovia.
Ya habia visto al comandante del campo y habia hablado con el jefe de obra.
– ?Que tal funcionan las fabricas? ?Que impresion le ha causado Foss? ?Cree que los quimicos estan a la altura? -le pregunto a toda prisa.
Sus grandes dedos blancos con sus correspondientes grandes unas rosadas removian los papeles sobre la mesa y de vez en cuando el Obersturmbannfuhrer tomaba notas con una estilografica. Liss tenia la sensacion de que para Eichmann aquella empresa no tenia nada de especial, aunque esta despertaba un secreto sobresalto de espanto hasta en los corazones mas duros.
Liss habia bebido mucho durante los ultimos dias. Le costaba respirar y por las noches sentia latir su corazon. Asi y todo le parecia que el alcohol tenia un efecto menos nocivo en su salud que la tension nerviosa a la que estaba sometido constantemente.
Sonaba con volver a su investigacion sobre los lideres que se habian mostrado hostiles al nacionalsocialismo y encontrar la solucion de problemas crueles y complejos, pero que podian ser resueltos sin derramamiento de sangre. Entonces dejaria de beber y fumaria solo dos o tres cigarrillos al dia. Hacia poco tiempo que habia mandado llamar a su despacho a un viejo bolchevique ruso con quien habia jugado una partida de ajedrez politico. Al volver a su casa habia dormido sin tomar somniferos y no se habia despertado hasta las nueve de la manana.
La inspeccion nocturna del Obersturmbannfuhrer y Liss a la camara de gas les tenia reservada una pequena sorpresa. Los ingenieros habian colocado en medio de la camara una mesita con vino y entremeses, y Reineke invito a los dos dirigentes a tomar una copa.
Aquella encantadora idea hizo reir a Eichmann, que afirmo:
– Con mucho gusto tomare un tentempie. Entrego la gorra al guardia y se sento a la mesa. De repente su enorme cara adquirio una expresion de bondadosa concentracion, la misma que adoptan millones de hombres amantes de la buena comida cuando se sientan a una mesa servida.
Reineke, de pie, sirvio el vino, y todos alzaron su copa con la mano, esperando a que Eichmann propusiera un brindis.
En aquel silencio de hormigon, en aquellas copas llenas, habia tanta tension que Liss penso que su corazon no iba a poder resistirlo. Deseaba que un brindis grandilocuente por el triunfo del ideal aleman ayudara a descargar la atmosfera. Pero la tension, en lugar de mitigarse, seguia creciendo mientras el Obersturmbannfuhrer masticaba un bocadillo.
– ?A que esperan, senores? -pregunto Eichmann-. El jamon es excelente.
– Estamos esperando a que el maestro de ceremonias proponga un brindis -dijo Liss.
El Obersturmbannfuhrer levanto la copa.
– Por nuestro trabajo, que siga cosechando exitos. Si, me parece que verdaderamente esto merece un brindis.
Eichmann era el unico que comia con avidez y apenas bebia.
Por la manana Eichmann hacia gimnasia en calzoncillos delante de la ventana abierta. En la niebla se distinguian las filas rectas de los barracones del Lager y llegaba el sonido de los pitidos de la locomotora.
Liss no envidiaba a Eichmann. Tambien el gozaba de una posicion elevada sin excesivas responsabilidades. Se le consideraba uno de los hombres mas inteligentes de la Gestapo. A Himmler le gustaba conversar con el.
Los altos dignatarios, por lo general, evitaban hacer ostentacion de su superioridad jerarquica en su presencia. Estaba acostumbrado a que le trataran con respeto, y no solo en los servicios de seguridad. La Gestapo se respiraba y vivia en todas partes: en la universidad, en la firma del director de un sanatorio infantil, en las audiciones de los jovenes cantantes de opera, en las decisiones del jurado encargado de escoger los cuadros para la exposicion de primavera, en la lista de candidatos para las elecciones del Reichstag.
Era el eje en torno al cual se articulaba la vida. Era gracias a la Gestapo que la justicia del Partido siempre era infalible, que su logica -o su falta de logica- triunfaba sobre cualquier otra logica, su filosofia sobre cualquier otra filosofia. ?Era la varita magica! Bastaba con dejarla caer para que toda la magia desapareciera: un gran orador se convertiria en un simple charlatan, un celebre cientifico en un popularizador de ideas ajenas. Era preciso que aquella varita magica nunca se cayera de la mano.
Aquella manana, al mirar a Eichmann, Liss sintio por primera vez en su vida que le carcomia una envidia irrefrenable.
Unos minutos antes de partir Eichmann dijo pensativo: -Usted y yo somos paisanos, ?verdad? Comenzaron a recitar de memoria los nombres de las calles que les gustaban de su ciudad, los restaurantes, los cines. -Hay lugares, por supuesto, donde nunca he puesto un pie -dijo Eichmann, y pronuncio el nombre de un club donde no admitian a los hijos de los artesanos. Liss, cambiando de tema, pregunto: -Digame, ?es posible tener una idea aproximada del numero de judios del que estamos hablando?
Era consciente de que le habia formulado una pregunta trascendental, una pregunta a la que tal vez solo tres personas en el mundo, ademas de Himmler y el Fuhrer, podian responder.
Pero despues de rememorar los anos duros de la juventud en la epoca de la democracia y el cosmopolitismo era el momento idoneo para que Liss confesara su ignorancia y pidiera informacion. Eichmann respondio. - ?Millones? -inquirio Liss, aturdido… Eichmann se encogio de hombros. Durante unos instantes guardaron silencio. - Lamento mucho que no nos hayamos conocido en nuestra epoca de estudiantes-dijo Liss-; en nuestros anos de aprendizaje, como dijo Goethe.
– Yo estudie en provincias, no en Berlin. No lamente nada -replico Eichmann, y anadio-: Es la primera vez que digo esta cifra en voz alta. Contando Berchtesgaden, la cancilleria del Reich y la oficina de nuestro Fuhrer, quizas haya sido pronunciada siete u ocho veces en total.
– Lo entiendo; no es algo que manana vayamos a leer en los periodicos.
– Eso es precisamente a lo que me referia -corroboro Eichmann.
Lanzo una mirada ironica a Liss, y este tuvo la inquietante sensacion de que su interlocutor era mas inteligente que el.
Eichmann prosiguio:
– Aparte del vinculo con nuestra tranquila ciudad cubierta de verdor, hay otra razon por la que le he dicho esa cifra. Desearia que nos uniera en nuestro futuro trabajo en comun.
– Gracias -dijo Liss-. Lo pensare; se trata de un asunto muy serio.
– Por supuesto. La propuesta no es solo mia. -Eichmann apunto con el dedo hacia arriba-. Si usted se une conmigo en esta tarea y Hitler pierde, a usted y a mi nos colgaran juntos.
– Una perspectiva encantadora. Vale la pena meditarlo -dijo Liss.
– ?Se imagina? Dentro de dos anos estaremos de nuevo sentados en esta misma camara ante una confortable mesa y diremos: «?En veinte meses hemos resuelto un problema que la humanidad no habia resuelto en veinte siglos!».
Se despidieron, Liss siguio la limusina con la mirada.
Tenia sus propias ideas sobre las relaciones personales en el seno de un Estado. La vida en el Estado nacionalsocialista no podia desarrollarse libremente, habia que calcular cada paso.
Y para controlar y organizar fabricas y ejercitos, circulos literarios, las vacaciones estivales de las personas, sus sentimientos maternales, como respiraban y cantaban, hacian falta lideres. La vida habia perdido el derecho a crecer como la hierba, a agitarse como el mar. Liss consideraba que habia cuatro tipos de lideres.
El primer tipo estaba formado por hombres de una pieza, a menudo desprovistos de una particular inteligencia o de capacidad de analisis. Estas personas adoptaban esloganes y formulas de los periodicos y las revistas, citas de los discursos de Hitler y articulos de Goebbels, de los libros de Franck y Rosenberg. Sin tierra firme bajo sus pies, estaban perdidos. No reflexionaban sobre las relaciones entre diferentes fenomenos y, con cualquier pretexto, se mostraban crueles e intolerantes. Se lo tomaban todo en serio: la filosofia, la ciencia nacionalsocialista y sus oscuras revelaciones, los logros del nuevo teatro y la nueva musica, o la campana electoral del Reichstag. Como escolares, se reunian para empollar el Mein Kampf, hacian resumenes de conferencias y folletos. Por lo general, llevaban una vida modesta, a veces pasaban necesidades, y estaban mas dispuestos que el resto de las categorias a ofrecerse voluntarios para cubrir puestos que los separaran de sus familias. En un primer momento Liss habia