guardaba solapadamente, inquietaba, interesaba y, a veces, atraia a Krimov. Pero en cuanto ese secreto habia salido a la luz, Krimov habia sentido odio y rabia, deseo de doblegar y destrozar a Grekov. Si hubiera tenido ocasion, Krimov, sin temblarle el pulso, le hubiera fusilado.

Priajin, por su parte, habia hablado con el frio lenguaje del burocrata, habia revisado, en nombre del Estado, las cuotas del abastecimiento de grano, las obligaciones de los obreros y los porcentajes del plan. Aquel tipo de discursos frios, de burocrata desalmado, siempre disgustaban a Krimov. Pero esos burocratas despiadados eran sus viejos camaradas, los hombres con los que habia marchado hombro con hombro y que ahora eran sus jefes y camaradas. La obra de Lenin habia engendrado a Stalin, se habia encarnado en aquellos hombres, en aquel Estado. Y Krimov, sin vacilar, estaba dispuesto a dar la vida por su gloria y su fuerza. ?Y ese viejo bolchevique, Mostovskoi! Nunca habia salido en defensa de individuos de cuya honestidad revolucionaria estaba convencido. ?Por que?

?Y el estudiante de los cursos superiores de periodismo donde Krimov habia dado clases durante un tiempo, aquel chico amable y honesto que se llamaba Koloskov? El joven, que procedia del campo, le hablo sobre la colectivizacion, sobre los canallas que incluian en las listas de kulaks los nombres de personas cuyas casas y jardines codiciaban, asi como a sus enemigos personales. Le conto las terribles hambrunas que sufrian en el campo y la crueldad despiadada con que les habian confiscado hasta el ultimo grano de trigo. Lloro al recordar a un maravilloso anciano que dio su vida para salvar a su esposa y su nieta… Resulta que poco despues Krimov leyo en un periodico mural un articulo de Koloskov que trataba sobre los kulaks, donde los acusaba de enterrar el trigo y del que destilaba un odio feroz hacia todo lo nuevo.

?Por que habia escrito eso Koloskov, el mismo que lloraba por el sufrimiento que le atenazaba el corazon? ?Por que callaba Mostovskoi? ?Era simple cobardia? ?Cuantas veces habia manifestado Krimov ciertas ideas que en realidad no compartia? Pero cuando las decia o las escribia, le parecia expresar su verdadera opinion, estaba convencido de afirmar lo que pensaba. De vez en cuando se consolaba diciendose: «No se puede hacer nada, asi lo quiere la Revolucion».

Habian pasado cosas, cosas de todo tipo. Krimov habia defendido mal a los amigos de cuya inocencia estaba seguro. A veces callaba, otras murmuraba. Otras veces hacia algo peor: ni callaba ni mormuraba. A veces era llamado al comite del Partido, al comite regional, al comite de la dudad, al comite provincial, o bien por los organos de seguridad para preguntarle acerca de alguno de sus conocidos, de otros miembros del Partido. Nunca habia hablado mal de sus amigos, nunca habia difamado, nunca habia escrito denuncias o declaraciones…

?Y Grekov? Bueno, Grekov era un enemigo. En cuanto a enemigos se referia, Krimov nunca se habia andado con chiquitas; con ellos no conocia la piedad.

Pero ?por que evito toda relacion con las familias de los companeros que habian sido victimas de la represion? Habia dejado de ir a verlos, de llamarlos por telefono. Si, pero tambien era cierto que cuando se encontraba por la calle con los familiares de amigos represaliados no cambiaba de acera, sino que iba a saludarlos.

Habia ciertas personas, normalmente viejecitas, amas de casa, pequenoburguesas apoliticas, a traves de las cuales se podia hacer llegar paquetes a los campos. Recibian en sus direcciones cartas de los campos. Curiosamente, ellas no tenian miedo. A veces eran esas mismas ancianas, amas de casa, nineras analfabetas, llenas de prejuicios religiosos, las que recogian a los ninos cuyos padres habian sido arrestados, salvandoles del orfanato y los centros de acogida. En cambio, los miembros del Partido evitaban a esos ninos como si de la peste se tratara. ?Acaso esas mujeres eran mas valientes o mas honradas que los viejos bolcheviques como Mostovskoi y Krimov?

Las personas saben como vencer el miedo; los ninos caminan en la oscuridad, los soldados entran en combate, un joven da un paso adelante para saltar al vacio en paracaidas.

Pero aquel otro miedo, particular, atroz, insuperable para millones de personas, estaba escrito en letras siniestras de un rojo deslumbrante en el cielo plomizo de Moscu: el miedo al Estado…

?No, no! El miedo no es capaz de realizar por si solo semejante tarea. El fin superior de la revolucion libera de la moral en nombre de la moral, justifica en nombre del futuro a los actuales fariseos, los delatores, los hipocritas; explica por que un hombre, en aras de la felicidad del pueblo, debe empujar a los inocentes a la fosa. En nombre de la Revolucion esa fuerza permite ignorar a los ninos cuyos padres acaban en un campo penitenciario. Explica por que la Revolucion ha establecido que la esposa que se ha negado a denunciar al marida inocente debe ser apartada de sus hijos y enviada diez anos a un campo de trabajo.

La fuerza de la revolucion se habia aliado con el miedo a la muerte, el terror a la tortura, con la angustia que atenaza a aquel que siente sobre si el aliento de los campos lejanos. Antes, cuando los hombres hacian la revolucion sabian que se arriesgaban a la carcel, a trabajos forzados, a anos de exilio y de vida sin refugio, al patibulo… Pero ahora lo mas inquietante, confuso, desagradable era que la Revolucion pagaba a sus fieles, a aquellos que servian a su gran causa, con raciones suplementarias, comidas en el Kremlin, paquetes de viveres, coches particulares, viajes y estancias en Barvija, billetes en coche cama.

– ?Todavia estas despierto, Nikolai Grigorievich? -le pregunto Spiridonov en la oscuridad.

– Casi. Me estoy quedando dormido -respondio Krimov. -Ah, perdona, no quiero molestarte.

40

Habia pasado mas de una semana desde la noche en que Mostovskoi fue llamado por el Obersturmbannfuhrer Liss. La espera febril y la tension habian dado paso a un hondo abatimiento. Por momentos Mostovskoi tenia la impresion de que tanto sus amigos como sus enemigos se habian olvidado de el, que unos y otros le consideraban impotente, un viejo que habia perdido la cabeza, un inutil moribundo.

Una manana luminosa y sin viento lo condujeron al bano. Esta vez el SS que le escoltaba no entro en el bloque; se sento en las escaleras, colocando el fusil a su lado, y se | encendio un cigarrillo. Era un dia sereno, el sol calentaba y el soldado, por lo visto, no deseaba entrar en el ambiente humedo del bano.

El prisionero politico que trabajaba en el bano se acerco a Mijail Sidorovich.

– Buenos dias, querido camarada Mostovskoi. Mostovskoi lanzo un grito de asombro: enfrente de el, con una chaqueta de uniforme y el brazalete del Revier en la manga, estaba el comisario de brigada Osipov.

Se abrazaron, y Osipov le dijo apresuradamente: -He logrado que me destinen al bano; estoy sustituyendo al mozo de la limpieza. Queria verle. Kotikov y el general Zlatokrilets le mandan saludos. En primer lugar digame como le va, como se encuentra, que quieren de usted. Expliquemelo todo mientras se va quitando la ropa.

Mostovskoi le hablo del interrogatorio nocturno. Osipov, mirandole fijamente con sus negros ojos saltones, le dijo:

– Esos imbeciles quieren trastornarle. -Pero ?para que? ?Con que objetivo?

– Es posible que quieran sonsacarle alguna informacion de tipo historico, sobre las caracteristicas de los fundadores y los dirigentes del Partido. Tal vez tenga que ver con declaraciones, proclamas, cartas.

– Estan perdiendo el tiempo -dijo Mostovskoi.

– Le torturaran, camarada Mostovskoi.

– Estan perdiendo el tiempo, es estupido -repitio Mostovskoi, y pregunto-: Y a ustedes, ?como les va?

Osipov explico en un susurro:

– Mejor de lo que esperabamos. Lo mas importante es que hemos logrado ponernos en contacto con los que trabajan en la fabrica y hemos comenzado a recibir armas: granadas y metralletas. Los hombres traen las piezas una por una y nosotros las montamos de noche en los bloques. La verdad es que tenemos pocas hasta el momento.

– Esto es obra de Yershov. ?Bravo por el! -exclamo Mostovskoi.

Luego sacudio la cabeza compungido al quitarse la camisa y observarse el pecho y los brazos desnudos. Se sintio de nuevo furioso consigo mismo por ser tan viejo.

– Tengo el deber de informarle, como superior del Partido, que Yershov ya no esta en nuestro campo.

– ?Como que no esta?

– Ha sido trasladado a Buchenwald.

– ?Que dice? -grito Mostovskoi-. ?Era un tipo magnifico!

– Seguira siendo magnifico en Buchenwald.

– Pero ?por que? ?Que ha pasado?

– Hubo una division en el liderazgo -replico Osipov con aire sombrio-. Un nutrido grupo sentia una inclinacion

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