cabana. La hija afectuosa, la nieta dulce y enfermiza, los recuerdos de la infancia, el frescor del jardin, el lejano rumor del rio… ?Que importancia tenia todo lo demas? Su fuerza no dependia de los regimientos militares ni de la potencia del Estado.

Despacio, sin abrir los ojos, con entonacion especialmente suave, se puso a cantar:

Ay, has caido en la red, mi querido pajarito.

Tu y yo no nos separaremos nunca por nada del mundo.

Poskrebishev, mirando la cabeza entrecana y la incipiente calvicie de Stalin, su cara picada de viruelas, los ojos cerrados, sintio de repente que se le estaban helando los dedos.

16

La ofensiva coronada por el exito en la zona de Stalingrado habia tapado los agujeros en la linea de la defensa sovietica. No solo entre los enormes frentes de Stalingrado y del Don, no solo entre los ejercitos de Chuikov y las divisiones sovieticas en el norte, no solo entre los batallones y las companias separadas de sus retaguardias, no solo entre los grupos de asalto atrincherados en las casas de Stalingrado.

La sensacion de aislamiento, de estar cercados o medio cercados, habia desaparecido, y habia sido sustituida al mismo tiempo en la conciencia de las gentes por un sentimiento de integridad, union y pluralidad. Esa conciencia de union entre el individuo y la masa del ejercito es lo que se suele llamar la moral del vencedor.

La mente y el animo de los soldados alemanes caidos en el cerco de Stalingrado sufrieron la misma transformacion, aunque por supuesto en sentido inverso. Un enorme pedazo de carne, formado por cientos de miles de celulas dotadas de razon y sentimiento, habia sido separado del cuerpo de las fuerzas armadas alemanas.

La idea, expresada en su momento por Tolstoi, segun la cual es imposible cercar totalmente a un ejercito, se basaba en la experiencia militar de su epoca.

La guerra de 1941-1945 demostro, no obstante, que se puede sitiar un ejercito, encadenarlo al suelo y envolverlo con un anillo de hierro. El cerco, durante la guerra de 1941-1945, fue una realidad implacable para muchos ejercitos sovieticos y alemanes.

La observacion de Tolstoi era indudablemente cierta en sus tiempos, pero como la mayoria de las reflexiones sobre politica y guerra expresadas por grandes hombres, no poseia vida eterna.

El cerco de Stalingrado fue posible gracias a la extraordinaria movilidad de las tropas y a la excesiva lentitud de las enormes retaguardias sobre las que se apoyaba su propia movilidad. Las unidades que cercan tienen todas las ventajas de la movilidad. Las unidades que son cercadas, por su parte, pierden toda movilidad, ya que en esas condiciones no pueden organizar una retaguardia compleja, solida, estructurada a la manera de una fabrica. Las unidades cercadas estan paralizadas; las unidades que efectuan el cerco tienen motores y alas.

Un ejercito cercado, privado de movilidad, pierde algo mas que su supremacia tecnico-militar. Los soldados y los oficiales de los ejercitos cercados quedan, en cierto modo, excluidos del mundo contemporaneo y son empujados al mundo del pasado. Tienden a valorar de nuevo no solo las fuerzas de los ejercitos en el campo de batalla, las perspectivas de la guerra, sino tambien la politica estatal, la fascinacion de los jefes de los partidos, los codigos, la Constitucion, el caracter nacional, el pasado y el futuro de su pueblo.

Los asediantes tambien se entretienen con reevaluaciones parecidas, pero de caracter contrario, como el aguila que siente con placer la fuerza de sus propias alas y planea sobre la presa paralizada e impotente.

El cerco que sufrio el ejercito de Paulus en Stalingrado determino el curso de la guerra. El triunfo en Stalingrado establecio el resultado de la guerra, pero la tacita disputa entre el pueblo y el Estado, ambos vencedores, todavia no habia acabado. El destino del hombre, su libertad, dependian de ella.

17

En la frontera de Prusia oriental y Lituania lloviznaba sobre el bosque otonal de Gorlitz, y un hombre de estatura mediana, con impermeable gris, caminaba por un sendero que discurria entre altos arboles. Los centinelas, al ver a Hitler, contenian la respiracion, se quedaban inmoviles y las gotas de lluvia corrian lentamente por sus caras.

El Fuhrer tenia ganas de respirar aire fresco, de estar solo. El aire humedo le resultaba agradable. Las gotas eran ligeras y refrescantes. Los arboles, calidos y taciturnos. Que placentero era pisar la suave alfombra de hojas muertas.

Los hombres del cuartel general del campo le habian irritado ese dia de modo intolerable… Stalin nunca le habia suscitado respeto. Todos sus actos antes de la guerra le habian parecido estupidos y groseros. Su astucia, su perfidia, correspondian a la simplicidad de un campesino. Su gobierno tambien era ridiculo. Algun dia Churchill comprenderia el tragico papel desempenado por la nueva Alemania que, con su propio cuerpo, habia servido de escudo a Europa, protegiendola contra el bolchevismo asiatico de Stalin. Pensaba en los hombres que habian insistido en la retirada del 6° Ejercito de Stalingrado. Ahora serian particularmente reservados y respetuosos. Le irritaban tambien los que tenian una confianza absoluta en el: pronto comenzarian a demostrarle su fidelidad con verbosos discursos. Se esforzaba todo el tiempo en pensar con desprecio en Stalin, humillarlo, y comprendia que esa exigencia era debida a la perdida del sentimiento de superioridad… ?Cruel y vengativo tendero caucasico! El exito de aquel dia no cambiaba nada… ?Acaso no brillaba una secreta burla en los ojos de Zeitzler, ese viejo castrado? Le irritaba la idea de que Goebbels se apresuraria a informarle de las bromas del primer ministro ingles sobre su talento como jefe militar. Goebbels, entre risas, le diria: «Reconoce que es ingenioso», y en el fondo de sus ojos bellos e inteligentes, por un segundo se revelaria el resplandor del triunfo del envidioso, que creia sofocado para siempre.

Los problemas que le habia creado el 6° Ejercito le inquietaban y le impedian ser el mismo. La principal desgracia no consistia en la perdida de Stalingrado ni en las divisiones cercadas, sino en el hecho de que Stalin le habia vencido. Bueno, pronto lo arreglaria.

Hitler siempre habia tenido pensamientos ordinarios y debilidades encantadoras, pero como era grande y omnipotente, todo eso conmovia y suscitaba admiracion en el pueblo. El encarnaba el impetu nacional aleman. Pero tan pronto como la potencia de la nueva Alemania y de sus fuerzas armadas habia comenzado a vacilar, tambien su sabiduria se habia ofuscado y habia perdido su genialidad. No envidiaba a Napoleon. No soportaba a los hombres cuya grandeza no desaparecia en la soledad, en la impotencia, en la miseria; a los hombres que en un sotano oscuro, en un desvan, conservaban la fuerza.

No habia podido, durante aquel paseo solitario por el bosque, sacudirse de encima el peso de la cotidianidad y encontrar en el fondo de su alma una solucion sincera y superior, inaccesible para las ratas de oficina del Estado Mayor General y de la direccion del Partido.

La sensacion de haberse vuelto un hombre corriente venia acompanada de una insoportable sensacion de opresion. No era un hombre como los demas lo que hacia falta para fundar la nueva Alemania, para avivar la guerra y los hornos de Auschwitz, para crear la Gestapo. El fundador y Fuhrer de la nueva Alemania debia sobresalir entre la humanidad. Sus sentimientos, sus pensamientos, su vida cotidiana solo podian existir por encima del resto de los seres humanos.

Los tanques rusos le habian devuelto al punto de partida. Sus pensamientos, sus decisiones, su odio no estaban hoy dirigidos contra Dios y el destino del mundo. Los carros rusos le habian vuelto a situar entre los hombres.

La soledad en el bosque, que inicialmente le habia calmado, ahora le parecia espantosa. Solo, sin guardaespaldas, sin los habituales ayudantes de campo, se sentia como el nino del cuento que se pierde en la oscuridad del bosque encantado. Del mismo modo vagaba Pulgarcito; asi se habia perdido la cabritilla en el bosque, sin saber que en la oscuridad acechaba el lobo.

De las oscuras tinieblas de las decadas transcurridas emergieron sus miedos infantiles, el recuerdo de la ilustracion de un libro de cuentos: una cabritilla en un claro iluminado por el sol, y entre la espesura humeda y oscura del bosque, los ojos rojos y los dientes blancos del lobo.

De repente Hitler sintio deseos de, gritar como cuando era nino; deseaba llamar a su madre, cerrar los ojos,

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