liberacion de la energia atomica. Fermi, el descubridor de la pila atomica de uranio, no puede aspirar al titulo de genio, aunque su descubrimiento haya inaugurado una nueva era en la historia mundial.

En los descubrimientos aun menores, de tercera categoria, el hombre aplica aquello que ya existe en su esfera de actividad; por ejemplo, instala un nuevo motor en una aeronave, sustituye el motor de vapor de un barco por uno electrico, o el electrico por uno atomico.

Es ahi, en esta tercera categoria, donde hay que situar la actividad humana en la esfera del arte militar, donde nuevas condiciones tecnicas interactuan con viejos principios. Seria absurdo negar la importancia de un general cuando se libra una batalla. Sin embargo, no seria justo atribuirle la calificacion de genio, un apelativo que resultaria estupido en relacion con un ingeniero de fabrica, pero que aplicado a un general se convierte ademas en danino y peligroso.

8

Dos martillos, uno al norte y otro al sur, cada uno compuesto por millones de toneladas de metal y de sangre humana, aguardaban la senal.

Las primeras en lanzar la ofensiva fueron las fuerzas dispuestas al noroeste de Stalingrado. El 19 de noviembre de 1941 a las 7.30 de la manana, comenzo un bombardeo masivo de artilleria a lo largo de los frentes del suroeste y del Don que duro alrededor de ochenta minutos. Un diluvio de fuego llovio sobre las posiciones ocupadas por las unidades del 3.er Ejercito rumano.

A las 8.50 entraron en combate la infanteria y los tanques. La moral de los soldados sovieticos era insolitamente alta. La 76? Division de Infanteria marcho al ataque al son de una marcha.

Al mediodia habian roto la primera linea de defensa enemiga. El combate se desplego sobre un territorio inmenso. El 4° Cuerpo del ejercito rumano fue derrotado. La I ? Division de Caballeria rumana habia sido separada y aislada de las demas unidades del 3.er Ejercito en la zona de Krainaya.

El 5° Ejercito de Tanques sovietico inicio la ofensiva desde las colinas, a treinta kilometros al suroeste de Serafimovich, rompio las posiciones del 2° Cuerpo del ejercito rumano y, tras un veloz repliegue hacia el sur, ya a mediodia, tomo las posiciones elevadas al norte de Perelazovski. Los cuerpos de tanques y caballeria sovieticos conquistaron al atardecer Gusinki y Kalmikov, penetrando sesenta kilometros en la retaguardia del ejercito rumano.

Veinticuatro horas mas tarde del inicio de la ofensiva, al alba del 20 de noviembre, les llego el turno de atacar a las fuerzas concentradas en las estepas calmucas, al sur de Stalingrado.

9

Novikov se desperto mucho antes del amanecer, pero estaba tan angustiado que no se dio ni cuenta.

– ?Quiere te, camarada comandante del regimiento? -pregunto Vershkov con una voz solemne y discreta a la vez.

– Si, digale al cocinero que me prepare unos huevos,

– ?Como los quiere, camarada coronel?

Novikov guardo silencio, se quedo pensativo y Vershkov creyo que el coronel estaba absorto en sus pensamientos y no habia oido su pregunta.

– Al plato -respondio al fin Novikov, y miro el reloj-. Vaya a ver si Guetmanov se ha levantado; en media hora partimos.

Parecia no ser consciente de que dentro de una hora y media comenzaria el bombardeo, que cientos de motores de aviones de asalto y bombarderos invadirian el cielo con sus zumbidos, que los zapadores se deslizarian para cortar los alambres y barrer los campos de minas, y la infanteria, arrastrando las ametralladoras, correria por las colinas sumergidas en la niebla, tantas veces observadas a lo lejos con los binoculos. Parecia que, en aquella hora, no se sintiera unido a Belov, Makarov y Karpov. Parecia haber olvidado que el dia antes, los tanques sovieticos habian penetrado en la brecha abierta por la artilleria y la infanteria en el frente aleman y habian avanzado decididamente en direccion a Kalach, y que dentro de unas horas sus tanques se moverian desde el sur al encuentro de los que procedian del norte para cercar el ejercito de Paulus.

No pensaba en el comandante del frente ni en la posibilidad de que Stalin mencionara su nombre en la orden del dia siguiente. No pensaba en Yevguenia Nikolayevna, no recordaba el amanecer en Brest-Litovsk, cuando corria hacia el aeropuerto y en el cielo brillaban los primeros fuegos de la guerra. No pensaba en ello, pero todo aquello estaba en el.

Dudaba si calzarse las botas nuevas o las gastadas, no queria olvidarse la pitillera, pensaba que aquel hijo de perra le habia traido otra vez el te frio. Comia los huevos y con un trozo de pan rebanaba con esmero la mantequilla derretida en la sarten.

– He cumplido sus ordenes -informo Vershkov, y luego, en tono confidencial, anadio-: Le pregunte al soldado si el comisario estaba alli y me contesto: «?Y donde iba a estar? Duerme con su hembra».

El soldado habia utilizado una palabra mas fuerte que «hembra», pero Vershkov no considero oportuno repetirsela al comandante del cuerpo.

Novikov guardaba silencio y con la yema del dedo recogia las migas de pan sobre la mesa.

Poco despues entro Guetmanov.

– ?Una taza de te? -le propuso Novikov.

Con la voz entrecortada Guetmanov dijo:

– Es hora de partir, Piotr Pavlovich. Ya hemos tenido suficiente te y azucar; hay que combatir a los alemanes. «Vaya, un tipo duro», penso Vershkov. Novikov entro en la parte de la casa que albergaba el Estado Mayor, hablo con Neudobnov sobre las comunicaciones y la transmision de las ordenes, y examino el mapa.

La enganosa quietud de la noche le recordo a Novikov su infancia transcurrida en el Donbass. Pocos minutos antes de que el aire se llenara del sonido de sirenas y bocinas y que la gente se encaminara a la entrada de las minas y las fabricas, todo parecia sumido en el sueno. Pero el pequeno Peria Novicov, que se despertaba antes de que sonara la sirena, sabia que cientos de manos buscaban a tientas las botas en la oscuridad, mientras las mujeres con los pies descalzos se deslizaban por el suelo y hacian Tintinear la vajilla sobre los hornos de hierro fundido.

– Vershkov -llamo-, haz que lleven mi tanque al puesto de observacion; hoy lo necesitare.

– A sus ordenes -respondio Vershkov-, lo cargare con sus cosas y las del comisario.

– No olvide el cacao -le advirtio Guetmanov,

Neudobnov salio al zaguan con el capote echado sobre los hombros.

– Acaba de telefonear el teniente general Tolbujin. Queria saber si el comandante del cuerpo habia salido para ir al puesto de observacion.

Novikov asintio y dio una palmada en la espalda al conductor.

– En marcha, Jaritonov.

Una vez en la carretera salieron del pueblo y dejaron atras la ultima casa, giraron abruptamente a la derecha, luego a la izquierda, y despues avanzaron en direccion oeste, adentrandose entre las blancas manchas de nieve y la maleza de la estepa.

Pasaron a lo largo de las canadas donde estaban concentrados los tanques de la primera brigada.

De repente Novikov ordeno a Jaritonov: «Detente». Salto del jeep y se acerco a los tanques que se perfilaban confusamente en la oscuridad.

Camino sin dirigir la palabra a nadie, mirando fijamente las caras de los soldados. Tenia clavada en la mente la imagen de los jovenes reclutas, todavia con los cabellos largos, que habia visto hacia poco en la plaza del pueblo. No eran mas que ninos y en el mundo todo se confabulaba para enviarlos bajo el fuego: las instrucciones del Estado Mayor General, la orden del comandante del frente, la orden que el impartiria dentro de una hora a los comandantes de las brigadas, los discursos que habian escuchado de los instructores politicos, lo que habian leido en los poemas y en los articulos del periodico. ?Al ataque, al ataque! Y en el oeste los hombres aguardaban para golpearles,

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