Un dia bochornoso de verano, Vasili Chuniak se apago, dejo de respirar. En ese momento volvieron a entrar en la jata los jovenes que venian de la ciudad, y uno de ojos azules y un acento parecido al de Semionov se acerco al cuerpo sin vida y dijo:
– Son testarudos estos kulaks. Prefieren morir antes que rendirse.
Jristia suspiro, se persigno y comenzo a prepararse la cama.
52
Viktor estaba convencido de que su trabajo solo seria apreciado por un reducido circulo de fisicos teoricos, pero los hechos desmintieron sus previsiones. En los ultimos tiempos habia recibido llamadas telefonicas no solo de sus colegas fisicos, sino tambien de matematicos y quimicos. Algunos incluso le habian pedido que aclarara algun paso de sus complejas deducciones matematicas.
En el instituto se habian presentado algunos delegados de la universidad con la peticion de que diera una conferencia a los estudiantes de matematicas y fisica de los cursos superiores. La Academia ya habia requerido su presencia en dos ocasiones. Markov y Savostianov le habian contado que su trabajo se discutia en muchos laboratorios del instituto.
En la tienda especial, Liudmila Nikolayevna habia oido a ?a mujer de un colega preguntar a otra: «?Detras de quien va en la cola?». Y cuando esta respondio: «Detras de la mujer de Shtrum», la otra comento curiosa: «?El famoso Shtrum?». Viktor Pavlovich trataba de disimular hasta que punto le satisfacia aquella fama repentina, pero no era indiferente a la gloria. El Consejo Cientifico del instituto lo nomino para el premio Stalin. Shtrum no asistio a la sesion pero aquella noche no aparto los ojos del telefono en espera de la llamada de Sokolov. Sin embargo, el primero en telefonearle despues de la reunion fue Savostianov.
Por lo general ironico, incluso cinico, Savostianov le hablo en un tono totalmente diferente:
– ?Es un triunfo, un verdadero triunfo! -repetia.
Le resumio la intervencion del academico Prasolov. El viejo habia afirmado que, desde los tiempos de su difunto amigo Lebedev, que habia estudiado la presion de la luz, las paredes del instituto no habian sido testigos de un trabajo tan relevante.
El profesor Svechin habia expuesto el sistema matematico desarrollado por Shtrum, demostrando que el mismo metodo ofrecia elementos innovadores. Ademas habia proclamado que solo el pueblo sovietico era capaz, en tiempo de guerra, de consagrar con tanta abnegacion las propias fuerzas al servicio del pueblo.
Muchos otros tomaron la palabra, entre ellos Markov, pero el discurso mas brillante y eficaz lo habia pronunciado Gurevich.
– Ha estado soberbio -dijo Savostianov-. Ha sabido encontrar las palabras necesarias, se ha expresado sin reservas. Ha dicho que tu trabajo es una obra clasica; la ha situado al mismo nivel que los estudios de los fundadores de la fisica atomica, Planck, Bohr y Fermi.
«Caramba», penso Shtrum.
Poco despues le llamo Sokolov.
– Hoy es imposible comunicar con usted. Llevo veinte minutos llamandole y siempre esta ocupado -dijo.
Piotr Lavrentievich tambien estaba excitado y contento.
– He olvidado preguntar a Savostianov sobre la votacion -dijo Viktor.
Sokolov contesto que el profesor Gavronov, un especialista en historia de la fisica, habia votado contra el. Segun este, la obra de Shtrum carecia de verdaderos fundamentos cientificos, dejaba entrever influencias de la concepcion idealista de los fisicos occidentales y, desde el punto de vista practico, no ofrecia ninguna perspectiva.
– Es incluso mejor que Gavronov se haya opuesto -comento Viktor.
– Si, tal vez -coincidio Sokolov.
Gavronov era un hombre extrano. Se le apodaba en broma «La hermandad eslava» porque se empecinaba en demostrar con obstinacion fanatica que todos los grandes logros en el campo de la fisica estaban relacionados con descubrimientos de cientificos rusos, anteponiendo nombres practicamente desconocidos como Petrov, Umov y Yakovlev a los de Faraday, Maxwell y Einstein.
– ?Ve, Viktor Pavlovich? -bromeo Sokolov-. Moscu ha reconocido la importancia de su trabajo. Pronto lo celebraremos en su casa.
Maria Ivanovna cogio el auricular y dijo:
– Felicidades; salude a Liudmila Nikolayevna de mi parte, me siento tan feliz por los dos…
– No es nada -dijo Viktor-. Vanidad de vanidades.
Pero aquella vanidad de vanidades le alegraba y le emocionaba.
Por la noche, cuando Liudmila Nikolayevna ya se estaba quedando dormida, llamo Markov.
Este, que siempre estaba al corriente de los pormenores del mundo oficial, le dio una version diferente a la de Savostianov y Sokolov sobre la sesion del Consejo Cientifico. Despues de la intervencion de Gurevich, Kovchenko habia afirmado entre las risas generales: «En el Instituto de Matematicas tocan las campanas para celebrar el trabajo de Viktor Pavlovich. Todavia no ha empezado la procesion, pero ya se han alzado los gonfalones».
El suspicaz Markov habia detectado cierta hostilidad en la broma de Kovchenko. Las ultimas observaciones concernian a Shishakov. Aleksei Alekseyevich no habia expresado su opinion sobre la obra de Shtrum. Mientras escuchaba a los oradores se limitaba a asentir, pero no estaba claro si era en senal de aprobacion o como para decir: «Vaya, asi que ahora es tu turno, ?en?».
Ciertamente, Shishakov parecia mas partidario de que el premio recayera en el joven profesor Molokanov, que habia consagrado su investigacion al analisis radiografico del acero. Su estudio tenia una aplicacion practica inmediata en las pocas fabricas que producian metal de alta calidad.
Despues Markov le conto que, al termino de la reunion, Shishakov se habia acercado a Gavronov y habia hablado con el.
– Viacheslav Ivanovich -dijo Shtrum-, usted deberia trabajar en el cuerpo diplomatico.
Markov, que no tenia sentido del humor, le respondio:
– No, yo soy fisico experimental.
Shtrum entro en la habitacion de Liudmila y anuncio:
– Me han propuesto para el premio Stalin. Se dicen muchas cosas agradables de mi.
Le explico las intervenciones de los participantes en la sesion.
– Por supuesto todos estos reconocimientos oficiales son una memez. Pero ya sabes, mi eterno complejo de inferioridad me da nauseas. Entro en la sala de conferencias y, aunque queden asientos libres en la primera fila, no me decido a sentarme alli. En lugar de eso me escondo en alguna esquina apartada. En cambio Shishakov y Postoyev se dirigen a la mesa de la presidencia sin titubear. ?Comprendes?, me importa un bledo ese sillon, pero me gustaria poder sentir que me lo merezco.
– Que contento estaria Tolia -observo Liudmila Nikolayevna.
– Y yo nunca podre contarselo a mi madre -dijo Viktor.
– Vitia, ya es medianoche y Nadia todavia no ha vuelto a casa. Ayer llego a las once -dijo la mujer.
– ?Como?
– Ella dice que va a casa de una amiga, pero no estoy tranquila. Dice que el padre de Maika tiene un salvoconducto para circular en coche por la noche y que la acompana hasta la esquina de casa.
– Entonces, ?de que te preocupas? -pregunto Viktor pavlovich, y penso: «Dios mio, estamos hablando de un verdadero exito, el premio Stalin, ?a que viene interrumpir la conversacion con problemas domesticos?».
Guardo silencio y emitio un leve suspiro.
Dos dias despues de la reunion del Consejo Cientifico, Shtrum telefoneo a casa de Shishakov. Queria preguntarle si podian contratar al joven fisico Landesman. La direccion y el departamento de personal le seguian dando largas Ademas queria pedirle que se agilizara el regreso de Anna Naumovna Weisspapier desde Kazan. Ahora que el instituto estaba contratando a gente nueva, era ridiculo dejar a personal cualificado en Kazan.
Hacia mucho tiempo que queria hablar de este tema con Shishakov, pero creia que Aleksei Alekseyevich no tenia buena predisposicion hacia el y que le responderia: «Dirijase a mi adjunto». Por eso habia estado aplazando la conversacion.