dimision un sentido politico; dirian que habia fomentado peligrosas tendencias de oposicion… mientras Rusia estaba en guerra y el instituto gozaba de los favores de Stalin. Y despues, aquel horroroso formulario… Y ademas la conversacion insensata con Shishakov. Y aquellas discusiones en Kazan, Madiarov…

Fue tal el panico que le asalto que sintio deseos de escribir una carta a Shishakov y pedirle disculpas. Queria borrar de un plumazo los acontecimientos, olvidarlos.

56

Cuando volvio de la tienda por la tarde, Liudmila Nikolayevna vio en el buzon un sobre blanco. El corazon, que le latia desbocado despues de subir la escalera, le palpito aun con mas fuerza. Con la carta en la mano se acerco a la habitacion de Tolia y abrio la puerta. La habitacion estaba vacia: hoy tampoco habia vuelto.

Liudmila Nikolayevna examino las hojas cubiertas con aquella caligrafia que conocia desde la infancia, la caligrafia de su madre. Vio los nombres de Zhenia, Vera, Stepan Fiodorovich. En la carta no aparecia el nombre del hijo. Su esperanza se difumino una vez mas, pero no se extinguio del todo.

Aleksandra Vladimirovna no contaba casi nada de su vida, solo algunas palabras acerca de la casera, Nina Matveyevna, que tras la partida de Liudmila se habia comportado de manera desagradable.

Ninguna noticia de Seriozha, Stepan Fiodorovich y Vera. Aleksandra Vladimirovna estaba preocupada por Zhenia, que parecia estar atravesando por momentos dificiles en su vida. Le habia escrito una carta en la que aludia a ciertos problemas y a un posible viaje a Moscu.

Liudmila Nikolayevna no sabia estar triste. Solo sabia sufrir. Tolia, Tolia, Tolia.

Stepan Fiodorovich se habia quedado viudo, Vera era una huerfana sin hogar. ?Seguia con vida Seriozha o estaba mutilado, recuperandose en un hospital? Su padre habia muerto en un campo o habia sido fusilado, su madre habia muerto durante la deportacion… Habian quemado la casa de Aleksandra Vladimirovna y ella vivia sola, sin noticias del hijo ni del nieto.

Su madre no le contaba nada sobre la vida en Kazan, sobre su salud, si su habitacion estaba bien caldeada o si las raciones habian aumentado.

Liudmila Nikolayevna sabia muy bien por que su madre no mencionaba ni una sola palabra al respecto. Y sufria aun mas.

La casa de Liudmila se volvio fria, vacia, como si hubieran caido unas terribles bombas invisibles, todo se hubiera desmoronado y el calor se hubiera dispersado entre las ruinas.

Aquel dia habia pensado mucho en su marido. Su relacion se habia deteriorado. Viktor estaba enfadado con ella se habia vuelto frio y ella constataba con tristeza que le era indiferente. Le conocia demasiado bien. Visto desde fuera todo parecia romantico y exaltado. Aunque, a decir verdad, ella nunca habia visto nada poetico y exaltado en los demas. En cambio Maria Ivanovna veia a Viktor Pavlovich como a un hombre sabio, abnegado, una criatura noble. Masha amaba la musica, incluso palidecia cuando oia el piano, y Viktor Pavlovich lo tocaba siempre que ella se lo pedia. Evidentemente, Masha necesitaba un objeto de veneracion. Se habia creado una imagen exaltada, un Viktor que no existia. Si Masha observara a Viktor dia tras dia, no tardaria en desilusionarse. Liudmila Nikolayevna sabia que solo el egoismo movia a Viktor y que el no amaba a nadie. Incluso ahora, cuando pensaba en el enfrenta miento con Shishakov, llena de angustia y de temor por el marido, sentia al mismo tiempo la irritacion de siempre: ahi estaba el, dispuesto a sacrificar la ciencia y la tranquilidad de los suyos por el puro placer egoista de hacerse el gallito, de salir en defensa de los debiles.

Ayer, por ejemplo, preocupado por Nadia, habia dejado a un lado su egoismo. ?Habria sabido olvidarse de sus graves ocupaciones y preocuparse del mismo modo por Tolia? Ayer ella se habia equivocado. Nadia no habia sido completamente franca con ella. ?Como podia saber si se trataba de un capricho infantil, pasajero, o de su destino?

Nadia le habia confiado en que circulo de amigos habia conocido a Lomov. Le habia hablado con detalle de esos jovenes que leian poesia de otra epoca, de sus discusiones sobre arte antiguo y arte moderno, de su actitud burlona y despreciativa hacia cosas que, segun Liudmila Nikolayevna, no merecian ni la burla ni el desprecio.

Nadia habia respondido de buena gana a las preguntas de Liudmila y parecia estar diciendo la verdad: «No, no bebemos, solo una vez, cuando un chico partia para el frente»; «De vez en cuando se habla de politica. No en el mismo lenguaje que en los periodicos…, pero muy raras veces, una o dos como mucho».

Pero en cuanto Liudmila Nikolayevna le preguntaba sobre Lomov, Nadia se acaloraba: «No, no escribe poesias»; «?Como quieres que sepa quienes son sus padres? Claro que no les be visto nunca. ?Que hay de extrano? Tampoco el tiene ni idea de que hace papa; lo mas seguro es que se piense que trabaja en una tienda de comestibles».

?Era el destino de Nadia lo que estaba en juego o acabaria todo dentro de un mes sin dejar huella?

Mientras preparaba la comida y hacia la colada, pensaba en su madre, en Vera, en Zhenia, en Seriozha. Llamo por telefono a Maria Ivanovna, pero no respondio nadie. Telefoneo a los Postoyev, pero la mujer de la limpieza le dijo que la senora habia salido a hacer unas compras. Marco el numero del administrador para que avisara al fontanero -habia que reparar un grifo-, pero le respondieron que el fontanero aquel dia no habia ido a trabajar.

Se sento a escribir una larga carta a su madre. Queria transmitirle la tristeza que sentia por no haber conseguido que Aleksandra Vladimirovna se sintiera como en casa, cuanto lamentaba que hubiera decidido quedarse sola en Kazan. Los parientes de Liudmila no iban de visita a su casa desde antes de la guerra, y mucho menos se quedaban a dormir. Tampoco ahora sus familiares mas cercanos venian a verla a su gran apartamento de Moscu. Liudmila no escribio la carta, solo emborrono cuatro hojas de papel.

A ultima hora de la tarde, Viktor Pavlovich llamo para avisar de que se retrasaria; los tecnicos de la fabrica militar a los que habia convocado llegarian esa tarde.

– ?Alguna noticia? -pregunto Liudmila Nikolayevna.

– ?En que sentido? -dijo el-. No, ninguna novedad.

Por la noche Liudmila Nikolayevna volvio a leer la carta de su madre; se acerco a la ventana.

La luna brillaba y la calle estaba desierta. Vio de nuevo a Nadia cogida del brazo de su militar; caminaban por la calzada, en direccion a casa. Luego Nadia echo a correr y el joven con capote militar se quedo parado en mitad de la calle desierta, mirandola fijamente. Y era como si Liudmila Nikolayevna uniera en su corazon cosas incompatibles entre si: su amor por Viktor Pavlovich, su intranquilidad por el, su rabia contra el; Tolia, que habia muerto sin besar los labios de una chica; el teniente plantado en medio de la calle; Vera, que subia feliz las escaleras de su Casa de Stalingrado; Aleksandra Vladimirovna que ya no tenia vivienda… La sensacion de vida, unica felicidad del hombre y tambien su tremendo dolor, colmo de repente su alma.

57

En la entrada del instituto Shtrum se encontro con Shishakov que bajaba de su coche.

Shishakov se levanto el sombrero para saludarle sin mostrar el menor deseo de pararse a hablar con el.

«Mal asunto», penso Shtrum.

Durante la comida, el profesor Svechin, que se sentaba a la mesa de al lado, evito su mirada y no le dirigio la palabra. Mientras salian de la cantina, el gordo Gurevich le hablo con una cordialidad particular y le apreto durante un largo rato la mano; pero cuando la puerta de la sala de recepcion de la direccion se entreabrio, Gurevich se despidio precipitadamente y se marcho a toda prisa por el pasillo.

En el laboratorio, Markov, que estaba hablando con Shtrum sobre los aparatos que habia que instalar para fotografiar particulas nucleares, levanto de repente la cabeza de sus notas y dijo:

– Viktor Pavlovich, me han contado que fue usted el tema de conversacion durante una fuerte discusion en el buro del comite del Partido. Kovchenko le hizo una jugarreta al declarar: «Shtrum no quiere trabajar en nuestro colectivo».

– Bueno -dijo Shtrum-. Asi es -y sintio un tic nervioso en un parpado.

Mientras hablaba con Markov sobre las fotografias nucleares, Shtrum tuvo la sensacion de que ya no era el quien dirigia el laboratorio sino Markov, que habia tomado el relevo. Markov le hablaba con la voz tranquila del que

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