desagradables.
– Te comportas como si fueras Lomonosov o Mendeleyev. Te marcharas y en tu lugar pondran a Sokolov o a Markov. -Levanto la cabeza de su labor de costura-. Deja que tu Landesman se vaya al frente. De lo contrario, la gente recelosa acabara creyendo que los judios se dedican a enchufar a los suyos.
– Muy bien, muy bien -dijo Viktor-. Basta. ?Te acuerdas de las palabras de Nekrasov? «El pobre diablo pensaba que estaba en el templo de la gloria, y se alegro de encontrarse en el hospital» Creia merecerme el pan que comia y, en cambio, me piden que me arrepienta de mis pecados, de mis herejias. No, piensalo un momento: me exigen que haga una intervencion publica. ?Es puro delirio! Y al mismo tiempo me proponen para el premio, los estudiantes vienen a verme… ?Todo es culpa de Badin! En cualquier caso, llegados a este punto, aqui ya no entra Badin. ?Sadko no me quiere!
Liudmila Nikolayevna se le acerco, le compuso la corbata, le arreglo el faldon de la chaqueta y le pregunto:
– Estas muy palido. No has comido, ?verdad?
– No tengo hambre.
– Come un poco de pan con mantequilla mientras te caliento la comida.
Despues vertio en un vaso sus gotas para el corazon y le dijo:
– Tomatelas; no me gusta tu cara, deja que te tome el pulso.
Fueron a la cocina. Mientras masticaba el pan Shtrum se miraba en el espejito que Nadia habia colgado al lado del contador del gas.
– Que cosa tan extrana, que salvajes -dijo-. ?En Kazan jamas hubiera pensado que tendria que rellenar montanas de formularios, escuchar lo que hoy he escuchado! ?Que poder! El Estado y el individuo… El Estado eleva a un hombre y luego lo deja caer al abismo, como si nada.
– Vitia, quiero hablar contigo de Nadia -dijo Liudmila Nikolayevna-. Casi todos los dias vuelve a casa despues del toque de queda.
– Ya me lo contaste el otro dia -dijo Shtrum.
– Ya se que te lo conte. Bueno, ayer por la noche me acerque por casualidad a la ventana y descorri la cortina. ?Y que crees que vi? Nadia y un soldado caminaban por la calle, se pararon junto a la lecheria y empezaron a besarse.
– ?Caramba! -exclamo Viktor Pavlovich, y se quedo tan sorprendido que dejo de masticar.
?Nadia besando a un militar! Durante unos instantes Shtrum se quedo callado, luego se echo a reir. Solo una noticia tan asombrosa habria podido distraerle de sus sombrias preocupaciones, mitigar su angustia. Por un momento sus ojos se encontraron y Liudmila Nikolayevna, para su sorpresa, tambien se echo a reir. Durante algunos segundos habia surgido entre ambos esa complicidad plena, posible en esos raros instantes de la vida en que las palabras y los pensamientos no son necesarios.
Y Liudmila Nikolayevna no se sorprendio cuando Shtrum, aparentemente fuera de lugar, le dijo:
– Mila, he hecho bien en pararle los pies a Shishakov, ?verdad?
El curso de los pensamientos de Viktor Pavlovich era muy sencillo, pero no resultaba tan sencillo seguirlo desde fuera. Se mezclaban ideas diversas: recuerdos del pasado; el destino de Tolia y Anna Semionovna; la guerra; el hecho de que, por muy rico y famoso que un hombre sea, siempre envejecera, morira y cedera su lugar a otros mas jovenes; que tal vez lo mas importante fuera vivir con honestidad.
Y Shtrum pregunto a su mujer:
– He hecho bien, ?verdad?
Liudmila Nikolayevna nego con la cabeza. Decadas de intimidad, de vida en comun pueden acabar separando o las personas.
– ?Sabes, Liuda? -dijo en tono humilde-, en la vida las personas que tienen razon suelen ser las que no saben comportarse. Pierden los estribos y sueltan groserias. Actuan sin tacto y se muestran intolerantes. Se les hace responsables de todo lo que va mal en casa y en el trabajo. En cambio, aquellos que estan equivocados, que ofenden a los demas, saben comportarse. Actuan de manera logica, tranquila, con tacto, y parecen tener siempre razon.
Nadia volvio a las once. Al oir el ruido de la llave en la cerradura, Liudmila Nikolayevna dijo a su marido:
– Habla con ella.
– Para ti es mas facil, prefiero que lo hagas tu. Pero en cuanto Nadia, despeinada y con la nariz roja, entro en casa, Viktor Pavlovich le pregunto:
– ?Con quien te estabas besando enfrente de casa?
Nadia miro alrededor como si estuviera a punto de salir corriendo, y luego a su padre, con la boca entreabierta. Despues, se encogio de hombros y dijo con indiferencia:
– A Andriushka Lomov. Estudia en la escuela militar, es teniente.
– ?Vas a casarte con el, o que? -pregunto Shtrum, asombrado por el tono confiado de Nadia.
Miro a su mujer: ?veia a su hija?
Como una adulta, Nadia entorno los ojos y desgrano irritada y con parsimonia sus palabras:
– ?Casarme con el? -repitio, y esas palabras en boca de su hija desconcertaron a Shtrum-. Puede ser, lo estoy pensando… Pero tal vez no. En realidad no lo he decidido todavia.
Liudmila Nikolayevna, que hasta ese momento habia estado callada, pregunto:
– Nadia, ?por que nos has mentido acerca del padre de una tal Maika y has inventado esa historia de las lecciones? Yo nunca dije mentiras a mi madre.
Shtrum recordo que, en la epoca en que cortejaba a Liudmila, ella le confesaba cuando iba a verle; «He dejado a Tolia con mama. Le he dicho que iba a la biblioteca».
De repente Nadia volvio a convertirse en una chiquilla. Con voz enfadada y lastimosa, grito:
– ?Y te parece bonito espiarme? ?A ti tambien te espiaba tu madre?
Shtrum, hecho una furia, chillo:
– ?Idiota, no seas impertinente con tu madre!
Ella le miraba con cara de aburrimiento y paciencia.
– ?Asi que Nadiezhda Viktorovna todavia no ha decidido si se casara o se convertira en la concubina de un joven coronel?
– No, no lo he decidido. Ademas, no es coronel -respondio Nadia.
?Era posible que los labios de su hija pudieran besar a un jovencito vestido con capote militar? ?Era posible que alguien se pudiera enamorar de aquella nina, Nadia, aquella pequena idiota, estupida a la vez que inteligente, y que mirara con pasion aquellos ojos suyos de cachorro?
Pero esa era la eterna historia…
Liudmila Nikolayevna guardaba silencio y comprendia que ahora Nadia se pondria furiosa, que no diria una palabra mas. Sabia que cuando se quedaran solas, ella acariciaria la cabeza de su hija, Nadia sollozaria sin saber por que, y a Liudmila Nikolayevna, tambien sin saber por que, le invadiria una inmensa piedad. A fin de cuentas no habia nada terrible en que una joven besara a un chico. Y Nadia se lo contaria todo sobre el tal Lomov, y ella seguiria acariciando los cabellos de su hija mientras recordaba su primer beso y pensaba en Tolia, porque en el fondo todo lo que sucedia en la vida lo relacionaba con Tolia. Y Tolia ya no estaba.
?Que triste era aquel amor adolescente suspendido en el abismo de la guerra! Tolia, Tolia…
Entretanto Viktor Pavlovich, presa de la angustia paterna, se agitaba, metia ruido.
– ?Y donde presta servicio ese memo? -pregunto-. Hablare con su comandante; ya le ensenara el a flirtear con las mocosas.
Nadia no decia nada, y Shtrum, fascinado por su arrogancia, enmudecio sin quererlo y despues pregunto:
– ?Por que me miras asi? Pareces un ser de una raza superior mirando a una ameba.
Por un extrano juego de la memoria, la mirada de Nadia le recordo su conversacion con Shishakov. Aleksei Alekseyevich, tranquilo, seguro de si mismo, miraba a Shtrum desde su grandeza de academico reconocido por el Estado. Bajo la mirada de los ojos claros de Shishakov habia comprendido instintivamente la inutilidad de sus protestas, de sus ultimatums. El poder del Estado se erguia ante el como un bloque de granito. Y Shishakov, con una indiferencia tranquila, contemplaba las tentativas de Shtrum; contra el granito no hay nada que hacer.
Curiosamente, la joven que estaba frente a el tambien parecia comprender lo absurdo de su colera, de su indignacion. Se daba cuenta de que Viktor Pavlovich queria alcanzar un imposible: detener el curso de la vida.
Durante la noche, Shtrum penso que si rompia con el instituto arruinaria su vida. Se apresurarian a conferir a su